23 octubre 2013
A cántaros
Puede que las víctimas no estén para hacer política, pero les debemos atención
Me lío con mi profesión. Toda la vida nos han dicho que somos periodistas porque se nos reconoce cierta habilidad para saber qué es y qué no es importante, qué interesante y qué las dos cosas. Me sigo liando al ver cómo ayer los medios no tenían más afán que atender los problemas de protocolo entre Mariano Rajoy y Artur Mas. En esa guerra infantil por quién habla y manda más en Catalunya nos entretenemos el día después de ver la risa de una etarra excarcelada, abrazada por los suyos, aplaudida por tipos que aún llevan la marca del odio en sus miradas. De vez en cuando la actualidad nos trae estas imágenes en las que se cumple a rajatabla el hecho de que cuando ellos aplauden los demás sufrimos. Pero nuestro sufrimiento es eso, dolor y pena, la angustia queda para las víctimas del terrorismo. Para ellas no hay ninguna explicación, por muy refinada que sea la ciencia jurídica que llega de Estrasburgo, que pueda aclarar este contradiós de ver a los asesinos de sus hijos en libertad. Puede ser que las víctimas no estén para hacer política. Es más, creo que esa no es su función, pero deberían concitar entre nosotros bastante más atención.
Altura de miras debemos exigir a nuestros gobernantes, empezando por Rajoy, que a la pregunta de qué le parece lo que está ocurriendo con las excarcelaciones no tiene otra cosa que decir que llueve mucho; altura de miras al Congreso, ausente de la realidad e incapaz de redactar unas palabras de aliento, en este momento, a las víctimas; altura de miras en el PSOE, cuyo portavoz se esconde en el burladero de lo obvio y la falta de compromiso con la melodía esa de que acatamos las sentencias. ¿Acatamos? Y qué más, señores del PSOE, qué más pueden decir a las víctimas de ETA estos días. Y en el PP, de nuevo a la carrera para que se vea quién apoya más y mejor a las víctimas.
Pero ahí seguimos, pendientes de que Rajoy y Mas se quieren poco y se juntan menos. Ahí mientras escucho a la madre de un guardia civil asesinado. ¿Qué hace cada día señora?, le pregunta el periodista: Me levanto y miro durante unos minutos la fotografía de mi hijo. Después dice que el dolor no se lo puede quitar, pero que ella no lo quiere para los que mataron a su hijo. Y entonces me digo que esto es exactamente lo que significa tener altura de miras. Gracias señora, y piense que quizá Rajoy, sin saberlo, lo ha dejado claro: llueve mucho, tiene que llover más. A cántaros.
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