20 febrero 2014 (18.02.14)
Rafael Jiménez: «En los 80, Intxaurrondo era un planeta aparte»
Un policía que escribe. Placa y pluma. En 'Inchaurrondo Blues' hace un canto a los niños en el tsunami terrorista.
El inspector Rafael Jiménez ya va por su tercer libro. Los primeros -Barcelona Negra y España Negra- compilaban casos del Cuerpo Nacional de Policía. ¿De dónde sale ese anhelo de escibrir?
-Todo empieza con Barcelona Negra, un proyecto que surgió el 2009, que fue el año en que los Mossos se hicieron cargo de la seguridad ciudadana en Catalunya tras 40 años en que esas labores las cumplió el CNP. En aquel momento, a los que sentimos esta policía como algo nuestro nos entró una gran tristeza. La pena de que ya nadie marcaría más el 091, de que iríamos desapareciendo. Y me pareció que nadie nos despidió. Por eso me dije que tenía que hacer algo.
¿Por qué novelar el Euskadi de los 80?
-Porque yo siempre me he preguntado cómo era posible que personas que asesinaban a hombres, mujeres y niños no fueran vistos como asesinos por una parte de la sociedad vasca. A mí no me podría enorgullecer que mi hijo matara. Quise intentar entenderlo.
¿Qué les ha quedado a los policías y guardias civiles que pasaron por el País Vasco?
-El miedo. Que tengas que mirar bajo tu coche, que no puedas pasear con tu mujer o tu hijo por Donosti, la ciudad más bella del mundo... Pero hay policías en quienes ese miedo se mezcla con la nostalgia, y sobre todo el convencimiento de cuán bello habría sido si todo aquello no hubiera ocurrido.
El eje del relato es la amistad de Eloy, el hijo de un guardia civil, y Ander, el hijo de un etarra. ¿Por qué los niños?
-El punto de vista de los adultos no me servía. A los 11 años todavía no te han impregnado de ideologías o religiones, entelequias de adultos que lo complican todo. Eloy y Ander todo lo que querían era ser Maradona, que ganara la mítica Real Sociedad de los 80, descubrir el amor... Yo quería plasmar la historia desde la inocencia, pero de una inocencia que se percata de que algo a su alrededor no funciona, pues son niños pero no son tontos.
¿No habría sido más simple posicionarse solo en un bando?
-Sí, pero hubiera sido injusto. Yo quería un libro equilibrado. Busco entender las cosas. Para mí, en esta novela sí hay dos bandos: los adultos y niños. No es un libro de buenos y malos pero sí de inocentes -los niños- y culpables -los adultos que les hacemos la vida imposible-.
¿Qué les robaron a Eloy y Ander?
-En el libro, un Ander ya adulto reclama al diccionario una palabra que nombre a las infancias perdidas; un término que refleje el robo de la niñez que han sufrido millones de criaturas en la historia de la humanidad. Que te roben la niñez es lo peor. El libro va de todo lo que Eloy y Ander se quedaron sin vivir por una guerra de adultos.
Eloy, hijo de guardia civil y nacido en Granada, dice: «Yo voy a ser un buen vasco».
-No elegimos dónde nacemos, pero sí podemos elegir de dónde queremos ser. Eloy es un niño universal, que nace en un pueblo andaluz y que descubre San Sebastián y lo hace suyo. Está libre de prejuicios. A diferencia de los adultos, no es excluyente.
Intxaurrondo es un personaje más.
-Sí. Para muchos vascos el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo era un no-espacio, un planeta aparte. Y para las familias de los guardias que ahí vivían, Intxaurrondo era una prisión. Tenían de todo -colegio, supermercado, iglesia- para no hacer vida fuera. Era un Fort Apache.
¿Cuál es la clave de un futuro en paz?
-Los niños. Allí ha habido y hay odio, y no se erradica con un decreto. Para superar el conflicto deben pasar años. Y en eso estamos en manos de los niños. Ojalá en breve sepan de ETA solo desde los libros de historia. Niños a los que nadie les robe la niñez y que, como soñaron Eloy y Ander, sí puedan crear el Racing de Intxaurrrondo.
Opinión:
Tras haber tenido el privilegio de colaborar en los dos primeros libros de Rafa (“Barcelona Negra” y “España negra”) tuve el honor de ser invitado a la presentación del libro “Intxaurrondo Blues” en noviembre de 2013 y como todo excelente libro lo devoré en tres días. Yme consta que a otros amigos también les ocurrió lo mismo. Engancha desde el principio pero, al mismo tiempo, aclara algunos conceptos que ciertos descerebrados repiten machaconamente, como un mantra sin sentido, como una muestra más de su ignorancia.
Aunque para mi, personalmente, lo mas importante es que sea un Policía quien se atreva a hablar con esa claridad y con esa ilusión de conseguir un objetivo: que toda esta pesadilla, el terrorismo y sus efectos, terminen para siempre. Algunas “víctimas” deberían aprender de Rafael Jiménez.
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