29 mayo 2021
Llegar a Vic la misma tarde del miércoles 29 de mayo de 1991 y ver la salvajada cometida por los terroristas de ETA fue mi primer atentado como delegado en Catalunya de la antigua AVT.
Hablar con miembros de la Guardia Civil que se deshacían en sollozos, preguntando por las pobres criaturas que estaban jugando en el Cuartel me impactó en lo más profundo.
Asistir a tantas víctimas del atentado me curtió y me confirmó que la labor de un delegado sería trabajar desde el silencio y las sombras para compensar el abandono y el olvido en el que irían cayendo las víctimas. Como habíamos caído antes tantas otras. Huir de las fotografías interesadas como de la peste. Olvidar las afrentas y las chulerías de algunos que se creían el centro del universo por tener un corte en el dedo mientras no movían un idem por viudos, viudas, heridos, heridas, “huérfilos” y “huérfilas”.
Han pasado treinta años y no olvido aquellas imágenes. No olvido a Ana en el Hospital del Valle Hebrón. No olvido a tantas y tantas víctimas a las que tuve el honor de asistir y el privilegio de conocer. No olvido el juicio junto a José María. Junto a Juan Antonio. Personas con una dignidad inmensa. Vaya para ellos todo mi inmenso homenaje reconocimiento.
Me quedo con ese recuerdo al cumplirse 30 años de aquel miércoles maldito. Y ahora dejo de escribir, me quedan mas de 400 páginas por revisar de la sentencia de agosto2017. Y mañana domingo una nueva reunión con nuevas víctimas. Como hace 30 años.
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