19 noviembre 2015
Ni Estado, ni islámico
El autoproclamado califato de los
terroristas está venciendo en la batalla del lenguaje
En el desorden de las palabras se refleja el
desorden del mundo. Los acontecimientos que no conseguimos comprender se
traducen en inseguridades sobre el uso del lenguaje. ¿Estamos en guerra? ¿Es
una contienda contra los musulmanes? ¿O es contra un fascismo de nuevo cuño y
de raíz religiosa? ¿Es el islam la gran amenaza totalitaria del siglo XXI? Si
hay guerra, también es una guerra que incluye las palabras. Y de ahí que
convenga, ante todo, aclararnos sobre su significado, empezando por el nombre.
El Estado Islámico (ISIS) no es un Estado ni es
Islámico, y si adopta tal denominación es precisamente como parte de su propaganda
para conseguir adhesiones y amedrentar a sus enemigos. Dice que es un Estado
porque se ha hecho con el poder de varias ciudades en Irak y en Siria, cuenta
con un territorio en el que puede haber unos seis millones de personas y ejerce
sobre ellas el monopolio de una violencia. Dice que es islámico porque sigue la sharía o ley islámica, en su acepción más
literal y primitiva, como única y obligada norma de la vida social e
individual; algo que comparte, por cierto, con buen número de Estados reconocidos
e incluso amigos que sí lo son, como Arabia Saudí, tan islámico en su
legislación como el ISIS.
Este pretendido Estado Islámico quiere implantar un
califato global, máxima autoridad a la vez política y espiritual sobre los
musulmanes —actualmente 1.600 millones en todo el planeta— al estilo de la que
ejercieron Mahoma y sus inmediatos sucesores en el siglo VII de nuestra era.
Para aquellos de sus piadosos seguidores que creen a pie juntillas y en su
significado más naíf y brutal la literalidad de lo que dicen algunas azoras del
Corán y los hadices recopilados en los primeros tiempos islámicos no hay mejor
noticia que la existencia de este califato, constituido en los primeros
territorios que conquistó el primigenio hace quince siglos. Y ningún futuro les
puede parecer más prometedor que convertirse en mártires de la yihad o esfuerzo
bélico necesario para imponerlo, junto a la fe coránica, bajo amenaza de la
violencia.
Al Qaeda, que no tenía territorio, no administraba
poblaciones y no contaba con un califa, ha quedado superada, incluso en
atractivo, entre los jóvenes fanatizados. La organización de Bin Laden era una
mera central de datos y coordinación entre combatientes islamistas para atacar
al enemigo lejano, el imperialismo occidental; mientras que el ISIS se ocupa
del enemigo próximo, sobre todo de los increyentes, los herejes y los
apóstatas; y solo ataca en el extranjero, como ahora en París, cuando quiere
prestigiarse con un acto de guerra exterior en respuesta a la guerra que libra
en su territorio.
El primer combate en el que está venciendo el
autodenominado Estado Islámico es el de las palabras. Quienes identifican todo
o parte del islam y sobre todo el núcleo de sus doctrinas con esta violencia
inusitada, la extrema derecha europea por ejemplo, se han rendido ya antes de
combatir a esta plaga terrorista y les han entregado el proselitismo y la
influencia sobre los 1.600 millones de musulmanes que hay en el mundo.
Opinión:
Bien, a cada cosa por su nombre para ir aclarando
conceptos.. Y ya puestos, recordar que los terroristas no se “inmolan”, sino
que se suicidan...
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