29 septiembre
2019
Interior asegura que la
administración puede actuar de oficio para conceder esa medalla, aunque debe
contar con el visto bueno de los familiares. Desde el entorno de varios
fallecidos señalan que nunca les han planteado esa posibilidad.
Aquel “agur” se convirtió en el último. En una despedida
imprevista y fulminante. En el prolegómeno de los disparos que acabarían
con su vida y le dejarían
en el suelo, agonizando en un charco de sangre. El 28 de septiembre de 1979,
Tomás Alba, concejal de Herri Batasuna en Donostia, se desplomaba a la salida
de una sidrería de Astigarraga tras ser acribillado a balazos por miembros de un grupo terrorista de
extrema derecha, el Batallón Vasco Español (BVE).
El nombre de Alba
aparece en el listado de víctimas del terrorismo que fueron indemnizadas
por el ministerio del Interior, aunque no sin ciertas trabas: luego de recibir
las primeras indemnizaciones, el Estado intentó evitar que la familia del concejal de HB
recibiera la cuantía que le correspondía en función de lo establecido en la Ley de Reconocimiento y
Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo.
En septiembre de
2014, el Gobierno de Mariano Rajoy se negó a otorgar esa nueva indemnización a
sus familiares, bajo el argumento de que el asesinado había sido parte de HB, formación política que acabó ilegalizada por su supuesta vinculación con ETA.
El caso llegó a la
Audiencia Nacional , que en 2016 dio la razón a su viuda e
hija y obligó al Estado a pagar el monto correspondiente.
No obstante, hay
otro listado en el que Alba sigue sin estar registrado: la Gran Cruz de Reconocimiento
Civil a las Víctimas del Terrorismo, instaurada por el Gobierno de José
María Aznar, excluye a víctimas que, al igual que el ex concejal de HB,
murieron en atentados cometidos por el GAL o el Batallón Vasco Español.
Fuentes de
Interior señalaron a Público que tras una reforma legal producida
en 2013, la Gran Cruz
“se puede conceder a instancia de los familiares de la víctima, o también podrá
iniciarse de oficio” por parte de dicho ministerio, “previa consulta con
los destinatarios”.
En ese mismo
sentido se expresó en marzo de 2018 el entonces subsecretario de Interior, Luis
Aguilera Ruiz, a raíz de una pregunta formulada por la diputada de Unidos
Podemos Eva García Sempere, quien requirió información sobre las razones por
las que Yolanda
González –la joven asesinada por miembros de Fuerza Nueva en
1980–, así como “otras víctimas, hasta ochenta, del GAL y del Batallón Vasco Español, además
de otros grupos terroristas de extrema derecha” no eran reconocidas con esa
medalla.
Según consta en
las actas de esa sesión, el entonces subsecretario de Interior sostuvo que “la
falta de reconocimiento de la condecoración a la que alude su señoría en
absoluto tiene que ver con la organización o grupo autor del atentado,
sino con que no haya sido solicitada por sus familiares, según la información
que remite la
Dirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo”.
“Las
condecoraciones de la Real
Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo
se tramitan con carácter general, previa solicitud expresa de los interesados,
aunque cabe también la iniciación
del procedimiento de oficio, en este caso siempre también con el
consentimiento de los interesados y su previa conformidad”, apuntó.
En ese contexto,
desde la Fundación
Egiari Zor –formada por víctimas del GAL y de otros grupos–
señalaron a Público que no hay
constancia de que el Estado se haya puesto en alguna ocasión en contacto con familiares
de los asesinados para
plantearles la posibilidad de solicitar esa medalla.
“Las víctimas del terrorismo de los GAL, Triple A o
Batallón Vasco Español a día de hoy seguimos trabajando para superar la
categorización que sufrimos”, dice a Público la portavoz de Egiari Zor, Ane
Muguruza. Su padre, el diputado de Herri Batasuna Josu
Muguruza, fue asesinado el 20 de noviembre de 1989. “Debemos lograr un
marco legal de reconocimiento y reparación para todas
las personas que sufrieron
violaciones graves de Derechos Humanos en el contexto de conflicto de Euskal
Herria –continúa su hija–: misma vulneración, mismos derechos,
independientemente del origen de la violencia padecida”.
"Distinciones"
Evidentemente,
hay víctimas de la extrema derecha y del GAL que no han sido tratadas con el
mismo rigor y cariño que
algunas víctimas de ETA, porque tampoco todas las de ETA han sido tratadas como
merecen. Siempre ha habido distinciones”, afirma a este periódico Robert
Manrique, sobreviviente del atentado de Hipercor y asesor de la Unidad de Atención y
Valoración a Afectados por Terrorismo (UAVAT).
Por su parte,
fuentes del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (COVITE,
organización que incluyó el asesinato del concejal de HB Tomás Alba en su “Mapa
del Terror”) consideraron que los asesinados por el GAL u organizaciones
similares “también son víctimas del terrorismo,
pero también es verdad que hay ciertos reconocimientos que implican un honor
que esas personas, al haber sido del entorno de una banda terrorista,
no tienen”, algo que contraponen con aquellas víctimas “100% inocentes”. En el
caso de Alba, consideraron que “no era un terrorista directamente, pero sí era
del entorno de la banda”.
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