14 junio 2020
«Mi padre se dejó la vida contra ETA y
se ha olvidado»
25 años del atentado. Alba, hija del
policía nacional asturiano Enrique Nieto, asesinado por el etarra Valentín
Lasarte, reivindica la figura de su padre
Fueron muchos los planes de futuro que aquella mañana de verano se
quedaron sobre el asfalto de la avenida de Sancho El Sabio en San Sebastián.
Los peces por pescar en su querido río Piloña, las canciones por cantar
acompañado de su guitarra en reuniones familiares, los chistes por contar para
alegrarle el día a sus compañeros y las horas por disfrutar con sus hijas y
esos nietos a los que nunca conoció le fueron arrebatados aquel 8 de junio
maldito al policía
nacional asturiano Enrique Nieto Viyella a golpe de
pistola. Cuenta su hija Alba, veinticinco años después del atentado, que
el entonces encargado de encabezar la Unidad Territorial
Antiterrorista de Guipúzcoa acertó a ver a su ejecutor. «Le reconoció y solo le
dio tiempo a girarse un poco antes de que Valentín Lasarte apretase el gatillo
apuntando directamente a su nuca, por eso no le mató en el acto», explica esta
mujer que creció con el miedo de saberse «vigilada por los cachorros» de la
banda terrorista.
Mientras la vida se le escapaba a Nieto, que yacía tendido
a escasos metros de su vivienda, de la que acababa de salir para encarar una
nueva jornada laboral, su asesino confeso se aprovechaba de la confusión
reinante para huir del lugar en moto, creyendo cumplida su macabra 'misión'.
Pero se equivocaba. Enrique, natural de Infiesto, siempre fue un luchador y todavía peleó
durante más de cuatro meses por su vida. Fueron 133 días de
agonía para su familia, quienes no se separaron de la cama en la que el policía
permanecía en coma profundo en el Hospital Nuestra Señora de Aránzazu de la
capital donostiarra. Finalmente, Nieto no pudo superar las graves lesiones y
falleció el 19 de octubre de 1995,
a los 46 años y dejando viuda, dos hijas de 25 y 21
años, Paola y Alba, cinco hermanos y a su madre, María Dolores, quien «estaba
destrozada, pues ya había enterrado a su marido y otro hijo».
«Ni olvido ni perdón»
La más pequeña de sus dos hijas, Alba, aún recuerda como si fuera
ayer la imagen de aquellos compañeros a los que Enrique Nieto no
quiso abandonar, pese a que «le ofrecieron cambiar de destino por estar
amenazado», haciendo guardia ante la puerta de su habitación del hospital
cuando terminaban su turno de trabajo. No se borra tampoco de su mente la
multitudinaria despedida que Piloña brindó a quien fue uno de sus hijos más
queridos o el traslado de los restos de su padre a hombros de los compañeros
con quienes tantas horas pasó en la lucha contra el crimen. Es por eso por lo
que no entiende la «poca memoria» de la sociedad con alguien que «hizo tanto
por el País Vasco». «Mi padre se dejó la vida en la lucha contra ETA y parece que se ha
olvidado», critica. Y añade que «todo el mundo se
acuerda de los políticos asesinados, algo lógico y necesario, pero hubo muchas
más personas que lucharon contra el terrorismo de forma discreta».
Los familiares de Enrique Nieto, asevera Alba, «ni olvidamos ni
perdonamos al animal que lo asesinó a sangre fría». Y critica duramente que Lasarte, el
etarra que le arrebató a su padre en un ataque por la espalda, «esté en la
calle tras haber asesinado a siete personas». Siete vidas segadas por la
sinrazón. Siete familias destrozadas. Como la de Nieto, que en apenas unos
segundos se quedó sin esa sonrisa tan suya, sin «esa alegría que emanaba y que
contagiaba a todo el mundo».
Opinión:
Totalmente de acuerdo con Alba cuando dice que “todo
el mundo se acuerda de los políticos asesinados, algo lógico y necesario, pero
hubo muchas más personas que lucharon contra el terrorismo de forma discreta”.
Cuando leo estas palabras pienso especialmente en aquellos que siempre están
intentando obtener rendimiento del terrorismo y de “las” víctimas, los que se
llenan la boca con su “apoyo” pero que no han tenido un recuerdo para otro
policía asesinado en Barcelona hace 45 años, la primera víctima mortal de la
banda terrorista ETA en Catalunya.
Hay tantas familias destrozadas por el terrorismo
que escuchar a una víctima expresar sus sentimientos es todo un privilegio.
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