lunes, 24 de mayo de 2021

24 mayo 2021 (2) El Correo (opinión)

24 mayo 2021 

 


20 años sin Santi Oleaga: «A su asesino solo le diría: ¿Cómo puedes dispararle siete tiros?», dice su viuda

ETA asesinó al director financiero de El Diario Vasco hace dos décadas, después de una larga campaña de intimidación a los medios de comunicación en Euskadi. Hablamos con su mujer, Amaia Guridi

Santiago Oleaga, directivo financiero de El Diario Vasco, fue asesinado el 24 de mayo de 2001. El crimen convulsionó a la sociedad vasca y culminó un prolongado acoso intimidatorio que ETA y su entorno desplegaron en el País Vasco contra los medios de comunicación, sobre todo a partir de la ponencia Oldartzen, que preconizaba la 'socialización del sufrimiento'. Su viuda, Amaia Guridi, y su hijo reflexionan 20 años después sobre la 'mochila' que ha supuesto que la vida de Santi fuera arrebatada por la fuerza del terror. Una mirada hacia la memoria de un pasado en el que los periodistas en el País Vasco ejercían heroicamente su profesión en condiciones de presión y de falta de libertad en las que el factor miedo y, a veces, la indiferencia, se colaban por las esquinas como la niebla. Unos tiempos en que las redacciones de algunos medios de comunicación se llenaron de escoltas, y en los que tanto El Correo como el Diario Vasco sufrieron ataques a sus instalaciones y a sus profesionales. El más contundente el asesinato de Santiago Oleaga, un día de hace 20 años en el que, pese al profundo dolor, sus compañeros del DV lograron sacar el mejor periódico al día siguiente en un ejercicio contenido y valiente de dignidad y de libertad frente al desafío. El mejor homenaje a Santi, al que nunca olvidaremos.

Amaia Guridi tenía 48 años, dos hijos, Jon y Oihana, y un futuro lleno de ilusiones y proyectos junto a su marido hasta que la mañana del 24 de mayo de 2001 ETA rompió su vida para siempre. Hacía un mes que Santi, a sus 54 años, acudía a la Fundación Matia de San Sebastián para realizar ejercicios de rehabilitación por una lesión en el hombro provocada por su afición a la pala. ETA lo sabía y le esperó en la zona de aparcamiento. El etarra Luis Carrasco Aseginolaza aguardó a que se bajara del coche y le acribilló hasta la muerte. Le descerrajó siete tiros por la espalda, mientras otro miembro de la banda, Ibon Etxezarreta Etxaniz, se escondía en los alrededores del centro para emprender la huida. Los dos etarras están hoy en tercer grado, se arrepintieron de su pasado criminal, pidieron perdón y ahora son disidentes de la banda.

Amaia nunca ha querido reunirse con ellos como lo han hecho otras víctimas. Asegura que no necesita que le digan nada. Han pasado 20 años y todavía no puede entender «por qué mis hijos están sin padre» y con un dolor inmenso pregunta al asesino de Santi: «¿Cómo puedes tener el valor de dispararle siete tiros, que no fue ni uno ni dos, siete tiros? ¿Cómo puede alguien dormir al día siguiente?».

 

– Ha escrito unas líneas sobre estos 20 años. ¿Las quiere leer?

– Esto es lo que he escrito: «Su ausencia sigue viva. Hay muchas situaciones de la vida cotidiana que le echo de menos (se emociona). Cuando surge cualquier problema echo en falta su opinión y su ayuda. Hay muchas ocasiones que con él sería más fácil. Era un gran apoyo para mis hijos y para mí. Ha habido situaciones muy importantes en mi vida y en la de mis hijos en estos veinte años que su ayuda hubiese sido muy valiosa para ellos y también para mí. Es duro no tener la referencia de Santi».

– Se emociona mucho...

– Cuando leo lo que pienso me emociono, porque lo veo tan injusto que, aunque hayan pasado veinte años, sigue doliendo. Es difícil...

– Entrar en El Diario Vasco, ¿le sigue encogiendo el estómago?

– Son un montón de recuerdos... Al leer la placa (en memoria de Santi) que está ahí abajo, te das cuenta a qué vienes. Aunque han pasado veinte años, es muy duro porque todo se revuelve de nuevo. No hago estos pensamientos todos los días, al final los guardas, no puedes estar pensando cada mañana cuando te levantas: no está Santi o Santi haría esto o lo otro. No. Hay situaciones puntuales, pero cuando vienes aquí es volver a recordar lo que pasó.

– ¿Qué es lo que más duele?

– Vivir sin él. La pérdida de un padre, todo lo que se han perdido ellos... Y él de ellos... Estaría tan orgulloso de sus hijos...

– ¿Han comentado algo en casa estos días que se acerca la fecha del aniversario?

– Nadie ha dicho nada. Yo les he dicho: 'Voy a El Diario Vasco' y cuando digo eso todo el mundo sabe a qué voy y ahí se acaba la conversación. Nadie añade nada. Remover ese cajón de los recuerdos es muy doloroso.

– ¿A usted le ha ayudado compartir sus reflexiones con otras personas que han sufrido lo mismo?

– Me ha ayudado mucho. He hecho amistad con personas que han vivido lo mismo y que han sido más cercanas a mí, por la época y porque son del entorno de San Sebastián. Vivir la misma tragedia te une. Todas sabemos que estamos ahí para acompañarnos y escucharnos en cualquier momento.

– La familia ha estado a su lado siempre, también se merece un homenaje.

– Estoy muy agradecida a mi familia, porque siempre los he tenido al lado y han estado apoyándome. Mis hijos los primeros. Me han respetado todas las decisiones que he tomado. Siempre sabían a dónde iba, lo que hacía y en ningún momento se han opuesto a que pudiera contribuir con mi testimonio. He estado en el Foro de Víctimas del Ayuntamiento de Donostia, en Glencree (Irlanda), en las aulas...

– ¿Los amigos también han estado ahí?

– He tenido cerca a mucha gente que ha sido una tabla de salvación. Me gustaría nombrar a Juan Mijangos y a su mujer. Me he sentido querida y acompañada. Aparecieron en mi vida como dos salvavidas. Sé que Juan lo pasó muy mal, como mucha gente de El Diario Vasco.

– Meses atrás habían ocurrido otros atentados y hubo muchas amenazas contra medios de comunicación. ¿Alguna vez hablaban de que pudiera suceder algo en el periódico?

– No tengo el recuerdo de que él se sintiese amenazado, desde luego a mí no me transmitía nada. Él sabía que El Diario Vasco era objetivo de ETA, pero pienso que tampoco me quería preocupar.

– ¿Cómo recuerda el día anterior al atentado, su última conversación con Santi?

– Se me ha borrado...

– ¿No recuerda nada?

– Nada. Se me ha borrado el día entero y creo que se me ha borrado del horror que viví el día 24. Se me cayó el mundo encima y no soy capaz de acordarme.

– ¿Desayunaron juntos esa mañana?

– Nos levantamos a las siete de la mañana, siempre desayunábamos juntos e imagino que desayunaríamos, pero es que no me acuerdo. No me acuerdo de nada.

– Usted se fue a trabajar al colegio sin saber absolutamente nada de lo que había pasado.

– Fui como siempre andando al colegio y me metí en clase. De lo único que me acuerdo es de que en la radio de casa escuché que había habido un atentado, pero no dijeron nombres y me fui a trabajar. Eran las ocho y media o así. Dijeron que algo había pasado en Matia, y pensé en la calle Matia. Pero aunque hubieran dicho que era en la residencia Matia tampoco me hubiera imaginado nada porque nunca pensé que podía pasarle eso a él. Estando en clase me llamaron para que saliera. Pensé que le habría ocurrido algo a algún niño, hasta que me lo dijo la directora.

– ¿Recuerda qué le dijo?

– 'Han asesinado a tu marido'. Y yo le dije: '¿Qué?'. Pensé: '¡Esta persona está loca! Pero ¿qué me estás diciendo?'. Ella decía: '¿Pero su marido no es Santiago Oleaga?'. 'Sí, pero no, se han tenido que equivocar', insistía yo. Creo recordar que me llamó Berridi (director general de El Diario Vasco) y yo le decía: '¿Pero tú le has visto a él? Quiero saber si le has visto'. Le repetía: 'Que se han equivocado, que no puede ser él'. Y en ese momento me dijo: 'No, no, que le he visto yo'. Entonces ya es cuando...

– Su hija Oihana también estaba en el colegio.

– Estaba haciendo un examen, le fueron a buscar y me la pusieron delante.

– ¿Para que se lo contara usted?

– Me la pusieron allí delante y se lo tuve que decir: 'El aita ha tenido un atentado'. Oihana se quedó... Bueno, las dos... Nos abrazamos. Fue espantoso...

– Ese horror no se le ha olvidado.

– Ese día no se me ha borrado, no. Ese momento lo recuerdo perfectamente.

– ¿Y la directora qué hacía? ¿Le cogió de la mano?

– No. nada.

– ¿...?

– Después apareció un coche de la Ertzaintza, nos montamos y nos llevaron a casa. Cuando llegamos, Jon estaba sentado en su habitación, quieto. Y estuvo así por lo menos tres horas. Llegó la familia y todo lo demás, pero ya no recuerdo bien...

– Y fueron pasando como pudieron los primeros días, meses, años...

– El principio es horrible porque no tienes fuerzas ni para ponerte de pie. Lo recuerdo como un espanto. Todo me daba igual. Tuve una depresión de muchos años. A mí lo que más me costaba era el día a día y ver que no estaba Santi. Pero no es que me costó un mes, que me costó años, que le preguntaba a la psicóloga: 'Dime cuánto tiempo tiene que pasar para que yo me levante y no esté ausente como el primer día'. Me levantaba y era siempre igual: No está Santi, ha pasado esto y esto... Y al día siguiente igual. Todos los días eran como el primero y no me entraba en la cabeza otra cosa. Solo pensaba: '¿Y esto cuándo se acaba?'.

– Afortunadamente llega ese día. ¿Qué es lo que pasa para que llegue?

– Yo creo que es el tiempo. No te das cuenta y llega un día en el que te levantas y ya no es: 'Le han matado a Santi, ya no tienes marido, estás sola, no vas a trabajar, vete al psicólogo, tómate las pastillas...'. Va pasando poco a poco y un día desaparece. No está Santi, pero empieza a ser diferente... ¡Pero, fue tanto tiempo...! Que yo decía: '¿Esto cuándo se acaba?' Recuerdo aquello con terror, era inhumano, mi cabeza no asimilaba la situación.

– Y debía ocuparse de los hijos...

– Claro, había que sacar fuerzas, porque además ellos también estaban mal. Toda la familia sufría.

– No volvió a trabajar de profesora. ¿No pensó que le podía venir bien?

– Sí, hubo momentos cuando pasó el tiempo, pero creo que me faltaban fuerzas porque en la enseñanza necesitas estar tú muy bien psicológicamente, porque te tienes que ocupar de un aula. Tuve una baja detrás de otra y al final me dieron una incapacidad. A mí no me jubilan ni los años ni el colegio, a mí me jubila ETA, tal cual.

– ¿Ha sentido el apoyo de la gente en su entorno?

– Sí, sí. Lo que pasa es que a la gente aquí, y me incluyo, nos cuesta mucho manifestarnos. Muchas veces la gente no sabe cómo aproximarse. Aquí la gente no te da cuatro abrazos y se echa cuatro lloros contigo. Somos así.

– El asesino de Santi, Luis Carrasco, y el otro etarra que participó en el atentado, Ibon Etxezarreta, se han arrepentido y han pedido perdón. Usted nunca ha querido hablar con ellos...

– Yo a Ibon Etxezarreta le he tenido a un metro delante de mí.

– ¿Y le dijo algo?

– No. Yo no he ido a buscarle ni él a buscarme a mí, pero en una conferencia en la que participaban víctimas apareció y, claro, no me voy a echar a correr. Él sabe quién soy, por supuesto, pero...

– ¿Se cruzaron la mirada?

– Yo le miré pero, primero a mí no me sale decirle nada y tampoco necesito que él me diga nada. '¡Que me has destrozado la vida a mí y a mis hijos. Entérate!', es lo único que le puedo decir si le tengo ahí (se enfada). Mi vida cambió radicalmente. Y no es empezar de cero, empiezas de menos diez o menos veinte, pasas unos años que estás en la caverna hasta que flotas un poco. ¿Y por qué? ¿Me puede explicar alguien por qué mis hijos están sin padre? ¿Qué razón tenías para hacer eso? Tanto a mí como a las otras víctimas. ¿Qué razón tienes para hacer eso, por favor, para quitar a una persona de esta vida? ¿Cómo puedes tener el valor de dispararle siete tiros, que no fue ni uno ni dos, siete tiros? ¿Cómo lo puedes hacer? ¿Cómo puede alguien dormir al día siguiente? ¿Me lo cuentas? No lo entendía el primer día y veinte años después tampoco lo entiendo. Y no quiero que me lo explique porque no hay explicación. Querían destruir a El Diario Vasco y destrozaron una familia entera. ¿Qué justificación das? ¿En qué cabeza cabe?

– ¿Y todo eso no ha querido decírselo a la cara?

– Me habrá leído cuarenta veces. Pero el cuerpo no me pide estar con ninguno de ellos y no voy a estar. Este mundo es muy grande, tenemos muchas aceras, que vayan por la suya, que yo iré por la mía.

– Etxezarreta, encarnado por el actor Luis Tosar, es uno de los protagonistas de la película 'Maixabel'. ¿Qué le parece?

– Me parece bien. Sin más. Las actuaciones de las víctimas las respeto profundamente estando de acuerdo o no.

– ¿El hecho de que personas como estos dos presos hayan hecho autocrítica ayuda a avanzar en la convivencia, aunque a usted no le sirva de mucho?

– Yo prefiero mil veces que estén arrepentidos a que salgan de la cárcel y sigan pensando: 'Somos unos héroes'. Como hacen algunos con el puño el alto. Si es de corazón, lo prefiero porque al final esas personas van a terminar en la sociedad, quiera yo o no. Yo estoy de acuerdo con las leyes y la justicia.

– ¿Para usted es creíble su arrepentimiento?

– Yo sí me lo creo. Pero te voy a decir por qué. Porque me conviene creérmelo. Me conviene a mí, no a ellos. Yo no estoy en su piel ni en su cabeza, pero para mi interior, para mi tranquilidad, sí me conviene. Entonces me lo creo. ¿Su conciencia...? Allá ellos.

– Hay muchas víctimas que afirman que lo hacen para obtener beneficios.

– Puede que sí. Eso no lo vamos a saber porque no estamos dentro de su cabeza. Pero es que, sinceramente, prefiero y acepto que pueda ser que sí. Me conviene creerme a pies juntillas que es que sí.

– ¿Cree que es buena idea que algunos de estos expresos de ETA arrepentidos puedan ir a las aulas a dar su testimonio?

– Lo he pensado y me parece bien que vayan, siempre y cuando el objetivo de que vayan esté muy claro y sea muy concreto. Porque tiene que ser con un arrepentimiento clarísimo, no se puede ir a meter odio. Cuando yo fui a las aulas tenía claro que yo solo iba a contar la historia de lo que me había pasado a mí. Y es que ellos (los alumnos) lo aceptan perfectamente, con un silencio atronador. Depende del enfoque que se le dé puede ser positivo para que esta historia no se vuelva a repetir.

– Han pasado casi diez años desde el cese definitivo de ETA. Pero aún hay tareas pendientes para algunos. ¿Le molesta que desde EH Bildu no sean capaces de decir que fue injusto asesinar?

– Sí. Me molesta. Y les diría que es muy fácil. Que utilicen la empatía, que se pongan en el lugar de la víctima. No me parece normal que digan que es justo que le matasen a Santi. Ya me dirás por qué. Creo que por ahí detrás hay mucha influencia del problema que tienen, que son los presos.

– ¿Qué le parece que se acerque a los presos de la banda a cárceles próximas a Euskadi?

– No me molesta para nada. Yo quiero que se cumpla la ley y la ley dice que pueden estar cumpliendo cerca de los familiares porque para ellos también tiene que ser complicado ir a Cádiz a ver a un hijo.

– ¿Y los 'ongi etorris' cuando salen de prisión?

– No me parece justo. Yo entiendo que una madre, un padre, unos tíos quieran recibir al hijo, al sobrino si ha estado preso veinte años, pero es que se pueden hacer las cosas con dignidad. Si quieren manifestar su alegría y quieren celebrarla, que lo hagan discretamente, lo demás me parece inhumano.

Opinión:

Pues en esta entrevista tenemos un ejemplo más de la dignidad existente en el colectivo de víctimas del terrorismo. Y además, una nueva prueba de que hay cada vez más victimas que se apartan del mensaje oficialista que ciertos representantes (impostores o no) van lanzando a los cuatro vientos, aunque cada día que pasa se les va descubriendo.

Y lo que queda por saberse y descubrirse. Tiempo al tiempo.

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