martes, 11 de febrero de 2020

07 febrero 2020 El Correo (opinión)

07 febrero 2020 

Los presos vascos
Deberíamos preguntar a Bildu si de verdad quiere acercar a cárceles vascas a los reclusos de ETA o solo se trata de utilizarlos, una vez más, para tapar la injusticia del terrorismo
Este pasado mes de enero, como todos los años, se ha organizado una gran manifestación: miles de personas en apoyo de los «presos vascos», pidiendo su acercamiento. Y uno piensa: pues la verdad, dicho así, si solo los quieren acercar a las cárceles vascas, no parece que sea mucho pedir; al fin y al cabo, el preso tras los barrotes apenas sabe en qué cárcel está. Pero en esto de los presos nada es lo que parece. ¿Quiénes pertenecen al colectivo de presos vascos? Podríamos presumir que los reclusos con residencia en Euskadi. Nada más lejos de la realidad. Para ser preso vasco ni siquiera hace falta ser vasco. Por ejemplo, Marina Bernardó, que perteneció al ‘comando Gorbea’ de Barcelona, era catalana, pero al ser detenida se convirtió de forma automática en presa vasca. Las 740 personas residentes en Euskadi que no son presos de ETA y están en diferentes cárceles españolas fuera de la comunidad autónoma desde luego no pertenecen al colectivo de presos vascos. La manifestación de enero no les apoyaba. Cuando dicen presos vascos quieren decir presos de ETA y su entorno. Pero tampoco es verdad del todo, porque cuando un preso de ETA abandona la disciplina del colectivo e inicia la vía de reinserción es expulsado de forma automática.
Para hablar con corrección, debemos decir que presos vascos son los presos de ETA, o sus entornos, que antes aceptaban la disciplina de la banda terrorista y ahora la de la izquierda abertzale. ETA siempre ha querido tener presos. Era la forma irrefutable de demostrar la «represión» del Estado. Para ETA los presos siempre han sido el elemento legitimador de su violencia terrorista.
Consiguió con cierto éxito socializar el relato de que los presos no eran personas condenadas por graves delitos, sino pobres victimas maltratadas en las cárceles represivas. Pero la realidad era diferente. Los presos de ETA siempre han sido presos con doble candado: el de la Justicia que les había condenado y –el más férreo– el de la propia ETA. ETA nunca ha reconocido a sus presos el derecho básico de elegir su abogado. Los juicios a sus militantes siempre los ha convertido en una performance para denunciar al «Estado opresor» y no en la defensa de los inculpados. Bueno, hasta que llegaron los grandes jefes al ser detenida toda la mesa nacional; entonces sí: los abogados cambiaron de toga e hicieron una minuciosa defensa de sus clientes.
Lo que realmente restringía e impedía los derechos de los presos siempre ha sido ETA, que pastoreaba a sus presos con capataces togados. Pero, al final, cuando han sido esos capataces togados los que se han tenido que enfrentar a la Justicia, esos que les habían dicho mil veces que ningún militante de ETA podía reconocer un tribunal español han sido ellos los que, además de reconocer al tribunal, han negociado la condena para no ir a la cárcel.
Para ETA los presos han sido una «necesidad histórica» para su propia supervivencia. Cuando años antes de la vía Nanclares un grupo de reclusos comenzó a solicitar beneficios, los que estaban fuera inventaron la terrible teoría de que los presos «tenían derecho a cumplir íntegramente la condena». La verdad es que siempre han sido, y siguen siendo, los juguetes rotos de los que están «fuera». Por eso no es tan sencillo responder a la pregunta de si hay que acercar a los presos o no. Si mañana Instituciones Penitenciarias trasladara de golpe a todos los presos de ETA a Euskadi, una medida administrativa y legal, saldrían en tromba dos colectivos. Los de Bildu dirían: «¿véis cómo teníamos razón?; al final han tenido que ceder», y crearían una nueva reivindicación para seguir atacando al sistema democrático de España. Y la derecha, con escándalo fingido, añadiría: «¿Véis cómo teníamos razón? Al final el Gobierno ha cedido ante los terroristas». Y, mientras tanto, los presos seguirán siendo la piedra que se arrojan unos a otros. No se puede defender el acercamiento de los presos sin, a la vez, defender que la reinserción es una decisión personal que debe renunciar al pasado delictivo.
 Yo creo que para Bildu y su gente los presos son una patata caliente que no saben cómo gestionar. Porque si asumen que la única salida es la aplicación completa de la legalidad, incluyendo los beneficios, claro, tienen que asumir la injusticia del terrorismo en el pasado. A los de Bildu les debiéramos preguntar: ¿de verdad queréis traer a los presos a cárceles vascas o se trata de utilizarlos, una vez más, para tapar la injusticia del terrorismo? Porque si aceptaran la primera parte, creo que no habría muchos problemas, pero si añaden la segunda va a ser complicado.
Gobierno de España debiera ser consciente de su propia fortaleza y también de la fortaleza de la democracia española, que Bildu no tiene ninguna posibilidad ni capacidad de debilitar. Para ello debe el Gobierno, y debemos los demócratas, defender de forma cerrada y con orgullo el sistema penitenciario español, uno de los mejores del mundo. Un sistema que permite, de verdad y de formas múltiples, concretar la reinserción de los penados. Debemos abandonar esa posición casi vergonzante de la defensa de la legalidad ante los ataques de Bildu. La Administración penitenciaria puede adoptar medidas de forma unilateral, como la reubicación de los internos en diferentes cárceles, pero no puede en ningún caso anular los requisitos para la reinserción convirtiéndola en pura excarcelación, que es lo que Bildu pretende. Y finalmente animar a todos los presos a que de forma masiva rompan el segundo candado porque, por muchos cantos de sirena de los de «fuera», no hay ni habrá otra salida que la reinserción, y no hacerlo seguirá teniendo un alto coste personal para ellos.
Opinión:
Curiosa circunstancia… en el artículo (excelente, dicho sea de paso) se plantea una cuestión muy importante y que algunas víctimas llevamos años denunciando sin que pareciera importar a nadie. Lo de “presos vascos” ¿incluye también a los vascos que han cometido otro tipo de delito (un robo con fuerza, p.ej.) en cualquier punto del Estado? ¿SE pide su acercamiento también? ¿O es, realmente, el acercamiento de los miembros dela banda terrorista ETA?
Siempre he tenido muy claro que ser vasco y miembro de ETA no niega la existencia de terroristas miembros de ETA que nacieron en cualquier otro lugar fuera de territorio vasco. Ejemplos los hay a decenas, sin ir mas lejos, los tres autores de los atentados en Cataluña entre 1986 y 1987… un gallego, un palentino y una navarra.
Pero aún y así, la legislación permite ese acercamiento al lugar que consideren oportuno. Bien, perfecto. Que sean acercados a la prisión que les apetezca pero que cumplan en ella el tiempo marcado en su condena y recogido en la legislación.

Cerca. Vale. Pero sin un solo día de rebaja en la condena.

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