domingo, 4 de febrero de 2024

03 febrero 2024 (2) cronicavasca.elespañol.com (opinión)

 

 

03 febrero 2024

 



Alex Romaguera: El Estado debe garantizar que no haya víctimas de primera y de segunda"

A través de 15 relatos protagonizados por familiares de víctimas del terrorismo y de otros delitos por motivos ideológicos, el autor de 'Víctimas en son de Paz' hace hincapié en la importancia de la reparación y el reconocimiento del dolor causado

El derecho a la reparación, el reconocimiento y la reconciliación son cuestiones que afectan con profundidad a las víctimasa del terrorismo. No solo a las de la banda terrorista ETA, sino también a las de los GAL, GRAPO u otras organizaciones armadas que en su día atentaron contra la libertad de las personas por motivos ideológicos y políticos. También las vinculadas con la extrema derecha. 

De esto, precisamente, trata el libro ‘Víctimas en son de paz’ del escritor y periodista catalán Àlex Romaguera. Un conjunto de testimonios en los que se incluye el relato de hasta 15 familiares de diversas víctimas del terrorismo. Entre ellas el de Sara Buesa, hija del político socialista, Fernando Buesa, asesinado por ETA en el año 2000; el de Pili Zabala, hermana de José Ignacio Zabala, asesinado por los GAL en 1983 por su vinculación con ETA; o el de Pilar Manjón, madre de Daniel Paz Manjón, una de las víctimas en los atentados del 11-M en Madrid. 

En el libro, cuyo génesis según el autor está en un reportaje de 2011 que realizó junto con Maixabel Lasa, mujer de Juan Mari Jáuregui; y Mari Carmen Hernandez, viuda del concejal del PP en Durango, Juan Marri Pedrosa, ambos asesinados por ETA, se incluyen también las historias de otras víctimas que habitualmente no reciben el reconocimiento merecido, como el caso de Carlos Palomino, un joven de Madrid asesinado por un militar de extrema derecha de un apuñalamiento; y el de Agustín Rueda, que murió a causa de una paliza en la prisión de Carabanchel durante una redada por un intento de fuga. 

Como explica Romaguera, el libro gira en torno a víctimas de delitos por motivación política y cómo los familiares de estas, independientemente de su ideología, tratan de encontrar espacios comunes y abogar por la reparación y el fin de la violencia. 

¿Por qué apostó por incluir perfiles de víctimas tan diversos?

A través del testimonio de las víctimas quise poner en valor la vida humana que está por encima de cualquier otra consideración y dar pasos para que un conflicto social y político se pueda encauzar de forma democrática, dialogada y pacífica. Dar voz a estas víctimas que lejos de quedarse instaladas en el odio, en el rencor, en el discurso de vencedores y vencidos, en este discurso beligerante y agresivo, son gente que con su ejemplo se acercan al otro, incluso a sus victimarios para poner en valor la defensa de la vida humana y que la violencia, en ningún caso, está justificada. Por eso quise encontrar a 15 personas, familiares de víctimas de actores armados y grupos terroristas muy diversos. Más allá de quién mató a su familiar, lo importante es poner en valor el derecho a la vida, y con relación a las víctimas, el derecho a los tres principios que fijaron las Naciones Unidas en 1987: la verdad, la justicia y la reparación. Pero también al derecho al reconocimiento y a la no repetición.

Todavía se conservan y se ven numerosos discursos de odio y ataques contra el recuerdo de estas víctimas. ¿Qué debe hacerse para que estas víctimas sean completamente reconocidas?

Falta mucho recorrido para que estas personas. Sobre todo las víctimas de aquella guerra sucia causadas por los grupos parapoliciales. Muchos no han visto aún satisfechos estos tres derechos. Sobre todo, en el marco de la transición hay aproximadamente más de 300 víctimas de casos aún sin esclarecer, de la misma forma que en relación con ETA hay aún muchos casos por investigar. Por lo tanto, hay todo un colectivo de víctimas que esperan que por parte del estado se les garantice la verdad sobre quién fue el victimario y el verdugo. Esperando a que haya un proceso justo en los tribunales, y que se les facilite todas las prerrogativas en materia de ayudas psicológica, en los estudios, etc. Más que el verdugo o el victimario les manifieste su dolor o arrepentimiento, lo que quieren es que el Estado adopte medidas para que esos episodios no se repitan.

¿Qué le han transmitido las víctimas durante la investigación para este libro?

Yo pongo el acento en las víctimas que considero resilientes y creo que hacen un discurso positivo. Ellas lo que quieren es avanzar a una sociedad que no dé pie a la violencia. Es decir, que no se repita lo que experimentaron. Estamos hablando de personas como Pilar Manjón después de los atentados Yihadistas en Atocha, quien al cabo de un año, cuando conoció que en Londres habían realizado otro atentado con 50 personas en el metro, volvió a experimentar aquella situación, se desmoronó y tuvo que recibir atención psiquiátrica. Para ellos, conocer u observar que hay atentados u otras violencias que afectan a familias supone volver experimentar el drama que sufrieron.

Se habla en muchas ocasiones del papel que debe tomar el Estado. ¿Tiene este todavía trabajo por hacer?

Hay una arquitectura institucional heredada del franquismo y de la transición que aún impide esclarecer algunos casos. Las Naciones Unidas, Amnistía Internacional y otras ONGs recomiendan, por ejemplo, derogar la Ley de Secretos Oficiales del año 68, que se aprobó en la dictadura; y la Ley de Amnistía del 77, que para estas no sirve para facilitar la verdad pues exonera a los criminales franquistas. También en aras de una sociedad más justa y libre, habría que hacer algo con la Audiencia Nacional. España es el único país de Europa que tiene un tribunal de excepción para perseguir la disidencia. Es un tribunal heredero del Juzgado de Orden Público del franquismo y por tanto no tiene sentido. Hay que deconstruir algunos elementos que impiden que muchas víctimas y muchos familiares puedan conocer qué ocurrió con sus familiares y suprimir algunas leyes que todavía impiden conocer la verdad.

¿Se mira a las víctimas de forma diferente en función de quién lleva a cabo la violencia?

El Estado debe facilitar o legislar en beneficio de que todas las víctimas, independientemente de su casuística, puedan tener garantizados estos tres derechos y que no haya víctimas de primera o de segunda. Que todas puedan tener reconocidos unos derechos. Estas víctimas son un referente ético. Hablan de que para evitar la violencia se debe trabajar en las escuelas, se tiene que promover la cultura de la paz a través de los medios de comunicación u otras instancias. Aquí la cuestión es que el Estado no considera terrorismo los atentados cometidos por sus propios aparatos. Solo considera terrorismo a las acciones cometidas por ETA, los GAL, GRAPO, y otros grupos menores. Todas las víctimas de estos grupos sí están en la lista de víctimas oficiales y reciben unas ayudas ¿Pero qué pasa con las víctimas de la policía armada o de funcionarios de prisiones que no tienen amparados estos hechos? Lo que se busca es que el Estado acepte que ha habido abusos policiales que acarrearon la muerte de muchas personas. 

Muchas veces se habla de una doble victimización de las víctimas. ¿Qué le han transmitido mediante estos relatos?

Primero sufrieron el daño y el dolor por haber visto a un familiar asesinado, y después al ver cómo las autoridades no actuaron de forma diligente, para encausar, detener y enjuiciar a los victimarios. Hablo del caso de Asier González. Un chico de Bilbao cuya hermana, Yolanda, fue asesinada por Fuerza Nueva en los 80, y hace poco se ha sabido que el autor material del asesinato había conseguido que la policía le falsificara la identidad y ha ejercido como perito para los Mossos d’Escuadra, para la policía e incluso para dirigentes políticos. Para el familiar esto supone una doble herida. 

En todos estos relatos recogidos en el libro, ¿qué diferencias ha encontrado? 

Las diferencias entre las víctimas de ETA y las de los aparatos del Estado es que en casi todos los casos se han detenido a los verdugos. Se les ha enjuiciado, se les ha condenado y después han recibido ellas unas ayudas. Mientras que las víctimas de los aparatos del Estado, al no ser reconocidas como víctimas del terrorismo han tenido que librar una lucha para que la justicia sea diligente y encause a los perpetradores. Como en el caso de los Sanfermines del 78 o el de Vitoria del 76 en la parroquia de Zaramaga donde murieron cinco obreros. Identificar en ese momento cuales eran los agentes que dispararon, quién dio las órdenes, y que eso sea judicializado.

Fuera de las instituciones, ¿qué pasos deben darse por la convivencia y la reparación?

En el País Vasco ya se están dando episodios de encuentros en Errenteria, en la zona del Bidasoa, en Tolosa, donde se reúnen personas que antes no se hablaban o se insultaban por cuestiones muy diversas, y ahora se encuentran para hablar del drama padecido y entre ellos, conjuntamente, ayudar para tener una sociedad más justa, más cohesionada y pacífica. Para mí las víctimas son una muestra de este reto, y poco a poco se está avanzando en este terreno. En la medida en que se hacen visibles estas víctimas y no aquellas que están instaladas o cronificadas en el odio. El odio solo alimenta al odio y al desprecio al otro.

A través de los testimonios, ¿qué conclusiones saca de actos como los que se viven todavía en favor de presos de ETA como los impulsados por Sare?

Lo peor que puede pasar es la utilización política con fines partidistas de las víctimas. Se les tiene que reconocer por lo que han parecido independientemente de su color político. Entonces, en referencia a la última movilización de la red Sare, en ella participa cada año Rosa Rodero, la viuda del ertzaina asesinado por ETA, Joseba Goikoetxea, y que aparece en el libro. Ella ha pasado un dolor muy grande, incluso con secuelas físicas, pero considera que a los presos de esta banda terrorista, como a cualquier otro colectivo de presos, se les tiene que respetar lo que imponga el reglamento penitenciario. Incluido que estén en una prisión cercana a su residencia. Si nos centramos en una dinámica de venganza, se cronifica más el conflicto. 

¿Y sobre la participación de figuras públicas como Itziar Ituño, en estos actos?

Aunque sean personas famosas, mientras se les escuche y sus ideas tengan que ver con unos derechos, independientemente de unas personas, para mi es respetable. El linchamiento no me parece bien. Lo que sí me parece mal es utilizarlas para atizar el odio al contrario. Creo que Vox está cayendo un poco en esta dinámica, o algunos sectores que todavía atizan la conspiración del 11-M. Faltan muchos gestos aún, pero pienso que las víctimas son un ejemplo y un espejo de humanización. Y ante ellas no caben medias tintas. Son personas que han sufrido, tienen que tener todo el apoyo y no pueden sentirse agraviadas por homenajes.

Opinión:
En cada ocasión que aparecen noticias sobre el libro de Alex Romaguera me siento más agradecido por haber podido prestar mi humilde colaboración. Es agradable confirmar que también hay más víctimas del terrorismo dispuestas a seguir trabajando por el bien común dando la máxima prioridad a que nadie más sufra lo que tantos hemos sufrido ya…

 

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