viernes, 14 de mayo de 2021

13 mayo 2021 (2) El Correo (opinión)

13 mayo 2021

 


«El atentado me mutiló, pero reforzó mi convicción de no callar nunca ante ETA»

«¿Cómo voy a olvidar yo lo que me hizo ETA hace 20 años, si he tardado cinco minutos en atarme los botones de la camisa para ir a esta entrevista?»

El periodista Gorka Landaburu se considera una víctima «privilegiada». Sobrevivió el 15 de mayo de 2001 a la explosión de una carta bomba de ETA que estalló en sus manos cuando la abría en el despacho de su casa en Zarautz. Desde una cama de hospital le dijo a ETA que le había «mutilado, dejado ciego de un ojo y con cicatrices», pero que no se iba «a callar». Y lo ha cumplido. Hoy, 20 años después, recién jubilado de su responsabilidad de director de la revista ‘Cambio 16’, remarca que «el atentado tuvo el efecto contrario porque reforzó mis convicciones de lucha por la libertad y la democracia, y de no callar nunca ante ETA».

¿Cuánto pesa el recuerdo del 15 de mayo de 2001?

Lo recuerdo como si fuera ayer, eso es inevitable. Han pasado 20 años, pero la memoria se mantiene. No es que procures olvidar, sino que intentas vivir, seguir viviendo. Es un peso que tendré siempre y que cuando aparece el recuerdo me viene a la cabeza el momento en que abro el paquete bomba y esa explosión que ilumina todo mi despacho y digo: ¡Me han pillado!

¿Pensaba que podían ir directamente a por usted?

Yo ya sabía que estaba en las listas. Unos meses antes, estaba en la Puerta del Sol, venía de la redacción de ‘Cambio 16’ en Madrid, y me llamó (Ángel) Acebes. Me dijo: «Gorka, ¿dónde estás? Soy el ministro del Interior». Me quedé sorprendido. Le expliqué que estaba en Madrid. «¿Cuándo vuelves a Zarautz?». Volvía al día siguiente. «A primera hora, ve a la comisaría de la Ertzaintza, te van a poner un escolta», me anunció. Era el año 1999.

¿Qué pensó en ese momento?

Te quedas en blanco. Me dijo que mi nombre estaba en unas listas que habían incautado a un comando en Francia. Volví a Zarautz, fui a la comisaría y un ertzaina me explicó lo que había que hacer, aunque anteriormente ya nos habían avisado de que teníamos que mirar debajo del coche... Y lo hacíamos. Es ahí cuando te das cuenta de que tu vida y la de tu familia cambia. Aunque estábamos acostumbrados, sabíamos lo que era ETA, habíamos vivido el exilio...

El exilio en París.

Viví 20 años en el exilio, mi padre tuvo que salir de Euskadi por culpa de Franco y murió en el exilio. Todos los hermanos nacimos en París y volvimos al final del franquismo. El día del atentado pensé: a mí no me llevan al exilio de nuevo.

Las heridas físicas se han ido curando con el tiempo, ¿pero las del alma, cómo las lleva?

Tengo cinco dedos de las dos manos mutilados, estoy ciego del ojo izquierdo, he perdido audición y tengo muchas cicatrices. Eso se cura. Tuve una rehabilitación bastante larga porque las manos se me quedaron paralizadas. Tuve que aprender a escribir de nuevo. Ya no puedo jugar a pala, no puedo agarrarla y soy muy mal zurdo. Eso sí que me duele en el alma... Pero yo soy una víctima privilegiada, no soy una víctima del anonimato como hay tantas. Mi atentado en vez de achicarme, produjo el efecto contrario, me reforzó mis convicciones de no callar nunca ante ETA. Tengo la inmensa suerte de haber sobrevivido a un atentado que me tenía que matar porque aquella carta llevaba 120 gramos de dinamita.

Desde el primer momento recibió el apoyo de otras víctimas.

Así es. Cuando me desperté de la anestesia después de cuatro horas de operación, vi a mi mujer, a Maixabel (Lasa) y a Mari Paz (Artolazabal) –las viudas de Jáuregui y De Lacalle– y lloraban como magdalenas. Les dije: ‘¿Por qué lloráis, si estoy vivo? Yo estoy vivo’. No se me olvida un día que estaba en la plaza Musika, en Zarautz, con mi hermano Ander, también periodista, y con José Luis López de Lacalle. Nos dijo: «Cuidaos, que vienen a por nosotros». Le dijimos: «Bueno, José Luis, tranquilo». A los quince días le mataron...

¿Aquel sobre bomba no había sido su primera amenaza?

Me mandaban pasquines que decían «lumadun txakurra», me hacían pintadas delante de mi casa, dianas en el portal, corbatas negras en el buzón, llamadas durante meses y meses, cócteles molotov... Y yo pensaba: a mí nadie me da lecciones ni de nacionalismo ni de abertzalismo ni de lo que es la libertad o la democracia. ¿Y estos chiflados me van a dar lecciones a mí y a mi familia de lo que es y lo que representa Euskadi? Lo único que me falta, que no me han contestado, es ¿por qué? «¿Dónde está la autocrítica?»

Usted es de los que habla de estas cosas abiertamente incluso con gente de la izquierda abertzale. ¿Le ha llegado a decir algo a Otegi a la cara?

Me gustaría estar un día con Otegi, le voy a proponer una cita, ahora no se puede por el Covid, pero ya se hará en su momento.

¿Qué le dirá?

Le diré: ¿Por qué todo esto, por qué tanto sufrimiento? La segunda pregunta: ¿Qué habéis conseguido? Nada. Y la tercera: ¿Dónde está la autocrítica?

¿Las víctimas necesitan algo más que ese comunicado que cita?

Necesitamos algo más, efectivamente. En los estatutos de Sortu dicen que repudian la violencia, evidentemente es lo que pedía la justicia para la legalización. Otegi dijo una frase que para mí es tremenda: «Hemos cambiado de estrategia». ¿Eso qué significa, que la estrategia anterior, la de las armas, era válida? Creo que la izquierda abertzale tiene una mochila muy cargada y que la van a tener que descargar. No pueden pretender que el tiempo lo va a borrar todo. Hay que mantener la memoria.

¿Esa autocrítica llegará?

Quizás soy ingenuo, pero espero que un día pueda llegar. ¿Cómo vamos a olvidar? ¿Cómo voy a olvidar yo lo que me hizo ETA si he tardado cinco minutos en atarme la camisa para venir aquí, a esta entrevista, porque no había nadie en casa que me pudiera atar?

¿Por qué cree que les genera tanto problema decir ‘fue injusto’?

Porque es muy complicado reconocer el fracaso de ETA. Es muy difícil explicar que todo lo que se ha hecho, los cientos de muertos, miles de heridos, de gente amenazada... no ha servido para nada y ha causado sufrimiento en su propio campo. ¿Cómo explicamos eso ahora? La izquierda abertzale se tiene que desnudar.

¿Le molestan los ‘ongi etorris’ públicos a ex presos de ETA?

Me parece una vergüenza, es indecente. Al Foro Social le suelo decir que ética y moralmente, eso no se puede hacer. Que los hagan en su ‘arrano’ de turno, o en su casa.

Opinión:

Como siempre, Gorka Landaburu habla con toda la sinceridad y la contundencia necesarias, pero también con el objetivo que compartimos cada día más víctimas… que nadie más vuelva a sufrir lo que ya hemos sufrido tantos antes.

Y eso molesta a mucha gente. Molesta a los que intentan (y a veces consiguen) obtener réditos políticos del dolor ajeno. Molesta a los que acusan a otras siglas de hacer lo que ellos mismos hicieron con anterioridad. Molesta a los que quieren vivir del sufrimiento ajeno sin hacer nada por ayudar al resto de víctimas. Molesta a los que buscan obtener ventajas personales mintiendo y explicando historias que jamás han vivido. Molesta a los que se hacen pasar por víctimas sin serlo. Molesta a los que aparecen ahora hablando en nombre de “las” víctimas pero que no estaban cuando el terrorismo (en especial el etarra) existía…

Por ello, por mucho que a algunos les moleste, no conseguirán que otros sigamos denunciando lo que ocurre. Y si no les gusta nuestra propuesta y nuestros objetivos, que se lo hagan mirar.

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