07 enero 2017
“Las víctimas han
tenido un comportamiento impecable”
“Deberíamos hacer un esfuerzo para
instalar la verdad histórica. En lo más elemental tendríamos que estar todos de
acuerdo sobre lo ocurrido en Euskadi”, recalca el escritor Ramón Saizarbitoria
Ramón Saizarbitoria (San Sebastián, 1944), uno de los
grandes renovadores de la narrativa en euskera, comparte desde este año la Medalla de Oro de Gipuzkoa
con otros personajes como Pedro Miguel Etxenike, Iñaki Gabilondo o Benito
Lertxundi. En su caso, por su aportación al euskera y la cultura vasca. “Me lo
dan a mí, pero como representante de una generación”, aclara, socializando de
golpe ese reconocimiento con los escritores en euskera de los años 60.
El autor de ‘Ehun metro’ (1974) y ‘Martutene’ (2013) acaba
de traducir al castellano su novela ‘La Educación de Lili’, todas ellas editadas por
Erein. Tímido e irónico a partes casi iguales, con una mochila cargada de un
pesado sentimiento de culpa –que en parte él atribuye a la educación recibida
en los frailes Corazonistas-, Saizarbitoria valora mucho la posición vital de
las víctimas del terrorismo en todos estos años, pese a que el reconocimiento
les ha llegado muy tarde.
Habla pausado, pensando mucho las respuestas, pero sin
soslayar ninguna cuestión por incómoda que le pueda resultar. Lleva en su
rostro la huella del paso indomable del tiempo, usa las manos para reforzar de
vez en cuando su verbo tranquilo. 72 años presiden la conversación en un San
Sebastián frío que huele a talo y txistorra.
Entre la obra de los escritores
consagrados como Bernardo Atxaga, Joseba Sarrionaindia o usted mismo, los que
van camino de ello como Kirmen Uribe, Harkaitz Cano, Eider Rodríguez o Karmele
Jaio y los nuevos valores, ¿cómo ve la narrativa en euskera actual?
A nosotros nos tocó vivir una época muy divertida. Era muy
fácil renovar e inventar. Estaba todo por hacer, también en relación con el
idioma y su unificación o en nuestras profesiones. Estábamos en el
subdesarrollo más absoluto. Por eso, en un momento llegué a pensar que ya no
tenía mucho sentido seguir escribiendo porque entró gente con auténtica
vocación literaria como los Atxaga, etc. Siempre he pensado que lo de ser
escritor es algo que quiza tengo sobrevalorado. Me da un poco de vergüenza
definirme como escritor. Y sin embargo estos jóvenes tenían esa vocación.
Claramente hay una renovación en marcha y una eclosión de autores. Y la
evolución que ha tenido la lengua, el euskera en estos años es similar a la que
haya podido tener el castellano en 100 años. Hemos salido de ese subdesarrollo
rápidamente y aprovechándonos de la militancia, las ganas, el lector
comprometido o que compra para ayudar aunque no lea, algo que en el castellano
ha estado ausente. Pero ahora nuestra obra compite con nuestra propia obra en
castellano: cada vez con más rapidez, el escritor euskaldun propone su obra en
euskera y castellano y eso no sabemos adónde nos va a llevar. Y la militancia
con el euskera ya no es como al principio, está cambiando, esto se normaliza.
¿Lo ve como un riesgo o como una
realidad que se va imponiendo en una comunidad con dos idiomas cooficiales?
La globalización nos trae eso, y nosotros vamos a estar en
ese mundo global. Si tuviera 30 años no habría escrito mis últimas novelas, al
menos habrían sido mucho más cortas, me hubiese contenido más.
Su novela ‘Martutene’ es
ciertamente monumental, según la crítica.
Sí, pero el temor a que te abandonen o a aburrir está en
todas partes. Verdaderamente hay una infantilización del público y luego ahora
hay una necesidad de vender, las editoriales se tienen que mantener. Tienes que
pensar en factores de éxito y en no perder al lector. Esto en mi época, en la
etapa de la Editorial
Lur , era impensable.
Bueno, imagino que con 72 a sus espaldas se
enfrentará a esta realidad de otra manera.
Así me enfrenté en ‘Martutene’. Yo veía que tenía una
novela y quería que se leyera, sentirme con capacidad novelesca, decir cosas a
través de los personajes. Cada lengua crea su propio hábitat, su propio pozo:
su cátedra, su crítica, sus pequeños medios. Algo que incluso puede tener
cierta parte ficticia, artificialmente creado o apoyado, no lo niego. Y los
escritores vascos en castellano están fuera de ese asunto. Pero en ese pozo
propio, donde estoy bien considerado, he decidido que voy a hacer lo que me
apetece. Y si como Philip Roth en ‘Pastoral americana’ quiero dedicar cuatro
páginas a la fábrica de guantes, pues adelante. Sin duda, eres más libre.
Aunque todo esto va a una velocidad impresionante.
Pese a la existencia de ese microcosmos para el
euskera, incluso sobreprotegido, da a entender que no cree que esa nueva
generación de narradores lo tenga más fácil.
No lo va a tener más fácil. Van a tener acceso a dos
sistemas literarios: el euskaldun y el de castellano. Pero esa ventaja la
tendrán, en la medida en que el euskera aguante y se desarrolle, porque van a
estar junto a los demás en un mundo globalizado.
Ahora que habla de cátedras y
microcosmos, imagino que leyó la entrevista al escritor y exmiembro de ETA
Joseba Sarrionaindia, que ha salido al ágora al calor de la Cátedra de Lengua y
Cultura vasca en la
Universidad de la
Habana.
¿Con el Instituto Etxepare, no? (silencio) Yo creo que
nuestros problemas y soluciones están aquí, entonces lo de las cátedras no me
entusiasma mucho. No digo que sean elementos de propaganda, no quiero ser duro
en la crítica, pero no cabe duda de que la literatura en euskera se conoce en
el mundo en castellano. Todo puede ayudar a la proyección del euskera y de
Euskadi, pero hay que centrar los esfuerzos más aquí.
¿Leyó con atención la entrevista?
¿Ni como metáfora vital del paso de esa foto en blanco y negro que teníamos de
Sarrionaindia cuando se escapó de la prisión de Martutene, a la instantánea a
color de un escritor entrado en años junto a la universidad de la isla
caribeña?
Me pasa mucho con los periódicos, que dejo las cosas para
leer a la noche y luego se me van. De Sarrionaindia, jo, se me hace difícil
hablar. Creo que trata de hacer autocrítica y de revisarse él mismo y desde
luego es un excelente escritor, eso sí que está fuera de toda duda. Pero…
He recuperado esta frase de la
entrevista en referencia a ETA: “Debía haberse negociado 20 años antes, se
hubieran ahorrado muchas desgracias”.
¡20 años dice! Soy respetuoso con los que dan pasos porque
a mí también me ha costado darlos y no me he enterado de las cosas en el tiempo
en que me tenía que haber enterado. Con la víctimas por ejemplo. Yo he hecho
cosas terribles: de Cuba … pues he sostenido a Fidel más de lo debido, a
Aleksandr Solzhenitsyn, no estoy seguro, pero cuando inauguró el Gulag seguro
que me pareció un desalmado. Quiero decir, que entiendo que alguien no se ha ya
enterado de no sé qué o que se haya enterado más tarde que yo, aunque también
eso tiene un límite. Pero no son 20 años, son muchos más años. Hay gente que
participó activamente armas en mano y lo dice. ¿Para qué se dice esto? ¿Para
dignificar la lucha armada? ¿Porque si hubiera tenido un buen final entonces se
hubiera justificado mejor lo ocurrido o porque se hubiera ahorrado mucho
sufrimiento? Pues no lo sé. Tendría que decírselo primero a la cara a
Sarrionaindia y no a través del periódico. Y seguro que lo dice con muy buena
voluntad, se ha enterado y lo está diciendo, porque la realidad es que hay
otros que lo siguen negando.
Claro, en ese mundo falta todavía
un reconocimiento del daño causado.
Y es verdad que algunos pretender contar la historia de
manera que no se distinga entre una barrera tan importante como es una
dictadura y una democracia, que podemos decir lo que queramos de ella, pero
asimilable a las de nuestro entorno. Que pretenden diferenciar una ETA que
actuaba contra uniformes en defensa de una dictadura de la ETA posterior. En la etapa de
mi novela ‘Ehun metro’, y la escribí en 1974, ya tenía claro que aunque se
justificaba aquello, yo creía que no conducía a nada. Mi convicción es que
mejor no hubiera existido, pero admito que era una ETA distinta y que en aquel
contexto el mundo mundial aceptaba la lucha armada, incluidos los Estados
burgueses: hay que recordar que Francia no se enfrentó a ETA hasta los años
80.Y luego el término que utiliza Sarrionaindia de “negociado”, creo que una
palabra más afortunada sería “abandonado”.
Usted dijo que, tras el final de ETA, iba a ser más
fácil que emergieran los matices en el relato de lo que nos ha pasado con la
violencia y el terrorismo. ¿Cree que, tras más de cinco años del cese
definitivo de la violencia, está ocurriendo eso?
Deberíamos hacer un esfuerzo para instalar la verdad
histórica, en lo más elemental, en el núcleo tendríamos que estar todos de
acuerdo sobre lo ocurrido. Y aquí les cuesta. Algo que, por ejemplo, los
alemanes ya han hecho de alguna manera. Aquí con el franquismo hay que decir
que seguro que los comunistas hicieron tal y los anarquistas lo otro, pero lo
principal es que hubo un alzamiento militar contra un poder legalmente
constituido. Que luego hubo ‘rojos’ muy malos y franquistas muy nobles, seguro.
En la verdad histórica básica deberíamos ponernos de acuerdo. Y en nuestros
últimos años de historia en Euskadi, un poco lo mismo. Historiadores y
académicos de sensibilidades distintas deberían reunirse en torno a una mesa
para acordar, como dice muy bien Woody Allen, “que Bélgica no invadió Polonia”.
Hay cosas que tenemos que tener claras, a mí no me da para detenerme mucho en
los matices. Y veo que cada uno está queriendo hacer su historia.
La batalla de relato, vaya.
Sí. Es verdad que los matices, en determinada fase
histórica, pueden ser inoportunos. Y no veo que estemos tan maduros para
plantear los matices. Además, tenemos mucha tendencia a expresar nuestro
pequeño dolor ante situaciones que no son comparables. Ese discurso de “todos
hemos sufrido” pues comparado con el de otros creo que es de mal gusto, pese a
que también hayan sufrido y sea un hecho.
Por poner un ejemplo, la novela
‘Patria’, de Fernando Aramburu, ¿cree que entra en esos matices?
Buena pregunta. Creo que lo que cuenta es el retrato de un
momento determinado en esta sociedad, y él hace un esfuerzo en poner todos los
arquetipos, algunos tal vez más caricaturizados que otros y en alguno se le
puede haber ido la mano, pero hay un intento de meter todos los elementos, la
tortura, el arrepentido… ¿Eso nos ayuda a entender la historia? A mí no. ¿Un
joven que lo lea lo entenderá mejor? (silencio) Pero no creo que le haya hecho
daño, no, ni que esa visión perjudique. Ha sido bastante equilibrado, está un
poco todo. Pero hay poca introspección: no se ve muy bien de dónde venimos, es
más bien la descripción de un momento determinado próximo en el tiempo. No se
va a los 20 años aquellos que hablábamos antes, donde las cosas eran bastante
diferentes. El militante de hace unos años de ETA no tenía nada que ver con el
de hace 40 años.
¿Diría que está pendiente una gran
obra sobre la violencia en Euskadi al estilo de ‘Guerra y Paz’ de Tolstoi o en
el cine ‘El nacimiento de una nación’ de Griffith?
Sí. Creo que está por hacer.
Y ese sentimiento de culpa colectivo, que a veces
asoma en Euskadi, ¿no puede llegar a ser un bálsamo para diluir
responsabilidades?
Ese riesgo existe, el ¡cuánto hemos sufrido todos! Hay
mucha tendencia a eso en este país. Pues no, hay quien ha tenido más culpa y en
cualquier caso tener que recordar estas cosas de que aquí ha habido periodistas
que tenían que llevar escolta, etc. Y hay gente que está aún muy jodida. Somos
poco compasivos. La cantidad de viudas que han dicho eso de “espero que mi
marido sea el último”. Yo no sé si habría sido más rencoroso si me hubiera
tocado a mí. Las víctimas han tenido un comportamiento en general impecable,
salvo algunas manipulaciones. Y más en la etapa final que cuando el conflicto
era más gordo. Y es ahora cuando se les empieza a reconocer con los actos
públicos.
La culpabilidad está muy presente
en su obra. Algunos personajes, como Faustino Iturbe en ‘La educación de Lili’,
se sienten culpables incluso por lo que hicieron otros.
Debo confesar que tengo tendencia a sentirme culpable. Será
por mi educación en los ‘Corazonistas’.
Le preguntaba lo de la culpabilidad
del personaje Faustino Iturbe porque no sé si nuestros hijos e hijas no se
sentirán al final culpables por lo que estamos haciendo por ejemplo con los
refugiados, en la mayor crisis que ha vivido Europa tras las guerra mundiales.
A algunos sí. Igual que a los que tenemos cierta
información nos parece que la no intervención europea fue una vergüenza o, en
su caso, la de Francia y la debilidad de los gobiernos socialistas franceses. O
que en EE UU se lo pensasen e interviniesen en función de las elecciones. Y si
no es culpa, nuestros hijos tendrán vergüenza ajena, les parecerá increíble.
Usted es sociólogo de profesión,
pero escritor de devoción. ¿La escritura es para usted una suerte de exorcismo
vital?
Algo trato de resolver. Yo necesito la experiencia
personal. Para entender tiene que pasar algo por mí. Sí que creo que resuelvo
algo cuando escribo. Que lo que tengo en la cabeza lo acabo entendiendo mejor
cuando lo expreso a través de mi obra. No sé por qué con la novela. También hay
una necesidad de reconstruir la memoria, porque la tengo muy mala. Los que no
tenemos memoria necesitamos rescatar fragmentos. Por eso mi literatura es
fragmentaria. El ideal sería una sociedad en el que todo el mundo escriba, lea
y haga todo.
¿Por qué no le gustan las historias
sencillas y prefiere superponer capas de cebolla en sus novelas?
La necesidad de dar con algo central y volver a esa idea
central, expresarla mejor y mejor. No lo sé muy bien, algún psiquiatra debería
decírmelo tal vez. No me gusta la linealidad, la vida no funciona así, desde
luego la memoria no funciona así.
He leído que ha corregido sus dos
primeras obras: ‘Ehun metro’ y ‘Egunero hasten delako’. ¿Cree que han
envejecido bien?
No suelo volver a leer mi obra. Pero en todos estos años se
han ido haciendo traducciones y adaptaciones y ahora quería hacerlas yo. ‘Ehun
metro’, para algunos que hilen muy fino, podría parecer ahora apologética del
terrorismo, lo que en aquel tiempo no era. Pero no lo era ni para el censor.
Tengo la ficha del censor cuando la secuestraron y habla de que trato mal a la
‘poli’ y de algo sobre España y el País Vasco, pero no dice para nada de que
ensalzo el terrorismo o la figura del terrorista. Ni se les ocurre. He leído
que Yoyes vio la peli que se hizo de ‘Ehun metro’ la víspera de que le mataran.
Lo que es obvio en mi novela es que ese personaje de ETA ni por el forro se
puede cargar a un compañero porque abandone las armas. Ni te podías imaginar en
1974 que alguien de ETA podía matar a un compañero de armas por eso. Aunque ETA
era básicamente pelotas y, en gran medida, el que no era de ETA era porque no
tenía pelotas. Y a mí eso me parece obligado reconocerlo. Y, en cambio, hubo
otros que siempre fueron en contra del uso de la violencia, y no solo en las
filas constitucionalistas. Y ahí está el discurso del lehendakari José Antonio
Aguirre de “nunca el pueblo vasco utilizará la violencia para defender sus
ideas”. Y hay que reconocérselo. Y yo humildemente se lo reconozco, pero no era
mi caso. Y por eso también entiendo a otros que les ha costado más darse
cuenta.
Hemos empezado charlando sobre su
premio y quiero acabar con otro: el Nobel de Literatura de este año: Bob Dylan.
¿Qué le pareció?
Me dejó muy frío. No controlo mucha poesía, aunque me parece
genial este hombre. De todas formas, me llama la atención cómo se interpretan
los premios. Son injustos por definición, porque a la vez se ha dejado de
premiar a otros. La verdad es que yo soy antipremios, te meten en una
competitividad que no sé yo. Y luego hay una mala tendencia en los últimos
decenios del Premio Nobel de Literatura a buscar y fijarse en aquello en lo que
la sociedad no repara, que tiene su lado bueno, pero también malo. La poética
de Dylan puede ser interesante y ayudar a la gente a tomar conciencia de que
hay buena poesía y que no se reduce al formato clásico. Pero otro año ocurre
con una mujer, otro con un africano y, al final, pues Roth se queda sin premio
porque ni es mujer, ni africano. ¡Qué te voy a decir! Y me lo aplico también a
mí; ¿yo el mejor guipuzcoano? No he hecho ni hostias, he tratado de pasármelo
lo mejor posible. Y a mí lo que me hacía indigno era la dictadura. Vivir en
dictadura es lo peor que te puede pasar, tener miedo a hablar, a andar por la
calle. Vivir con miedo es una indignidad.
Opinión:
Cuando leo entrevistas con gente a los que les preocupaba
la política viviendo en el País Vasco y AHORA reconocen que no estuvieron a la altura,
que no se enteraron de lo que la banda terrorista ETA realizaba, que no sabían
que era tan complicado vivir con la experiencia de ser víctima del terrorismo, que
estaban pendientes de otras cosas… ya no sé qué pensar: si estaban colocados,
si eran idiotas o si, simplemente, eran unos cobades de mierda.
Creo que la útlima definición se le puede aplicar al tal Ramón
Saizarbitoria. No le recuerdo como uno de los cuarenta vascos valientes que
salieron a protestar tras un atentado como el de Hipercor. ¿Qué esperaba para
hacerlo entonces? AHORA es muy fácil posicionarse porque la banda terrorista ETA
ya ha cesado su actividad terrorista…
Aunque se le presenta como alguien apesadumbrado por lo
ocurrido le recuerdo a este señor que ni siquiera el titular es correcto:
Eso de que “las víctimas han tenido un comportamiento
impecable” no es cierto. El 99’99 por ciento de “las” víctimas sí lo hemos
tenido… pero hay que recordar que entre esas “las” también existen personajes
que aprovechándose del trabajo de otros han conseguido indemnizaciones,
subvenciones y pensiones que a poco que se investigue se podrá descubrir que se
han obtenido de manera fraudulenta, incluyendo a gentuza “herida” que ni tan
siquiera estaban presentes en el atentado del que tanto hablan.
Y tampoco se puede olvidar de aquellos que, sin tener el vínculo
familiar imprescindible por ley para ser considerados víctimas, se han dedicado
a hablar en nombre de todas las que, ESTAS SI, hemos tenido un comportamiento
impecable.
El señor Ramón Saizarbitoria es sociólogo y por lo tanto le
invito a que realice un estudio al respecto. Pero para eso hay que ser valiente
y no se yo si llegaría a serlo lo suficiente.
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