09 abril 2016
Equipo de apoyo a las
investigaciones judiciales
Juguetes
en el juzgado
Un grupo de profesionales atienden a los menores víctimas
de abusos sexuales u otros delitos para conseguir que expliquen ante el juez lo
sucedido
¿Cómo conseguir que un niño explique que han abusado sexualmente de él? ¿Y que sus palabras sirvan
como prueba para llevar banquillo de los acusados al pederasta?
Los jueces cuentan con un grupo de profesionales que lo logran a
través de la llamada exploración de la víctima. Estos expertos no
interrogan. Se ganan la confianza del niño y dejan que cuente. Al otro lado de
un vidrio opaco, el juez, el fiscal y los abogados observan.
La Ciutat de la Justícia de Barcelona es un recinto funcional y frío. Pero
en uno de sus edificios hay un rincón donde el ambiente es más cálido. Hay una
estantería llena de juguetes. Sí, juguetes en un juzgado. Es un
sitio especial. Allí es donde trabajan un grupo de especialistas que
exploran a los menores que sufren, por ejemplo, abusos sexuales o son
víctimas de otros delitos, aunque también tratan a algunos testigos adultos
considerados vulnerables. La misión del denominado Servicio de Apoyo a la Ejecución Penal es que
la víctima explique con la máxima concreción el calvario que
ha sufrido.
Por estas
dependencias pasaron hace unas semanas cinco niñas de 11 años que
ratificaron que un monitor de comedor de un colegio de los Maristas de Barcelona había
abusado de ellas. Un juez está investigando y encargó la exploración.
Es uno de los casos que ha pasado por las manos de estos psicólogos y
trabajadores sociales, que actúan siempre bajo el mandato judicial. Las
exploraciones han ido en aumento. En el 2010, se hicieron 375 y en el
2015, 665, explica Marc Cerón, subdirector general
de Reparación y Ejecución Penal de la Conselleria de Justícia. Además
de atender a la víctima, en el 50% de los asuntos el juzgado les pide un
informe de valoración sobre la credibilidad de los testigos, algo clave para un
proceso judicial.
Ganarse la confianza
Si para un adulto entrar en un edificio judicial no deja de
ser inquietante, para un niño puede ser mucho más. Por eso se intenta que
el ambiente que rodea las dependencias donde se hacen las exploraciones
sea amable. En una sala hay juguetes para que el menor se distraiga
mientras espera. En una contigua, se practica la diligencia. Los
profesionales, primero, se ganan la confianza de la víctima. Luego, dejan
que relate lo que le ha ocurrido.
Los menores
no saben que detrás de un cristal opaco les están observando. El juez, el
fiscal, los abogados, el funcionario y los padres (si quieren) no se
pierden detalle. La exploración se graba en vídeo para que pueda ser lo que
técnicamente se denomina prueba preconstituida y que la víctima no declare de nuevo en el
juicio, aunque la última palabra la tiene el tribunal.
“El
objetivo es que no haya contaminación del relato y sea lo más puro posible. Lo
mejor es practicar la exploración lo antes posible porque la víctima
recuerda más detalles”, aseguran Rosa Aragonés, coordinadora del equipo de asesoramiento
técnico-penal, y Carmen Pozo, que trabaja en este servicio.
Sin preguntas
El menor acude a estas dependencias con sus padres o su
tutor legal, que son informados. “Se le toma declaración intentando no hacer
preguntas. Es una conversación. Se le dice simplemente que explique lo que
recuerda, sin sugestionarle. En una entrevista previa se le entrena y se
le dice lo que hará”, sostiene Aragonés. Antes los técnicos ya han estudiado el
atestado.
Después, la
exploración. “Para empezar se le puede decir algo así como: Parece que te ha
pasado algo, ¿nos lo cuentas? Se le va situando en el relato para que
dé toda la información. Si le cuesta expresarse, se le ayuda. Se tiene que
sentir seguro”, afirma Aragón. Es importante sonsacarle los
detalles porque el Código Penal español diferencia los tipos
delictivos dependiendo de las circunstancias.
Cada
exploración es un mundo. Depende del niño. Si es más abierto, si es vergonzoso.
“Si es necesario le debes reconducir, porque la finalidad es
tomarle declaración”, destacan los
profesionales del servicio. Si
el juez quiere hacer una pregunta, la hace. Los abogados también pueden, con
el visto bueno del magistrado. “Si el menor se bloquea, se le pide que escriba
o dibuje. Y mientras, se va hablando con él”, afima un miembro
del equipo. “En un escenario judicial sería muy difícil conseguirlo”, sentencia.
Opinión:
Para empezar debo aclarar que
la existencia de la Oficina
de Atención a la Víctima
del Delito me parece una excelente idea. Que en la misma se preste ayuda y
colaboración con personas que han sido o han podido ser víctimas de un delito
es una objetivo muy correcto.
Y si tiene relación con las víctimas
de agresiones sexuales, la idea aún me parece mucho más importante.
Aclarado este concepto,
presento una cuestión. A finales de 2010 las “mentes pensantes” decidieron
cerrar el Servie de Informacfió i Orientació a Víctimes del Terrorisme (SIOVT)
con la excusa de que en la
Ciutat de la
Justicia ya existía una oficina que podía atender a las víctimas
de este tipo de delito tan especial como es el de “terrorismo”.
Y seiis años después me gustaría
saber cuántas víctimas han sido atendidas en este departamento. Por las
noticias y la documentación que me pasaron desde el Parlament de Catalunya, una
partida de 50.000 euros fue destinada a preparar a algunos profresionales ante
la posibilidad de recibir solicitudes de ayuda por parte de víctimas del
terrorismo. Por ello me gustaría saber cuántas han acudido a ese departamento
porque, si han sido las que deberían, no tendría encima de la mesa desde donde
escribo mas de ochenta expedientes de víctimas a las que actualmente estoy
ayudando. Y gratis.
¿No será que hay gente cobrando
por una labor que no realizan? ¿Podría darse la circunstancia de que se hubiera
destinado un isportante presupuesto para no ponerlo en práctica?
Es más, ¿cómo se puede trabajar
por gente por la que ni siquiera existe el interés de encontrar, localizar,
asesorar y ayudar?
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