La crisis
como caldo de cultivo de la radicalización
La Historia demuestra que existe un vínculo evidente
entre la falta de oportunidades, el persistente desempleo y, en general, el malestar social derivado de aspectos económicos con la radicalización de la población. Uno de los ejemplos
más conocidos es el auge del nazismo en Alemania, un país que tras la I Guerra Mundial y el
Tratado de Versalles vivía una situación económica muy débil y que, para parte
de sus ciudadanos, había sido humillado por los Aliados.
También se puede observar un viraje de la población en la actual
Grecia, donde los duros ajustes que el país ha tenido que acometer para recibir
la ayuda económica de la Troika
ha propiciado el ascenso de Amenecer Dorado. Este partido ultranacionalista
rechaza de manera vehemente la llegada de inmigrantes y su integrantes son
proclives a la violencia. Y esto mismo, salvando las distancias, ha ocurrido
entre muchos jóvenes atraídos por las filas del Estado Islámico.
"Un contexto económico de bajas tasas de crecimiento, con alto
desempleo juvenil y un aumento en la brecha entre pobres y ricos ha afectado a toda una generación de jóvenes en Europa",
expone Royal Bank of Scotland (RBS), en un informe elaborado tras los atentados
de París. En este mismo documento, los analistas hacen especial hincapié en
"el desempleo juvenil de doble dígito en la mayoría de los países de
Europa" y recogen que, según datos del Banco Central Europeo (BCE), las
personas menores de 35 años sólo poseen el 5% de todos los activos financieros
de la zona euro. Por todo ello, RBS expone que "la falta de oportunidades
y la pérdida de esperanzas en el sistema económico y social puede acabar
provocando que la población se vuelva
contra su propia sociedad".
Una muestra es el barrio de Molenbeek, en Bruselas: su nombre sale
irremediablemente a relucir casi en cada atentado yihadista en Europa y, a la
vez, es uno de los más deprimidos y con mayor tasa de desempleo de la capital
de Bélgica. Si, además, se le suman los trabajos de captación de los radicales,
el caldo de cultivo es difícilmente mejorable.
Por todo ello, una de las formas de luchar contra el yihadismo y el extremismo en cualquiera de sus formar es
actuar sobre la economía, revirtiendo o, al menos, limitando
las desigualdades que los últimos años han generado especialmente entre los
jóvenes. "Europa no es Japón", apunta el mencionado documento de RBS,
que añade otra conclusión al señalar que "mientras Japón ha experimentado
la pérdida de una generación de manera ordenada, Europa no será capaz de hacer
lo mismo".
En este trabajo también habrá que tener en cuenta el
impacto de los refugiados que durante los últimos
meses están llegando a diferentes países europeos. De su integración social y
económica así como de la "capacidad de los líderes políticos para
encontrar una solución común" dependerá que no "se profundice más en
el desastre humano".
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