8 diciembre 2013
Editorial La
Vanguardia
La oleada de excarcelaciones
derivada del fallo del Tribunal de Estrasburgo que derogó la doctrina Parot ha
conmocionado a la sociedad española. Ver en la calle a asesinos con decenas de
crímenes en su conciencia, o a otros que se ensañaron despiadadamente con víctimas
indefensas, ha provocado gran desazón a muchos ciudadanos. Porque más allá de
entender que, de acuerdo a derecho, los liberados habían pagado ya su deuda con
la sociedad, su salida de presidio, a menudo sin mediar contrición, causa profundo
rechazo.
Estas reacciones particulares,
que pueden ser hasta cierto punto comprensibles, no deberían tener correlación
en otras instancias. Y, sin embargo, lo ha tenido. Diversos medios de
comunicación han abordado estas excarcelaciones con criterios muy discutibles.
Por ejemplo, cuando los han tratado con un estilo más próximo al populismo que
al respeto a la legalidad vigente. O, por ejemplo, cuando los han usado como
una mera palanca para ganar audiencia, sin reparar en las gravosas
consecuencias de su actitud.
Todo ello invita a reflexionar
sobre la responsabilidad de los medios y sobre el modo en que gestionan su
influencia social. No es de recibo que alienten, como algunos han hecho, las
críticas al Tribunal de Estrasburgo, cuando hay un principio básico del derecho
que impide aplicar normar legales con efectos retroactivos, tal y como hacía la
doctrina Parot. Y no es de recibo porque tampoco lo es buscar la empatía con
determinados sectores del público fomentando una aproximación irracional y
apasionada a estos casos.
Igualmente censurable es la
actitud de los medios que corrieron tras Miguel Ricart, uno de los autores de los
crímenes de Alcàsser, a su salida de la prisión la semana pasada. Y que
hablaron con él y divulgaron fragmentos de la entrevista mientras anunciaban su
emisión completa para una fecha inmediata... Hasta que las redes sociales
empezaron a recoger una amplia corriente de protesta que les indujo a retirar
tales fragmentos de su web y cancelar sine dia la emisión íntegra. No se sabe
si lo hicieron guiados por un repentino rapto ético, o por temor a que esa
protesta en la red condujera, como ya pasó con anterioridad, a una retirada de
anunciantes en los espacios donde, en ocasiones, un criminal puede beneficiarse
económicamente de su fechoría. En todo caso, bienvenidas sean esas corrientes
de opinión si han forzado a tales cadenas a moderar su ímpetu populista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario