08 septiembre 2019
«Carmen
sufrió tantas amenazas de ETA que los últimos días sabía que la iban a matar»
«Le
aconsejaban mirar debajo del coche y decía: ‘¿Para qué?, si no sé ni lo que
tengo que buscar’. Rechazó tener protección especial, pensaba que si tenía que
pasarle algo, que la pillara sola»
Mercedes Tagle, médico de profesión,
rememora la vida de su hermana Carmen Tagle, fiscal de la Audiencia Nacional ,
y cómo transcurrieron las semanas, días y horas previas a su asesinato a manos
de ETA, el 12 de septiembre de hace treinta años. Pasaban quince minutos de las
tres de la tarde de un martes de final del verano cuando dos terroristas que
esperaban en su coche, en las inmediaciones, vieron llegar el Renault 12 de la
fiscal al número 17 de la calle Julio Palacios de Madrid. Carmen paró delante
de la puerta del aparcamiento mientras se levantaba la portezuela automática y,
en ese momento, uno de los asesinos se situó junto a la ventanilla abierta del
conductor y efectuó varios disparos que le causaron la muerte instantánea.
–Se
cumplen 30 años del asesinato de su hermana, la fiscal de la Audiencia Nacional
Carmen Tagle. ¿Cómo se logra superar algo así?
–Es muy difícil, la verdad. Todavía hay
muchos momentos en que parece que no ha pasado el tiempo. La pérdida de un ser
querido es para siempre. El dolor, gracias a Dios, el tiempo lo palia, pero la
ausencia se nota siempre, y en múltiples ocasiones duele como si estuviera
pasando ahora mismo. Superarlo sí es posible, pero solo con perdón, perdonando
a quien te lo arrebató y con la esperanza y la certeza, a la vez, de que la
vida de Carmen tuvo sentido y su muerte, paradójicamente, también.
–¿Estaba
muy unida a su hermana? ¿Cómo la recuerda?
–Estábamos muy unidas desde pequeñas. Nos
llevábamos solo 16 meses de edad. Todo lo hacíamos juntas, el colegio, los
amigos, los estudios… Todos en casa estábamos muy unidos desde siempre. Era lo
que nos enseñaban nuestros padres. Carmen era una mujer sobre todo vivencial y
apasionada, que disfrutaba compartiendo. No tenía hijos, y para ella los
hermanos, los sobrinos, y toda la familia era muy importante. Mis hijos eran
los primeros sobrinos y tenía con ellos una relación muy especial: los llevaba
a todas partes, les compraba de todo. Pasábamos con ella muchos fines de semana
y vacaciones. Recuerdo cuando me casé que me acompañaba a todo, los
preparativos, las compras, el piso... Tenía tanta ilusión que parecía ella la
novia.
–Sus
compañeros de la judicatura dijeron tras su asesinato que era una persona
«totalmente entregada» a su profesión, que ejercía con una «enorme valentía».
¿Quizás usted hubiera preferido que no hubiera estado tan expuesta?
–Carmen vivía entregada a todo. A la vida.
Todo lo hacía con pasión. Tenía un gran sentido de la justicia, llamaba a las
cosas por su nombre, y tenía una claridad meridiana en sus planteamientos y
quehacer diario. Su entrega era total a la verdad. «Amar, buscar y seguir la
verdad» era «Creía que la verdad era el camino para defender a los inocentes de
esos ‘locos’, como ella les llamaba» «Cuando no perdonas eres tú quien se queda
atrapado en el odio y la pena, quien no puede volver a sonreír» su lema. Todo
el que viva en ese orden, expone su vida. Es preferible vivir con pasión,
aunque estés expuesto. Y claro que da miedo, pero merece la pena. Esta forma de
vivir se la agradeceré siempre a mi hermana, yo prefería lo que ella prefería.
–Unos
meses antes del atentado, acompañó al juez Baltasar Garzón a París para asistir
a los interrogatorios de los dirigentes de ETA ‘Santi Potros’, ‘Josu Ternera’ y
Elena Beloki. ¿En alguna ocasión le comentó si sentía miedo de que le pasara
algo por su intervención en casos de terrorismo?
–Tenía miedo, mucho miedo, sobre todo
desde su viaje a París. Ella sabía que los dirigentes de ETA decían y hacían,
que no se quedaban en la amenaza. Tener miedo no es de cobardes. Carmen era muy
valiente, y de sobra sabía a lo que se exponía defendiendo la verdad: que los
asesinos cumplieran sus penas y que estuvieran dispersos. Era su forma de
luchar y estaba convencida de que ese era el camino para defender a los
inocentes de esos «locos», como ella les llamaba.
–Reláteme
cómo supo que se había producido un atentado mortal contra su hermana. ¿Quién
le avisó?
–Nos enteramos por TVE, hubo un avance
informativo, en el Telediario de las 3 de la tarde. A mí me avisó mi hija, de
13 años. Estábamos reposando la siesta después de comer y ella vio la noticia y
enseguida vino a avisarnos horrorizada y sobrecogida. Lo primero que pensé fue
en el dolor de mi hija y en mis padres. Salimos corriendo para ir a buscarlos,
vivimos muy cerca, y cuando llegamos al portal ya estaban ellos buscándonos a
nosotros. Siempre pensé que lo peor de esta noticia era para mi hija –había
estado con ella todo el verano, en Londres, estudiando inglés–, y por supuesto
para mi madre.
–¿Y
usted, qué sintió al saber que habían asesinado a su hermana?
–Cuando pensé en Carmen, lo primero que
sentí fue alivio por ella. Lo había pasado tan mal, con tanto miedo, con tantas
amenazas los últimos meses… Los últimos días ella sabía la cercanía de lo que
iba a pasar y casi no podía ni trabajar. El día anterior, 11 de septiembre, se
encontraba tan mal que no pudo acudir a la sala de juicios. Cuando yo supe la
noticia solo podía decir: ¡Ojalá que sea Carmen la última víctima de ETA!
–Era
conocida como la «fiscal de hierro» por la determinación con que ejercía su
profesión. ¿Qué decía de ese apelativo?
–Carmen era muy sensata. Tenía sentido del
humor y sobre todo mucha convicción en lo que hacía. Era seria y rotunda en su
trabajo y en la vida. No se dejaba amilanar por nada ni nadie. Por otro lado,
era muy humana, cariñosa, tierna y divertida. La ‘fiscal de hierro’ bailaba
sevillanas estupendamente y disfrutaba mucho de la vida. Con ella lo pasábamos
siempre bien.
–¿Sabe
si mantenía algún tipo de precaución en su vida cotidiana, como modificar
horarios, lugares, y otras técnicas de seguridad personal? ¿Había solicitado en
alguna ocasión llevar escolta?
–Ella tenía precaución, pero cuando le
aconsejaban, por ejemplo, que mirase debajo del coche ella decía «¿para qué? Si
no sé ni lo que tengo que buscar». Hubo un tiempo en que no quiso protección
especial. Pensaba que si tenía que pasarle algo a ella que por lo menos la
pillara sola. Que si iban a por ella que la encontraran a ella y no tuvieran
que padecer ni los escoltas ni nadie. Los últimos meses, ante tantas y tan
serias amenazas, tenía mucho miedo y entonces sí pidió protección, pero le fue
denegada. No sé cuál sería la razón.
–El
miembro de ETA Henri Parot fue condenado a 30 años de prisión por el asesinato
de Carmen. ¿Qué le diría si lo tuviera delante?
–La verdad es que no se qué le diría.
Quizás le preguntaría: «¿Por qué?». Le pediría que me dijera «lo siento» y que
pidiera perdón a mis padres y a mi hija.
–¿Se
puede perdonar algo así?
–Sí, sí se puede perdonar una cosa así.
Cuando no perdonas eres tú el que se queda atrapado en el dolor, el odio, la
pena. Eres tú quien no puede volver a sonreír. Así es que, por tu propio bien,
haces posible el perdón.
Reconocimiento
–¿Cree
que su hermana ha tenido el reconocimiento merecido como víctima del
terrorismo? ¿Hay algo que la familia haya echado en falta en este tiempo?
–No, ninguna víctima ha tenido el
reconocimiento merecido por parte de la sociedad política. Sí lo ha tenido por
la sociedad civil. La familia, al menos hablo por mí, y creo que también por
mis hermanos, hemos echado de menos hablar más de las víctimas y tenerlas más
presentes. Siempre hemos sentido que se hablaba mucho de los terroristas, a
quienes a mi juicio había que haber callado y mantenido lejos de los medios de comunicación,
porque eso es lo que ellos querían y lo que les ha mantenido ahí. Echamos de
menos que en las escuelas no se hable de esta parte de España. Es nuestra
historia, es importante y todas las jóvenes generaciones se están viendo
privadas del derecho a conocer su historia.
–¿Cómo
les han contado a los más jóvenes de la familia, sus hijos y otros sobrinos de
Carmen, quién era su tía y cómo fue asesinada?
–Nunca hemos hablado mucho del asesinato
de Carmen con los jóvenes de la familia. Cuando sucedió eran muy pequeños. De
su tía sí hemos hablado mucho y hemos recordado muchas veces nuestra vida con
ella y lo que disfrutábamos. Esto sí engrandece el alma y no el hablar del
horror. Ahora son mayores y ya han conocido y comprendido muchas cosas de las
que pasaron y están capacitados para el perdón y la alegría de vivir que
heredaron de su tía Carmen.
–¿Cómo
hubiera asistido Carmen Tagle al cese de ETA, al desarme y disolución que se ha
producido en los últimos años?
–Estoy casi segura de que lo habría vivido
con alegría y muchísima esperanza. Así era ella, a pesar de que, como todos,
tendría sus recelos. Creo que mientras «el que la hace» no pida perdón, no
estará todo acabado.
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