21
junio 2020
Begoña
Urroz, un punto de inflexión en el reconocimiento a las víctimas
Se
cumplen sesenta años del atentado del DRIL que mató a la pequeña en Amara, una
fecha para homenajear
a todos los afectados por el terrorismo
Hace sesenta años la explosión de una
bomba en la estación de tren de Amara, en San Sebastián, acabó con la vida de
una niña de veinte meses: Begoña Urroz. El atentado no fue obra de ETA, como se
pensó durante mucho tiempo, sino del DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de
Liberación). Ocurrió el 27 de junio de 1960, una fecha que marcó un punto de
inflexión en el reconocimiento a las víctimas del terrorismo.
Por dos razones. La reforma de la ley
aprobada en el Congreso en 2011 para reparar a estos damnificados fijó 1960
como año de partida –hasta entonces se había establecido 1968– para ser
considerada a nivel institucional como víctima del terrorismo, lo que corregía
una situación de desamparo para quienes habían quedado excluidos. Entre ellas,
Carmen Anguita, primera herida reconocida por el Gobierno.
El 27 de junio fue también el día elegido
por la Cámara
baja para homenajear a este colectivo de damnificados. «Una tía mía, Soledad
Arruti Etxegoyen, trabajaba en la consigna de la estación de Amara. Yo solía ir
a ayudarla para ganarme unas pesetillas. Aquel día dejé a mi niña con ella
mientras yo iba a un comercio cercano a comprarle unos zapatitos para ir a
Navarra. Cuando volví, había un lío tremendo. ¡Había estallado una bomba! Mi
hija estaba abrasada y otras personas, entre ellas mi tía, heridas. Fue
horrible».
Así recordó el atentado Jesusa Ibarrola Telletxea,
madre de la pequeña Begoña. Un informe del Centro Memorial, bautizado como
‘Muerte en Amara’ y obra del historiador Gaizka Fernández Soldevilla y el
documentalista Manuel Aguilar, reconstruye los hechos que tuvieron lugar aquel
27 de junio de 1960, cuando se registraron explosiones e incendios en las
consignas de equipaje de diversas estaciones de tren de Barcelona, San
Sebastián y Madrid. Fueron obra del DRIL, una organización surgida a principios
de la década de los 60 de la fusión de la Unión de Combatientes Españoles y del grupo
portugués Movimiento Nacional Independiente.
Su propósito era derrocar a las
dictaduras que entonces imperaban en la Península e instaurar sendas repúblicas.
Reforma
de la ley
En la explosión de la estación de tren de
San Sebastián resultaron heridas seis personas. Begoña Urroz, de solo veinte
meses de edad, presentaba el peor pronóstico: quemaduras en todas las
extremidades y la cara, así como heridas contusas en pierna y pie izquierdos.
La pequeña, primogénita de un matrimonio del pueblo navarro de Beinza-Labayen,
fue rescatada de entre las llamas por un mozo de servicio exterior de la
estación. Las autoridades la llevaron a la clínica del Perpetuo Socorro, donde
ingresó en estado grave. Falleció al día siguiente.
Dos portavoces del DRIL reivindicaron los
atentados en el diario ‘El Nacional de Caracas’. Uno de ellos manifestó dos
semanas después que las revoluciones para «derrocar a los tiranos» no se hacen
«con té y simpatía ni con bombones».
Begoña Urroz, así como el resto de
personas que sufrieron, ya fallecieran o resultaran heridas, en atentados antes
del 68 no fueron reconocidas como tal. ¿Por qué? Muy sencillo, la ley estatal
de reparación a este colectivo había fijado dicho año como punto de partida
para ser considerada por el Gobierno como víctima.
La normativa se reformó en 2011. Fue
entonces cuando cobró especial relevancia la fecha en la que estalló la bomba
en la estación de Amara. La ley actual sustituyó 1968 por 1960 como año a
partir del cual se reconocería a las personas que habían sufrido atentados como
víctimas del terrorismo. Entre ellas, la niña Begoña Urroz. Pero no fue la
única. Con esta corrección, el Ministerio del Interior otorgó dicha condición
a, entre otras, Carmen Anguita. La primera herida reconocida como tal.
Pólvora
en los pies
Carmen tenía quince años cuando aquella
tarde del 29 de julio de 1963 la maestra de su taller –era aprendiz de modista–
le pidió que fuera al departamento de Pasaportes, en Puerta del Sol, a entregar
la solicitud de renovación de su hija. Cogió su turno y se acomodó en un banco.
A los diez minutos, estalló una bomba. El atentado fue obra del grupo
anarquista Defensa Interior. Una treintena de personas resultaron heridas.
Ella, la más grave. «Perdí el oído derecho, se me abrasó el pelo y sufrí
quemaduras de primero, segundo y tercer grado por todo el cuerpo; salvo en la
cara, porque me la protegí con los brazos. Tengo hasta una foto con el cura
dándome la extremaunción en el hospital», comparte. Dos meses permaneció
ingresada y otros dos más aprendiendo a volver a andar. Todavía hoy sigue
teniendo pólvora en los pies. La primera vez que intentó ser reconocida como
víctima recibió un portazo. «Fui con mis documentos y mis fotos. Pero me
dijeron que no podía ser porque había ocurrido con Franco. Yo no entendía nada.
¿Acaso yo no era víctima?», se pregunta. La reforma de la ley de 2011 permitió
saldar una deuda con ella.
Un año antes, el Congreso declaró el 27
de junio, cuando falleció Begoña Urroz, como el día en el que, con carácter
anual, se homenajearía en el hemiciclo a las víctimas del terrorismo. La
efeméride ha estado en pocas ediciones exenta de polémica. La próxima semana no
será una excepción. La AVT
ya ha anunciado que no acudirá, en protesta por la política penitenciaria del
Gobierno de Sánchez y por «blanquear» a EH Bildu. Tampoco acudirá Covite. La
asociación que preside Consuelo Ordóñez colocará un ramo de flores en memoria
de la pequeña en la estación de San Sebastián. «No hay una placa, no hay nada que
la recuerde», lamenta Ordóñez. El atentado de Amara nunca se resolvió. En enero
de 1961, el Juzgado Especial Nacional de Actividades Extremistas requirió la
presencia de los tres presuntos autores materiales de los atentados. Pero
evitaron ser capturados. No hubo juicio. Y después llegaría la Ley de Amnistía de 1977.
Opinión:
Está muy bien que existan personas
que dicen que han hecho muchas cosas. Está muy bien que haya quien se crea con
el derecho de apropiarse del trabajo de otros…
Pero estaría mejor que se
explicara el trabajo que realizó Ernest LLuch y también un servidor para
aclarar lo que ocurrió en aquella explosión de la estación de Amara.
No es por nada, pero hace años que
ya expliqué el trabajo que hicimos. Pero, por encima del reconocimiento del
trabajo realizado y del que otros se puedan apropiar, lo más importante es
conocer la realidad y el agradecimiento de la familia de la primera Begoña.
Quien quiera más información, que
pregunte.
Ah, no nos olvidemos de la larga
lista de víctimas de atentados de la época de 1960 a 1968 que presenté en
marzo de 2014 a
la Oficina de
Apoyo a Víctima del Terrorismo y de la que ni siquiera quisieron hacer una
triste fotocopia. Luego saldrán los que apoyan a quien dirigía esa oficina,
supongo que para pagar los extraños favores recibidos. Patética postura para
seguir tapando sus mentiras y sus engaños…
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