05 enero 2017
“La sociedad vasca no quiere enfrentarse a su pasado traumático”
El historiador José Antonio Pérez, coordinador de un
ambicioso estudio sobre el terrorismo en Euskadi, analiza la violencia, su
respaldo social y la memoria de las víctimas
La memoria se encuentra en el centro del debate
político en Euskadi. El relato de décadas de violencia es a día de hoy un foco de
enfrentamientos en el que parece difícil encontrar unanimidad. El historiador
José Antonio Pérez Pérez (Santoña, Cantabria, 1965)
coordina un ambicioso estudio que se sumerge en el pasado reciente del País
Vasco, analizando el fenómeno del terrorismo, su respaldo social y
la historia y memoria de las víctimas. Un proyecto para cuatro
años que surge de un convenio de colaboración entre el Centro Memorial de
Víctimas y la universidad del País Vasco respaldado por el trabajo de
prestigiosos historiadores y catedráticos.
¿En qué consiste la idea de este estudio?
Con el final de la violencia
en el País Vasco se ha abierto un periodo en el que existe un gran hueco por
llenar, el de contar lo ocurrido teniendo en cuenta a las víctimas, poner el
foco sobre ellas. Sobre ETA y los grupos policiales que ejercieron la violencia
se conoce mucho, pero sobre ellas todavía no.
Las víctimas son una parte importante del proyecto, pero también
la sociedad.
El terrorismo es un
fenómeno muy específico de violencia política y para llevarlo a cabo necesitó
de la complicidad de miles de personas, de un sector significativo de la
sociedad vasca que apoyó, jaleó, justificó y, en algunos casos, simplemente
miró hacia el otro lado. Al mismo tiempo, hubo un sector mucho más minoritario
que fue toda la trama política y social que rodeó al terrorismo y a la fuerza
política que lo sostuvo, Herri Batasuna. Un sector de complicidades y chivatos
en cada pueblo que fueron los que proporcionaron una información fundamental
para la realización de atentados.
¿Hay una lucha por la historia en Euskadi?
En estos momentos se
está produciendo lo que la izquierda abertzale ha llamado batalla por el
relato. Cuando hace unos años la violencia tocaba a su fin el sector político
que ha sostenido al terrorismo puso en marcha una operación de carácter
memorialista con el fin de establecer ese relato del ‘conflicto político’, según
el cual existieron dos bandos que mataron con la misma intensidad y los mismos
apoyos. Como historiadores entendemos que hoy en día es un relato insostenible
pero que ha tenido un importante eco en un sector de la sociedad vasca.
Precisamente esa es la primera de las tres líneas de investigación
del proyecto, denominada ‘Nunca hubo dos bandos’. ¿En qué consiste?
Investigamos los apoyos
sociales y políticos que tuvieron las diferentes organizaciones terroristas.
Hay que tener en cuenta que el 92% de los asesinatos en el País Vasco los
comete ETA y el resto son perpetrados por otras organizaciones como el Batallón
Vasco-español, el GAL... La balanza está muy descompensada y, en el caso de la
violencia policial y de grupos de extrema derecha, no hubo apoyos sociales de
envergadura tras ellos, lo que desdice la existencia de dos bandos. Por lo
tanto es un relato necesario.
La segunda línea consiste en un estudio biográfico tanto de
víctimas como de victimarios.
Es un tema muy
importante. Nos parece interesante saber en qué ambientes se educaron y
socializaron los victimarios, qué tipo de personas ejercieron un liderazgo
ideológico en sus primeras relaciones y cómo se produjo el salto de chavales
con una ideología a terroristas. Del mismo modo nos parece representativo
conocer los casos de las víctimas: no es lo mismo lo que vivieron los guardias
civiles asesinados en el País Vasco que los políticos que sufrieron atentados o
los empresarios que se vieron obligados a pagar el mal llamado ‘impuesto
revolucionario’. Tampoco aquellas personas a las que se les colgó el sambenito
de ser chivatos de la policía. Hay un denominador común, el del terror, pero
éste tuvo diferentes mecanismos.
La tercera línea del estudio aborda ese aspecto, ¿qué se
investiga?
Queremos conocer cómo
se extendió el terror, cuáles fueron los mecanismos para que éste profundizase
como lo hizo en la sociedad vasca. Analizar cómo funcionaron los mecanismos de
control, de estigmatización en los pueblos, cómo se produjeron las campañas de
hostigamiento contra personas que vieron su nombre pintado en una diana, o una
serie de epítetos que anunciaban prácticamente su asesinato. También cómo se
produjo esa campaña a través de medios informativos vinculados a la izquierda
abertzale, carteles, fanzines y hojas clandestinas.
¿Puede calar a día de hoy esa tesis del conflicto que defiende la
izquierda abertzale?
De hecho ha calado profundamente, no solamente en el sector que
sostuvo al terrorismo sino en uno algo más amplio. Otra cosa es que esa versión
que presenta a los miembros de ETA como gudaris, como herederos de los soldados vascos
nacionalistas de la
Guerra Civil , tenga éxito en un sector muy grande de la
sociedad vasca. Pero no tenemos más que recorrer los pueblos de País Vasco para
ver que existe una iconografía de carácter militarista y que ahonda en este
relato.
Pero parece por tanto improbable a nivel general.
Esa visión sí, porque
tiene un carácter limitado. Pero más preocupante que ésta es una versión que se
está extendiendo y que presenta lo ocurrido en los últimos cuarenta años como
la suma de diversas violencias. Bajo el paraguas del respeto a los derechos
humanos se está difuminando la importancia fundamental del terrorismo.
¿A qué se refiere?
Evidentemente
existieron otras formas de violencia y terribles abusos policiales pero lo que
no se puede establecer es un relato de carácter equidistante. Como decía Hanna
Arendt: “Donde todo el mundo es culpable, nadie lo es”. Hay que tener por tanto
en cuenta quién fue el máximo responsable de esta violencia. Además, la
violencia policial nunca tuvo un apoyo social y político importante. Sólo si
llegamos a un relato riguroso de nuestra terrible historia pasada podremos
comenzar a caminar hacia adelante.
¿Quiere la sociedad vasca enfrentarse a ese relato actualmente?
No. A la sociedad le
interesa un tipo de relato más autocomplaciente, uno en el que todos fuimos
culpables, porque para que el terrorismo tuviera la profundidad que tuvo contó
con el apoyo de miles de personas de forma directa y con otro tipo de apoyo, el
de los que no hicieron nada, el de la gente que miró hacia otro lado. Para un
sector importante de la sociedad, que a día de hoy está en contra del
terrorismo pero que entonces no se movilizó contra él ni tuvo una palabra
amable con las víctimas, puede resultar muy incómodo enfrentarse a lo ocurrido.
Eso sin embargo es algo habitual en territorios que han sufrido la
violencia.
Sí, no es muy diferente
de otros fenómenos vividos en distintos países. La Francia de después de la II Guerra Mundial inventó
un relato que magnificaba la labor de la resistencia francesa, algo que ahora
sabemos que es mentira: hubo más personas que apoyaron al gobierno de Vichy que
aquellas que se enfrentaron al nazismo. En países del este tras la caída del
muro de Berlín o en Polonia y Hungría ahora mismo, se está reelaborando un
nuevo relato histórico que trata de echar tierra sobre lo ocurrido, de
dulcificar aquellos periodos donde una parte de la población colaboró con las
persecuciones políticas. El caso vasco y esa manipulación por tanto no es algo
excepcional. La sociedad vasca no quiere enfrentarse a su pasado traumático, no
es cómodo y no lo será durante mucho tiempo.
¿Hay riesgo de desmemoria en ese sector de la juventud cada vez
más numeroso y que apenas tuvo contacto con el terrorismo?
Absoluto. Hace poco se
hizo un estudio en las tres universidades vascas y la mayor parte de los
estudiantes, que tenían en torno a los 19 años, no tenían ni idea de lo que
había ocurrido en el País Vasco los últimos cuarenta años. Confundían a Miguel
Ángel Blanco con Carrero Blanco, desconocían los apoyos que había tenido la
organización terrorista... Es un peligro que corremos. A los chavales jóvenes
esto les suena como a gente de mi generación las guerras carlistas, es decir,
algo que sucedió hace mucho tiempo.
Lo cierto es que los universitarios de hoy en día apenas han
tenido contacto con la violencia.
Claro. Muchos de ellos
nacieron a finales de los noventa y como mucho la imagen que pueden tener es la
de algún atentado tardío como el de la
T 4, pero no conocen todo lo que hubo detrás del terrorismo,
todo el apoyo social.
¿Habría que introducir esta historia reciente en las aulas?
Sin duda. Dentro de los
programas de estudio no se contempla la posibilidad de estudiar lo que ha sido
el terrorismo. Si no se incluye en el currículum y se dan materiales
específicos a los profesores, en poco tiempo el terrorismo interesará sólo a
las víctimas o a quienes investigamos el pasado. Sí que existen iniciativas en
las que víctimas tanto de ETA como de grupos policiales cuentan sus
experiencias en las aulas. Sí, y eso a nosotros como historiadores nos parece
muy bien, aunque consideramos que carece de un contexto histórico que pueda
explicar la dimensión de lo que verdaderamente fue. Porque si eso no se
incorpora a un programa de historia, la experiencia puede quedar como cuando
víctimas de accidentes de tráfico van a contar su terrible testimonio. Los
chavales se sienten conmovidos, pero si no les hablamos de cómo y cuando surge
el terrorismo, de qué fue la dictadura, la democracia... Si nos les hablamos de
todo ello, al final no tienen una idea real de lo que fue ese fenómeno.
Opinión:
Nuevo año, errores viejos.
Nuevas entrevistas con especialistas que se dedican a
hablar de memoria, dignidad, historia, verdad…. relacionándolo con “las” víctimas
del terrorismo”.
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