15
septiembre 2019
Mireia Martínez: «Despertar la empatía de las personas es ya una victoria»Su hermano de 3 años, Xavi Martínez, fue la víctima mortal más joven del atentado terrorista del 17-A en Barcelona
Hace ahora dos años, Mireia
Martínez (Sabadell, 1996) miraba desubicada y sin saber exactamente qué pasaba
a su padre, Javier Martínez, cuando él concedía su primera entrevista. Días
atrás había perdido a su hermano Xavi el crío de tres años al que los
terroristas arrebataron la vida en La
Rambla aquel 17-A que nos marcó a todos para
siempre. Hoy Mireia habla por primera vez con un sosiego, una madurez y una
dignidad descomunales.
-Antes que nada, ¿cómo está?
-Un poco agobiada. Estos dos años
mi familia ha parado, pero yo he seguido con mi vida porque quería
normalizarla. Pero ahora, al final de mi carrera de Psicología, me he dado
cuenta de que no estaba curando la herida, sino que estaba simplemente
taponándola. Y quiero hacer un parón para curarla.
-¿Qué ha cambiado en estos dos
años?
-El atentado marcó un antes y un
después: mi vida no se parece en nada a la de antes. Ha cambiado mi familia,
mis amistades, mi manera de pensar. Si intento ser positiva, pienso que ha
habido un crecimiento personal. Yo no he tenido una vida muy fácil [de pequeña
le diagnosticaron cáncer], pero esto ha sido aprender de la vida.
-Hábleme de ese cambio de
pensamiento.
-Antes yo me sentía protegida;
sentía que si tenía un problema el Estado me iba a ayudar. Pero, cuando te
ocurre algo de este calibre y te ves solo en el mundo, te das cuenta de que
nada tiene sentido. Sobre todo te das cuenta de que falta humanidad.
-¿A qué se refiere?
-Para empezar, a efectos legales no
soy ni víctima porque no estaba allí, a pesar de que perdí a mi hermano. Tras
el ruido mediático de mi padre, me ofrecieron una psicóloga que, tras un año de
tratamiento, todavía no ha cobrado. Nos sentimos muy solos, sin orientación: la
atención a las víctimas ha sido un desastre desde el momento cero.
-Una víctima de Hipercor, Jordi
Valls, me dijo que se sentía “como un expediente más”.
-Completamente. Para el Ministerio
somos un número: no ha habido ni un 'cómo estás'; los medios se han centrado en
la lucha política y las víctimas hemos quedado escondidas; y desde la ACVOT , la asociación
catalana de víctimas, nunca se han puesto en contacto con nosotros, por eso
colaboramos con Robert Manrique y la UAVAT.
-Su padre me dijo: "Quiero que la muerte de mi hijo sirva para
algo". ¿Cree que ha sido así?
-Yo creo que sí. Mi padre encontró
fuerza de no sé dónde para tocar conciencias; para que la gente sepa que somos
personas normales y que esto les podría pasar a ellos. El principal problema de
la sociedad es la falta de empatía, y, por mucho que no consigamos todo lo que
queremos, despertar la empatía de las personas es ya una victoria.
-Tras dos años, ¿cree que el
17-A es un tabú en la sociedad catalana?
-Totalmente: cuando sale una
noticia sobre el tema como para pedir explicaciones, la gente lo hace dos días
y luego se corre una cortina de humo. El 17-A es dolor, y la gente no quiere
dolor.
-¿Cómo afronta su familia el
juicio?
-Estamos preparados, todavía
esperando fecha. Nosotros pensamos que el CNI tuvo alguna responsabilidad, como
mínimo por negligencia. También exigimos una Comisión de Investigación. Yo
tengo muchas ganas de luchar por un cambio: me doy por satisfecha sólo con
poder cambiar la vida de alguien que pase por lo mismo que yo. No sólo luchamos
por nosotros: luchamos por todos.
Opinión:
Tras leer la entrevista de
Mireia Martínez sólo me queda decir que siento en lo más profundo no haber
contactado antes con toda su familia... la UAVAT se creó en febrero de 2018 y no fue hasta
mayo que conocí a su padre, a Javier.
Esos nueves meses transcurridos
desde el día del atentado hasta que nos conocimos fueron meses que habríamos
ganado en todo el trabajo y la asistencia pendiente... pero las noticias que
llegaban desde el Ministerio de Interior los meses posteriores a los atentados
hablaban de una asistencia completa con todos los recursos necesarios.
A la vista está que no decían
la verdad.
Ni del ministerio de Interior
nio de aquellos que dicen trabajar por las victimas pero, evidentemente, ni las
buscan ni mucho menos las asisten.
Pero el tiempo pone a cada uno
en su sitio y la verdad siempre acaba por aparecer.
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