15
octubre 2018
El regreso de la estrategia de la crispación
Casado y Rivera resucitan para desgastar a Pedro Sánchez la fórmula de
acoso y derribo que empleó hace diez años Rajoy en su oposición al Gobierno de
Zapatero
“El
Gobierno de Sanchez depende del secesionismo, España no puede estar
descontrolada por los
independentistas”, dice Pablo Casado, presidente del PP. Y Albert Rivera no le
va a la zaga: “Sánchez por mantenerse en el poder ha entregado España al
independentismo que quiere romperla. El Estado está contra las cuerdas”. Sobre
el País Vasco, Rivera dice: “Sánchez concede privilegios a los presos de ETA
para mantenerse en La Moncloa ”.
Casado no se queda atrás: “Sánchez premia al PNV y Bildu con el traslado de
presos por su vergonzante apoyo a la moción de censura”.
Da
igual que ese traslado de presos ya estuviera concertado con Mariano Rajoy o
que Sánchez responda al independentismo que no concederá el derecho a la
autodeterminación. Como a Rajoy le dio igual, hace diez años, que José Luis
Rodríguez Zapatero no cediera en su diálogo con ETA ni que el Estatuto de
Cataluña rompiera la unidad de España. Siguió acusándolo de “traicionar a los
muertos” y “romper España”.
La
verdad no importaba entonces ni ahora porque lo que hay y hubo hace diez años
es una estrategia de la crispación, dirigida por la derecha, caracterizada por
la sustitución del debate de propuestas por el ruido mediático, para erosionar
al Gobierno socialista. Así lo ve Ignacio Sánchez Cuenca, profesor de Ciencia
Política de la
Universidad Carlos III de Madrid, que, hace una década, junto
con Belén Barreiro, analizó el fenómeno para la Fundación Alternativas.
“Es un mecanismo que el PP aplicó en la última legislatura de Felipe González;
en la primera de Zapatero y hoy con Sánchez, acompañado de Ciudadanos. Consiste
en insistir en que España está amenazada como nación por la debilidad del PSOE,
cómplice de sus enemigos, y elige como campo temas sensibles como el terrorismo
y la cuestión territorial. Además, como vemos estos días, elude el debate
político al centrar la agenda en ataques personales a ministros y al
presidente”, señala.
Según
el estudio, la estrategia de la crispación, que no es un invento español sino
estadounidense, trata de desmovilizar a parte del electorado progresista, la
menos politizada, evitando los acuerdos; rompe el eje izquierda-derecha y lo
sustituye por el choque ideológico en cuestiones de Estado, como el terrorismo
y la cuestión territorial, que divide a la izquierda y moviliza a la derecha.
Los expertos precisan que en España “la derecha utiliza un lenguaje, muchas
veces insultante y
extremo, blande un fortísimo nacionalismo español, que patrimonializan, o salen
a la calle, como sucedió durante el diálogo del Gobierno de Zapatero con ETA.
Su pretensión última es que muchos ciudadanos próximos al PSOE dejen de votarle
porque les pese más la estructura territorial que las políticas sociales o de
igualdad, dónde gana a la derecha”.
Sin
embargo, Sánchez-Cuenca ve diferencias en el tratamiento de la crispación con
Casado y Rivera. “Hace diez años fue un mecanismo de desgaste del Gobierno de
Zapatero que Rajoy modulaba. Pero hoy es un mecanismo descontrolado por Casado
y Rivera, que actúan como aprendices de brujo. Influye en su exacerbación la
competencia entre ellos por la hegemonía de la derecha, pero, a diferencia de
Rajoy, son más doctrinarios y radicales y, por tanto, más peligrosos”. Además
influye el entorno internacional. “Entre 2004 y 2008 se vivía mejor que ahora,
lo que dificultaba que calase la crispación entre mucha gente que no entendía
el lenguaje extremo. Pero hoy, con el poso de desigualdad y desafección
institucional que ha dejado la recesión, la gente es más vulnerable a este
discurso”.
La
tercera diferencia es la irrupción de Podemos. “No existía cuando gobernó
Zapatero. Por ello, además del terrorismo y Cataluña, la derecha ha introducido
como línea de ataque al PSOE la acusación de radicalización izquierdista, de
subordinación a los bolivarianos, de conversión de España en una
Venezuela”. El PP, con su estrategia de la crispación, no consiguió echar a
Zapatero de La Moncloa. En
las elecciones de 2008, Zapatero mejoró sus resultados. Pero sí logró dividir
la sociedad e incluso enfrentar comunidades autónomas a cuenta de Cataluña. En
términos electorales, Zapatero ganó por la izquierda, pero perdió por el
centro, recuerda Sánchez-Cuenca. “Hoy Sánchez tiene difícil avanzar por la
izquierda porque está Podemos. Por el centro, Rivera con su derechización le ha
dejado más espacio”, apunta.
Sánchez-Cuenca
opina que para cerrar el paso al PSOE en su conquista del centro, PP y
Ciudadanos han activado una nueva modalidad de crispación. “En vez de presentar
alternativas de oposición, lo que hacen es atacar a los ministros
personalmente, incluso con métodos espúreos, como las cintas de Villarejo,
coordinados con medios de comunicación afines. Como este Gobierno sorprendió
muy favorablemente a la ciudadanía, tratan de deslegitimarlo no con el debate
político, sino presentándolo como el Gobierno de los líos. A diferencia de hace
diez años, cuentan con el efecto digital que dificulta el debate y tiende a
encerrar a la gente en un bucle”.
Pero
la radicalización de las derechas ha encontrado obstáculos inesperados. Así,
las asociaciones de víctimas del terrorismo, movilizadas contra Zapatero por su
diálogo con ETA, se han opuesto hoy a los intentos de Casado y Rivera de
utilizarlas contra el Gobierno por el acercamiento de presos. Cree
Sánchez-Cuenca que “si el Gobierno logra aprobar cuatro o cinco propuestas de
calado social y de reivindicación democrática, pueden ser una magnífica tarjeta
de presentación de cara a las elecciones que podrían neutralizar el intento de
la derecha de deslegitimarlo”.
Opinión:
Leer ahora esta información me produce un inmenso placer porque puedo
decir que denuncié estas situaciones hace muchos años, justo cuando estaban
sucediendo… cuando había ciertos personajes en algunas asociaciones de víctimas
que presentaban la idea de que el colectivo exigía justicia mientras, en
realidad, lo que hacían era permitir el uso partidista del dolor ajeno en
beneficio de algunas siglas e incluso en su beneficio propio…
Seguramente aparecerán ahora quien dirá que entonces también protestaba
pero ya me gustaría ver una sola declaración suya que certifique su supuesta
valentía, dignidad y criterio propio.
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