28 agosto 2023 (25.08.23)
Solo uno de los asesinos de Hipercor pidió perdón
Hay dos formas de explicar la barbarie que sufrió Barcelona 19 de junio de 1987, empezando por el final o por el principio. Las dos carecen de sentido. Si empezamos por el final habría que decir que los cuatro terroristas de ETA que perpetraron el atentado más sanguinario de la banda llevan ya al menos un lustro en libertad, a pesar de haber sido condenados a penas hiperbólicas. Y solo uno, Rafael Caride, ha pedido perdón.
Si empezamos por el principio habría que decir que el 19 de junio de 1987, a las 16 horas y ocho minutos, la boca del averno se abrió en Barcelona. Poco después, Europa Press y Efe empezaron a inundar la sala de Jordi Moreno, de Amadeu Larruy, de Xavi Castillo y de todos sus compañeros de teletipos. Varias líneas con una campanita y cuatro palabras: “Explosión en la Meridiana”. La Vanguardia estaba todavía a medio gas.
Entre los pocos redactores que ya habían llegado, Santiago Tarín y el autor de esta serie. Y, sobre todo, el gran Francisco González Ledesma (1927-2015), notario sentimental de una Barcelona que desaparecía, además de escritor, periodista, abogado y autor de inolvidables novelitas del Oeste que firmaba como Silver Kane, uno de sus heterónimos. Quienes le queríamos, y en esta casa éramos legión, le llamábamos simplemente Paco.
Él no necesitaba teletipos porque su hija, que trabajaba en una clínica junto al edificio de Hipercor y que afortunadamente estaba bien, le acababa de telefonear hecha un manojo de nervios. “¡Papá, una bomba!”, fue lo único que acertó a decir. Los novatos propusimos ir inmediatamente allí en taxi. “No, los accesos estarán colapsados. Iremos más rápido en metro”, dijo Paco con su proverbial lucidez. Otra lección de veteranía.
Perdonad la petulancia. Odio que el periodismo parezca una carrera, pero llegamos los primeros. Tanto fue así que cuando se instaló el cordón policial, me quedé dentro (en el desorden me confundirían con un inspector de paisano y nadie me echó). Jordi Juan, hoy mi director y entonces redactor de sucesos de El Periódico de Catalunya , me sonrió y me guiñó un ojo con complicidad y envidia sana desde el otro lado del cordón.
Pasaron las horas. Llegó el juez de guardia, Modesto Aríñez, a quien una vez una mujer confundió con un sacerdote en el edificio de los juzgados: “¡Padre, padre, me quiero confesar!”. La comitiva judicial entró en Hipercor y empezó a bajar los peldaños hacia el sótano. El humo y el olor eran sofocantes. Al pasar junto a las cajas registradoras, vi un carrito de la compra, testigo mudo del horror, abandonado a toda prisa.
El corazón me latía desbocado. Sabía que no debería estar allí. Era un pipiolo: no hacía ni un año que me había contratado el buque insignia de la prensa catalana. De pronto, el juez dijo: “Aquí no se ve nada”. Y piqué como un pardillo. En vez de seguir calladito, me hice el listo: “¡He visto linternas cerca de las cajas registradoras!”. Todo el mundo se volvió hacia mí. También, ¡ay!, Josep Anton Rosell. Y con cara de pocos amigos.
Josep Anton (1938-2018), un gran cinéfilo, era entonces jefe de prensa del Gobierno Civil (luego fue director de El Periódico de Andorra ). Me reconoció: “¿Qué coño haces tú aquí? ¡Fuera!”. Fin de la aventura. Mientras yo intentaba descender al infierno, Santiago Tarín y Paco González Ledesma se fijaban en lo único importante: los heridos, los bomberos con la cara ennegrecida, los supervivientes alucinados, las familias angustiadas…
Santi se jubiló el año pasado, pero afortunadamente sigue embarcado en otros gozosos proyectos literarios. Paco, el gran Paco, falleció en el 2015, a los 87 años. Adiós a una época. Entró en La Vanguardia el 17 de marzo de 1957 y se jubiló el 1 de abril de 1993. Aunque aún le quedaban por publicar títulos notables, ya tenía a sus espaldas una sólida y premiada carrera literaria, cimentada en personajes como el inspector Méndez.
Tierno, sentimental y desencantado, Méndez sabe que las leyes no siempre son justas y que lo más importante son las personas. Cuando me sacaron abochornado de Hipercor, recuerdo haber mirado a Santi y a Paco. Lo repetiré una vez más: ellos solo tenían ojos para los heridos, los bomberos con la cara ennegrecida, los supervivientes que deambulaban alucinados, las familias angustiadas que buscaban en vano a los suyos…
El periodismo debe asomarse al abismo sin miedo a que el abismo le devuelva la mirada. La barbarie de Hipercor causó 21 muertos y 46 heridos, entre ellos una bebé que aún no había venido al mundo. Su madre, cajera, estaba embarazada. Aquella niña tiene hoy 35 años y se llama Jessica López. Ha aprendido a hablar y a leer los labios de sus interlocutores. Nació con sordera a raíz de la deflagración. Nadie le ha pedido nunca perdón...
Todos en libertad
Los autores materiales del atentado
Domingo Troitiño, detenido en 1987 y condenado en 1988 a 794 años de prisión. En libertad en el 2013, tras 26 años entre rejas.
Josefa Ernaga, condenada también a 794 años de prisión. Quedó en libertad en diciembre del 2014, tras 27 años y medio en prisión.
Rafael Caride, 790 años de condena. En segundo grado desde el 2017, saldó su deuda con la justicia en el 2019. El único que ha pedido perdón.
Santiago Arróspide, Santi Potros. En libertad desde el 2018, tras cumplir 31 de los 3.000 años a los que fue condenado por este y otros atentados.
A la salvajada de ETA se sumó el desamparo institucional. En el 2017, el Parlament de Catalunya homenajeó a las víctimas y sentó a las familias en la cuarta fila, detrás de los políticos. Toda una metáfora, que denunció La herida de Hipercor. Esta exposición se celebró con motivo del trigésimo aniversario de una salvajada con una fecha (19 de junio de 1987, a las 16 horas y ocho minutos) y una imagen (un carrito abandonado).
Nunca sabré si el dueño o la dueña de aquel carrito sobrevivió a la bola de fuego. Pero sí sé que esta historia es terrible, se empiece a contar por el principio o por el final. Y también que hemos de bucear en el dolor ajeno sin sensacionalismos, con respeto y sin olvidar lo más importante del oficio: las personas. Pronto tendré la edad del padre del inspector Méndez cuando fuimos en metro a Hipercor. Espero ser algún día tan tierno, sentimental y desencantado como él. Y como tú, Paco.
¿Qué buscaba ETA?
Causar el máximo dolor posible
Era un viernes. Hipercor estaba lleno de familias trabajadoras que hacían la compra del fin de semana. ¿Qué pretendía ETA con aquel coche bomba? Dolor. Causar el máximo dolor posible. No es verdad que los 30 kilos de amonal, los cien litros de gasolina y las escamas de jabón y pegamento (sustancias que actuaron como napalm) causaran 21 muertes. Hubo más, pero no se contabilizaron. Fueron muertes en vida, como las del matrimonio Manzanares, que perdió a sus dos hijos y tuvo que ir a trabajar arrastrándose. El Estado no les concedió la incapacidad laboral “porque no éramos víctimas: tendríamos que haber muerto para serlo”. Los asesinos fueron Domingo Troitiño, Josefa Ernaga, Rafael Caride y Santiago Arróspide. Los condenaron a penas de entre 790 y 3.000 años (¡3.000!). Los cuatro están ya en libertad. Rafael Caride es el único que ha admitido su culpa y ha pedido, a su manera, perdón. ¿Y fin de la historia?
Opinión:
Muy correcta la frase utilizada por Domingo Marchena: “Si empezamos…”. Pues si el empieza yo intentaré terminar dando respuestas a las preguntas que, seguramente por falta de espacio, quedan en el aire.
Creo oportuno aclarar que el terrorista al que se refiere en la información no pidió perdón sino que mostró y comentó repetidas veces su arrepentimiento ante todo el horror causado en Hipercor. Y puedo certificarlo porque me lo dijo personalmente en el encuentro que mantuvimos en la prisión de Zaballa, el 12 de junio de 2012 (una semana antes del 25 aniversario del atentado).
Es también oportuno recordar que, pese a las mentiras que cuentan ciertos individuos, ese encuentro se llevó a cabo a solicitud del propio terrorista, el cual envió una carta a mi domicilio solicitando esa entrevista. Dicho sea de paso, esos individuos relatan heridas y secuelas que jamás han sufrido o que dicen les han aparecido hasta veinte años después del atentado, como bien indican las sentencias sobre el atentado en cuestión. En fin, allá cada cual con su conciencia…
También recuerdo que la situación relatada por Domingo Marchena con Joan Anton Rosell también la viví, cinco años mas tarde, cuando la banda terrorista Terra Lliure atentó contra una oficina de empleo (el recordado INEM) de la calle Argimón en el barrio de Horta el 25 de mayo de 1992 y, ante los numerosos periodistas allí congregados, cometí el “error” de contradecir la versión oficial de que no habían heridos cuando expliqué que numerosas ambulancias habían pasado cerca de mi domicilio y que me había acercado al Hospital Vall d’Hebrón, donde me habían confirmado el ingreso de diferentes ciudadanos heridos por la explosión. Qué ganas de esconder la realidad por parte de algunos miembros de la administración cuya labor debería ser, precisamente, aportar la verdad.
Y me gustaría terminar aclarando la situación del matrimonio Manzanares. En realidad, es el matrimonio compuesto por Enrique Vicente y Nuria Manzanares, a quienes les asesinaron a su hija Silvia de 13 años y a su hijo Jordi de 9. Además, también resultó asesinada la hermana de Nuria, Mercedes que acompañaba a sus sobrinos y tenía 30 años. La frase “no éramos víctimas para el Estado: teníamos que haber muerto para serlo” es la explicación que ambos ofrecieron durante años ante la negativa del propio Estado de reconocerles las secuelas psicológicas como derivadas del atentado. Me explico: gracias al enorme trabajo realizado durante años desde el despacho de la abogada Montserrat Fortuny y de las pruebas aportadas por el equipo dirigido por Sara Bosch, a la administración estatal competente no le quedó más remedio que reconocerles a ambos un grado de incapacidad por las secuelas psicológicas pero esa misma administración (que tanto dice colaborar con las víctimas) luchó y pleiteó porque esas lesiones fueran reconocidas exclusivamente como enfermedad común y no como derivadas del atentado sufrido por sus hijos (y la hermana de Nuria) y las desastrosas consecuencias del mismo. Cabe recordar que en la sentencia de octubre de 1989, los familiares de las víctimas mortales no aparecen como ”víctimas” sino como “beneficiarios de indemnización” (por cierto, qué desagradable definición y qué falta de empatía y solidaridad). Es más, uno de ellos (no diré cual de los dos) logró que le fueran reconocidas las secuelas como derivadas de atentado terrorista pero, oh sorpresa, la administración recurrió y le fue retirada esa condición (incluyendo la obligación de devolver las pocas mensualidades de la pensión recibida en calidad de víctima del terrorismo).
Para terminar, me gustaría relatar cómo fue el acto que se comenta en el Parlament de Catalunya. Como muestra del descontrol organizativo y que cierto personaje (que, por lo visto, solo buscaba su oportunidad de lucimiento) no explicó al propio Parlament catalán, resultó que aquel jueves por la tarde y una hora antes de celebrarse ese acto “de homenaje” a las víctimas de Hipercor, los familiares de 20 de los 21 asesinados estaban citados al ensayo y a la reunión final previa al acto que se celebraría el sábado junto al monumento que se encuentra en la Avinguda Meridiana. Todas las víctimas acudieron al ensayo en un local del barrio de Sants. Una pregunta: ¿nadie de la organización había convocado a las víctimas al acto del Parlament, alguien dijo que lo haría y no lo hizo o, simplemente, las víctimas prefirieron colaborar en el ensayo general? Aún y así, una de las víctimas, Jordi Morales, decidió acudir al ensayo y salir rápidamente al acto “de homenaje” en el Parlament de Catalunya… y el fue quien explicó sus sentimientos cuando le mandaron a la cuarta fila… Por cierto ¿cuántas víctimas del atentado en Hipercor acudieron al acto del Parlament? Si algún periodista quiere continuar la labor de investigación e información y conocer sobre quien participó en el acto “de homenaje” o lo que se dijo por parte de las tres personas que acudieron a hablar en nombre de “las” víctimas del atentado en Hipercor, pueden empezar por hablar con Silvia Pinar…
Un pequeño detalle más: que los autores del atentado en Hipercor estén en libertad hace ya algunos años se debe, exclusivamente, al Código Penal vigente en el momento de la comisión del delito. El atentado fue en 1987 y el Código Penal vigente en ese momento era, justamente, el Código Penal de la época de la dictadura franquista de 1973… que ofrecía beneficios penitenciarios a los delincuentes, incluidos los terroristas.
Lo digo para los que culpan de estas cuestiones a los que, precisamente, no tienen culpa alguna… y que los que tanto opinan no estuvieron en ninguna de las mesas en las que se pedían firmas para modificar ese mismo Código Penal. De toda la gente que tanto habla AHORA no vi a NINGUNA en aquella campaña del año 1995 “a favor del cumplimiento íntegro de las condenas impuestas a los terroristas”. Es decir, modificar la normativa y que, al menos, no tuvieran esos beneficios penitenciarios.
Seguramente en aquel 1.600.000 firmas recogidas en tan solo seis meses más de uno de los que AHORA opinan ni tan solo se acercó a preguntar.
Hay algo que molesta a mucha gentuza: que algunas víctimas tengamos memoria y la documentación que acredita todo lo que explicamos.
Pues ya saben lo que hay: ajo, agua y resina.
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