01 abril 2016
Así se protegen las centrales
nucleares españolas de ataques terroristas
Un atentado yihadista
a una central nuclear española es posible pero difícilmente catastrófico
Las grabaciones a un alto cargo de una central nuclear belga encontradas por
los investigadores de los atentados de
París en un piso de extremistas del Estado
Islámico, unidas al asesinato de un guardia de seguridad al que además le fue sustraída su
tarjeta de acceso, han reavivado en las últimas semanas la preocupación porque el terrorismo yihadista haya
puesto a las instalaciones nucleares en su punto de mira. El impacto que un
ataque a una central nuclear supondría para la población convierte a estos
centros en un objetivo
extremadamente atractivo para los radicales; aunque las elevadas
medidas de seguridad en este tipo de instalaciones hace muy complicado el éxito
de cualquier acción contra ellas.
La portavoz de la campaña nuclear de Greenpeace en España,
Marta González, reconoce a ABC que no hay pruebas directas de que estén
apuntando a plantas pero sí «indicios de que hay terroristas de que podrían
haber estado apuntando, ya no a centrales sino a instalaciones con material
radiactivo». Su
organización ya elaboró en 2011 un informe sobre la resistencia de las
centrales nucleares al impacto de un avión sobre sus infraestructuras en el que
advertía de que «es probable que el edificio del reactor fuera el
objetivo prioritario en caso de una colisión de
un avión. Si el reactor estuviera en funcionamiento cuando ocurriera la
colisión y el sistema de refrigeración fuera interrumpido, podría darse una
fusión del núcleo en un breve lapso de tiempo (alrededor de una hora)», dice
ese documento.
Nada es cien por cien seguro. Pero desde hace tiempo ya
existen protocolos
específicos de seguridad nacional en
todos los países para evitar esa posibilidad, y por eso fuentes del sector
consultadas por ABC recuerdan que no se ha vuelto a producir un suceso similar.
Es más, Trillo, la última central construida en España, cuenta con muros de hormigón armado de dos
metros de espesor capaces de resistir
el impacto de un Boeing 747, además de tener una sala de
control adicional por si la principal resultase destruida.
Incluso si una célula terrorista consiguiese acceder al
interior del reactor con explosivos, el catedrático de Tecnología Nuclear de la Universidad Politécnica
de Madrid, Emilio Mínguez, explica a este diario que «en el improbable caso de
que consiguiesen saltarse los rigurosos controles
de acceso al reactor, el
punto más crítico de la central, este se encuentra dentro de una vasija de
acero y en una piscina de agua; todo esto, a su vez, dentro de un edificio con
gruesos muros y múltiples sistemas de contención para evitar fugas al exterior.
Aunque destruyesen el reactor, no se descontrolaría porque el propio ataque
haría que al desaparecer la «geometría fija que provoca las reacciones
nucleares, estas dejarían de producirse», tranquiliza Mínguez. El combustible nuclear se diseminaría
por el interior del edificio de contención y quedaría confinado allí dentro.
Habría que reventar también los muros para que la radiación escapase al exterior.
La posibilidad de un ataque a los sistemas de refrigeración
también tiene pocas posibilidades de éxito porque en las centrales todos estos
dispositivos son redundantes, es decir, hay varios previstos, con distintas
fuentes de alimentación, preparados para ir entrando en funcionamiento conforme
van fallando los principales. Habría que neutralizarlos uno a uno. Y en un
tiempo mínimo, para evitar la respuesta de las Fuerzas de Seguridad. En cuanto
a las piscinas de
almacenamiento del combustible gastado, estas
se encuentran en edificios con protecciones similares a las del reactor
nuclear.
Ataque informático
Un ataque informático sería otra opción para tratar de
causar una catástrofe nuclear. Para muchos, la más realista. «El ciberataque supone un
riesgo con una probabilidad mucho más alta que el asalto físico a una instalación
ya que, además, ofrece un riesgo menor para quien lo comete», advertía hace
unos días el secretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, en la
presentación de la ampliación del plan específico para la defensa de
infraestructuras críticas. Según los datos en poder del Ministerio de Interior,
en 2015, de los 50.000 incidentes de ciberseguridad que se produjeron, 134 fueron contra instalaciones
sensibles, entre las que se incluyen
centrales nucleares.
Hasta el momento, el mayor ataque informático contra una
central nuclear, y el más efectivo, se produjo en Irán en 2010, en la central
de Natanz. Entonces, un «gusano» informático, conocido como Stuxnet,
introducido en una memoria USB, se hizo con el control de las
centrifugadores usadas para enriquecer uranio, a las que hizo girar hasta
destrozarlas. Pero ese incidente no se debió precisamente a terroristas. El
reconocido experto Ralph Langner aseguró en su momento que Stuxnet fue creado
por Estados Unidos e Israel para sabotear el programa nuclear de Irán. No
obstante, el año pasado, en la Conferencia Internacional
sobre Seguridad Informática en un Mundo Nuclear, celebrada en la sede de la Agencia Internacional
de la Energía Atómica
(AIEA) (AIEA), el propio director
general de la AIEA ,
reconoció que «los terroristas
podrían atacar en cualquier lugar» y
que «la industria nuclear no está inmune. El año pasado se produjeron casos
aleatorios de ataques por medio de malware en centrales nucleares».
En el caso de las centrales nucleares españolas, desde Foro
Nuclear, subrayan que «todos los sistemas de control basados en tecnologías
digitales se encuentran aislados de las redes de gestión permitiendo tan sólo
enviar datos al exterior. Es físicamente
imposible acceder a las redes de los sistemas de control»,
aseguran. Igualmente, las centrales realizan controles exhaustivos de los
dispositivos portátiles que se conectan de forma esporádica a equipos dentro de
las redes de sistemas de control y en la mayoría de plantas se restringe el uso del Wi-Fi». Sin embargo, esto parece que no
ocurre, o al menos no ocurría el pasado año, en las centrales de otros países.
Al menos así lo señalaba un informe del Real Instituto de Asuntos Exteriores de
Reino Unido que concluía que muchas de sus centrales, y de otros países, «están
conectadas a la Red ».
Pero suponiendo que los yihadistas lograsen por algún
motivo hackear una central para, por ejemplo, aumentar sin control la potencia
del reactor, tampoco habría consecuencias dramáticas. «A medida que sube la
potencia se va haciendo más difícil producir las reacciones nucleares. Nuestros
reactores son seguros per se porque no puedes aumentar su potencia hasta el
infinito. No son Chernóbil. La propia Física sería nuestra última
y mejor barrera de seguridad», concluye Mínguez.
Opinión:
Intento creerme toda la información publicada máxime cuando
aparecen muchos especialistas pero hay un detalle que no me acaba de cuadrar
cuando leo que “Trillo, la última central construida en España, cuenta con muros
de hormigón armado de dos metros de
espesor capaces de resistir el impacto de un Boeing 747” .
No soy de ciencias sino de
letras… los números y yo no somos demasiado amigos y tampoco soy ni me haré
pasar nunca por ingeniero pero aún y así me surge una pregunta: si ese tipo de
avión puede volar a unos 800
kilómetros por hora… ¿seguro que un impacto a esa
velocidad lo podría soportar un muro de hormigón de dos metros de grosor?
He consultado el tema con una
especialista y me dice que hay hormigón que soporta 250kg/m2 e incluso otro que
soporta 500kh/m2.
Pero hablamos de 80.000 kilos
en movimiento a una velocidad de 800 kilómetros por hora…
Que cada cual extraiga sus conclusiones.
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