martes, 26 de junio de 2012

24 junio 2012 (4) El Periódico de Catalunya (opinion)


24 junio 2012

El personaje de la semana
Mirar de frente al asesino

Núria Navarro

Es la primera víctima de ETA que ha relatado su encuentro con el terrorista a pie de cárcel y en los platós. Le han caído críticas, pero él considera que ha abierto así un nuevo camino hacia el fin de la banda.

Ha podido mirar a los ojos del etarra que lo quiso matar, Rafael Caride Simón, mientras le oía decir: “Lo siento en el alma, estoy tremendamente arrepentido”. Sabía de su congoja porque el preso se lo había escrito en una carta que le llegó el 4 de mayo del 2011. Pero en el espacio estanco de la cárcel alavesa de Zaballa, justo 25 años después de la masacre de Hipercor, sintió su pesadumbre y vio los gestos de la mano que activó aquella bomba. Manrique fue a verle porque se lo había pedido, y porque con el llevaba  a las familias de los 21 muertos y de la cuarentena de heridos por los que durante dos décadas de ha dejado la piel desde la Associació Catalana de Víctimes d’Organitzacions Terroristes (ACVOT) y fuera de ella.

Pero él ha sido la primera víctima que lo ha contado a pie de cárcel. Y esa publicidad del encuentro, amplificada en los platós –incluido El Gran Debate de Tele 5-, no ha sido del gusto de todos. “Un sálvame carcelario”, lo ha calificado el actual presidente de la ACVOT, José Vargas, por ejemplo. “Son cuatro frente a los 400 que han mostrado su apoyo”, se defiende Manrique.

Mensaje en el blog

A su juicio, si el ministro de Interior no hubiera anunciado el 6 de junio que dos víctimas irían al encuentro de los etarras, no le hubiera llamado nadie y nadie se habría enterado. Se limitó a colgar en su blog que se iba a Vitoria un minuto antes de cerrar la puerta de su casa, y la prensa fue volando. Pero no se arrepiente, porque cree que así ha mostrado “la división de ETA” y ha abierto “un nuevo camino para acabar con la banda”, sin regalarle al preso ni un minuto menos de condena.

Ha sido su decisión. La de una víctima. Porque aquel 19 de junio de 1987, Manrique era un carnicero de 24 años. Sabía de culatas para fricandó y de brazuelos para caldos. Y los sabía vender con ese don que luego le sirvió para moverse en escenarios mas crispados. Bajo sus pies, el Ford Fiesta cargado con 30 kilos de amonal y 100 litros de gasolina. “Yo estaba cortando libritos de lomo en una esquina del hiper ha contado-. Sonó la explosión y sentí mucho calor. Pensé: ‘Ha estallado la cámara frigorífica’”. Tenía la cara, los brazos, las manos y el muslo derecho quemados. “Anduve hasta la salida de emergencias y una clienta que me reconoció por el gorro me contó después que iba cargando con una señora al hombro”.

Manrique tenía un hijo de 3 años y otro de nueve meses. No podía hundirse. Cuando salió de la Clínica Asepeyo, le pidió a su mujer que lo llevara directamente al parking de Hipercor. Y volvió a trabajar, pero la vida se había convertido en otra cosa. Había gente que no quería subir a su coche y vecinos que no le querían en el edificio. “Era el terror que genera el terrorismo”.

También se dio cuenta muy pronto de que las autoridades suelen acompañar el duelo mientras centellean los flases, pero luego búscalos para que consigan una pensión a la viuda, un psicólogo al que pierde el norte o un hombro en el que llorar sin que su dueño mire el reloj de reojo. Pues todo eso quiso ofrecer Manrique, quien, dicho sea de paso, es testigo de Jehová y tiene un hiperdesarrollado sentido del amor al prójimo.

Más trabajar y menos política

Armado de buenas intenciones, se animó a ser delegado en Barcelona de la Asociación de Víctimas del Terroridsmo (AVT), pero la politización de la central hizo que ayudara a fundar la Associació Catalana de Víctimes d’Organitzacions Terroristes (ACVOT). “Estamos para trabajar, no para hacer política”, repetía. Con esa convicción, Manrique y su equipo no solo dieron cobertura jurídica y psicológica a las víctimas de ETA, sino también a las de GRAPO, Terra Lliure o Al Qaeda (asistió a 92 víctimas y a 511 heridos del 11-M). Incluso se ocupó de las del espantoso accidente de la verbena de San Juan en la estación de Castelldefels Playa. Más de 1.000 familias, que se dice pronto. Cualquiera de ellos repite: “Robert es nuestro ángel” o “sin él, no habríamos podido soportar tanto olvido”.

La ubicuidad que le exigían las reclamaciones le hizo dejar los cargos de la junta de la ACVOT, y los que tomaron posesión no acabaron de gustarle. En el 2010 pasó a coordinar el Server d’Informació i Orientació a les Víctimes del Terrorisme, dependiente de Justicia de la Generalitat, hasta que el Govern de Mas, en pleno aquelarre de recortes, lo cerró porque el terrorismo “ya no es prioritario”. Pero él sigue peleando, “por libre”.

Hace una semana, durante hora y media, Manrique pudo preguntar a Caride Simón todo lo que quería preguntar. Se enfrentó al asesino con la serenidad que da el haber reflexionado mucho sobre aquel execrable 19 de junio. Le oyó admitir que solo él y los suyos fueron los causantes y que la izquierda abertzale debería reconocer su culpa por jalearles. Le oyó que, si algún día sale del trullo, le gustaría ir a Barcelona a dar explicaciones a más víctimas. Pero al despedirse no le dio la mano: “¿Cómo le voy a dar la mano a quien quemó las mías?”.

Opinión:

Agradezco a Nuria Navarro el reconocimiento a la labor desarrollada en los últimos 24 años.
Solo añado un pequeño detalle: al terrorista no le di la mano porque a mí y a otras muchas víctimas nos pareció repugnante que otra víctima se la diera, en dos ocasiones, el pasado mes de noviembre. Como dato curioso, el marido de esta víctima es quien dice que mi encuentro con el terrorista, ya anunciado por el ministro de Interior diez días antes de ocurrir con el consiguiente seguimiento de los medios, es un “sálvame carcelario y un circo mediático”.
Por lo menos yo no insulté a la memoria de las víctimas causadas por Caride Simón y no me manché tocando esas manos asesinas, las mismas manos que mataron a 24 ciudadanos y dejaron un largo listado de heridos graves.
Y luego aún se llenarán la boca hablando de “dignidad”.

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