13 junio 2018
«Estuve más preocupado por la ética de la paz que por las
víctimas», admite el obispo Uriarte
Juan María Uriarte reconoce que estuvo «más preocupado por
la paz social y por la ética de la paz que por las personas que más estaban
sufriendo los efectos de esa falta de paz y de esa violencia, por las víctimas».
El obispo emérito de San Sebastián, que fue auxiliar de Bilbao, lo circunscribe
a una primera fase, no a los últimos diez años en la diócesis guipuzcoana,
donde visitó «a muchas víctimas de ETA y a algunas madres de presos, bien
afligidas y bien doloridas por la trayectoria de sus hijos y su futuro. Todos
reaccionamos tarde, también la
Prensa. No me justifico: a mí el Evangelio me tenía que haber
hecho despertar antes y ayudar a despertar a otros», asume.
La autocrítica episcopal se recoge en un diálogo que el
prelado vizcaíno ha mantenido con Mario Iceta, obispo de Bilbao, moderado por
el vicario general, Ángel María Unzueta. La conversación, recogida en un vídeo,
tuvo lugar en las instalaciones del seminario diocesano, días después del
comunicado de los obispos del País Vasco y Navarra, en el que pedían perdón «por la
ambigüedad y complicidad» de la
Iglesia vasca durante la historia de terror de ETA. El texto generó un hondo malestar
en una gran parte del clero, aunque fue aplaudido por otras instancias
Uriarte cree «haber contribuido, con otros, a ir gestándose
poco a poco ese deseo de paz y esa resistencia moral ante ETA y ante reacciones
que desbordaban los derechos humanos, como por ejemplo los casos de torturas.
Esto último lo hemos dicho, en su nivel y en su grado, con una palabras más
comedidas». Por eso rechaza la acusación de ambigüedad. «Decir que los obispos
vascos hemos sido equidistantes es ofendernos en lo más profundo de nosotros
mismos». El
prelado asegura que ha dialogado con todos los partidos «en orden a la
pacificación y a los pasos a dar. Incluso con los más distantes que puedan
estar de nosotros». Y
confirma haber realizado «bastantes gestiones discretas para acercar
posiciones, templar tensiones y ayudar a personas».
Esta implicación se remonta a 1977. Los obispos vascos
viajaron a Madrid para visitar a Adolfo Suárez y pedirle una amnistía total. «No
estamos nada seguros de que con una amnistía total ETA vaya a dejar de actuar
delictivamente como lo está haciendo hasta ahora. Pero estamos seguros de que si
no se da esa amnistía, va a seguir la tragedia y los crímenes. El presidente del Gobierno nos
hizo caso y decretó una amnistía total. Y ETA siguió matando. Eso hizo más
fuerte y profundo el sufrimiento», evoca Uriarte.
En esa línea alude al «encuentro máximo» que mantuvo en
1989 como mediador entre los enviados de Aznar y de ETA a petición del Gobierno y de
la banda. «Los efectos ulteriores quedaron como queda la nieve que cae sobre un
suelo que está aún cálido y se derrite. Pero prepara que otros copos puedan
cuajar. Quiero
pensar que no fue completamente inútil y que preparó el camino para otros
encuentros que fueron más eficaces».
Movimiento pacifista
Ambos obispos coinciden en que el movimiento pacifista tuvo
un origen cristiano. Uriarte apunta la cobertura de un magisterio episcopal
«insistente y enérgico» con respecto a ETA, que tuvo eco en comunidades
parroquiales y en parte de la juventud. «Gesto por la
Paz fue una de las
iniciativas más bellas en los tiempos de plomo», valora. Iceta recuerda los años en los
que la violencia tenía atenazada a la sociedad. «En
mi cuadrilla no se hablaba de política. Había miedo. Recuerdo el primer acto de
Gesto en Gernika. Fue rompedor. Alguien se atrevía a levantar la mano y decir
'esto no es así'. En los pequeños pueblos era más duro. Aquello ayudó a romper
aquel ambiente bunkerizado y monolítico. Se abrieron poros de libertad. Luego
ha habido una evolución ética de la sociedad para deslegitimar cualquier forma
de violencia y defender las ideas con la palabra, aunque queda camino por
recorrer».
Aunque en una sociedad secularizada la Iglesia ha pasado de ser
una institución omnipresente a una minoría significativa, los obispos
consideran que se ha abierto una puerta para la gran tarea de la
reconciliación, que va más allá de la mera convivencia y de la aplicación de la
justicia y la reparación del daño causado. Iceta aboga por «acompañar» a todas
la personas «que se han visto sumergidas en esta situación tan dolorosa. A las víctimas, que han quedado
absolutamente marcadas para siempre, y a quienes hicieron el mal y causaron
tanto dolor, que es la clave de nuestra pastoral penitenciaria». Con transparencia, pero sin
publicidad.
«Una sociedad donde las injusticias quedan impunes se va
deteriorando y destruyendo a sí misma», advierte Uriarte, que estima que se dan
las condiciones para iniciar un proceso de reconciliación activa. «Más que declaraciones públicas
solemnes tiene que haber acciones concretas y reales», apremia, ante el riesgo
de que la sociedad quiera pasar página y se olvide. Y sobre el perdón, señala que
«legalmente no se puede exigir a nadie, tampoco que se arrepienta de lo que ha
hecho y lo manifieste», pero lo ve necesario «para la paz social y la sanación
de las personas».
Opinión:
Para empezar, entiendo que hay una fecha que debe
revisarse. Se habla del “«encuentro máximo» que mantuvo en 1989 como
mediador entre los enviados de Aznar y
de ETA” y creo, humildemente, de deben ser los encuentros de 1999… algunas víctimas
ya opinamos al respecto de esos encuentros en aquellos años que parecen tan
lejanos.
Del resto de la información que cada uno saque sus propias
conclusiones.
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