18 noviembre 2015
La triste metáfora del cilindro desinflado
La memoria de los fallecidos no
debería ser nunca un monumento en ruinas con inscripciones medio borradas
La fotografía de Uly Martín que completaba ayer la
información sobre el estado de abandono en que se encuentra el monumento a los
fallecidos el 11-M es un
editorial en sí misma: un grupo de jóvenes pasa distraído, y arrastrando sus
maletas camino de la estación de Atocha, por delante del derruido cenotafio
dedicado a las 193 víctimas inocentes de aquel atentado. Ninguno dirige sus
miradas hacia él. A nadie le llama la atención el abandono en que se encuentra
el monumento que debía guardar la memoria de los casi dos centenares de ciudadanos
asesinados por el terrorismo yihadista en marzo de 2004.
Nuestros héroes quedan arrumbados siempre en el
cajón del olvido. O de una estación. Vienen a la memoria los 150 políticos y
autoridades que acudieron en marzo de 2007 a la inauguración, y cuando alguno afirmó
que había que verlo “desde abajo” para apreciar “el aire y la atmósfera que se
respira desde la sala interior”.
El diseño de la escultura, señaló uno de sus
creadores, nacía de la “expresión y del sentimiento común de la sociedad
española”, así como del intento de transmitir la “inmaterialidad” de esos
sentimientos y de “hacerlos eternos”. Las palabras, insistía, “flotarán”
alrededor de los visitantes con el objetivo de que “permanezcan allí para
siempre de alguna manera”. Ahora todo suena sarcástico.
La próxima vez que oiga La
marsellesa cantada
por nuestros vecinos para honrar a las 129 víctimas de los atentados de París,
pensaré qué parte de sus notas están dedicadas a los españoles asesinados un
aciago 11 de marzo, porque nadie aquí les dedica una mirada de tristeza o de
indignación al pasar frente a su memoria plástica. Esta vez no son solo los
políticos los culpables.
Da igual que el monumento se haya desplomado porque
falló un cable tensor o porque el
generador que debía alimentarlo no funcionase. Los más de seis millones de
euros invertidos en este cilindro desinflado de 11 metros son fiel imagen
de un país que malgastó sus esfuerzos en una estructura que nunca gustó a las
asociaciones de víctimas y que ahora no es más que un amasijo de plástico
informe.
La actual alcaldesa, Manuela Carmena, anuncia que
está haciendo gestiones para que se recupere “en el tiempo más breve posible”
su forma inicial. Pero la presidenta de la Asociación 11-M de
Afectados del Terrorismo, Pilar Manjón, recuerda que es “la quinta o sexta vez”
que se cae en los últimos años y que “lo han reparado tantas veces que las
frases ya no se leen”. Manjón rememora cuando lo inauguraron en 2007 y cómo
“pasaban de lejos” las autoridades para fotografiarse frente a él.
Hoy, esos mismos políticos se echan unos a otros las
responsabilidades o miran para otro lado.
La memoria de los fallecidos no debería ser nunca un
globo desinflado con inscripciones medio borradas. Ni siquiera como metáfora.
Opinión:
Solo añadir un detalle. El monumento no es “solo” para los fallecidos (o mejor dicho, asesinados) aquel maldito jueves 11 de marzo de 2004. También está hecho en homenaje a los cientos de heridos que aquella masacre causó.
Solo añadir un detalle. El monumento no es “solo” para los fallecidos (o mejor dicho, asesinados) aquel maldito jueves 11 de marzo de 2004. También está hecho en homenaje a los cientos de heridos que aquella masacre causó.
Un abrazo para todos ellos.
También me gustaría recordar que,
salvo error por mi parte, solo la entidad “11M Afectados por Terrorismo” ha
mostrado de continuo (hasta el hartazgo propio) su disconformidad con el
monumento y la atención al mismo. He compartido muchas horas de conversaciones
con diferentes víctimas pertenecientes a la asociación que siempre, desde el
respeto, han mostrado su desacuerdo. Desacuerdo absoluto que comparto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario