16 noviembre 2015 religiondigital.com
Nos vemos en
el matadero
Juan Manuel de Prada
El presidente sirio Al Assad,
después de deplorar los atroces atentados de París, ha recordado que lo que el
viernes sucedió en la capital francesa ocurre cada día en Siria desde hace
cinco años, ante la indiferencia de las plañideras que hoy lloriquean y ayer se
tapaban los oídos cuando el mismo Al Assad advertía: «Pronto veremos cómo las
naciones occidentales que apoyan el terrorismo pagarán un alto precio; y muchas
de ellas entenderán tarde, e incluso demasiado tarde, que la batalla que el
pueblo sirio libra para proteger su patria se extiende más allá de sus
fronteras, para defender también a gentes de otras naciones que en el futuro
pueden ser víctimas del mismo terrorismo».
Las palabras proféticas de Al Assad se hacen realidad hoy. En estos días luctuosos no debemos olvidar que, al igual que otras colonias del pudridero europeo, Francia (o, dicho más exactamente, los capataces al servicio del Nuevo Orden Mundial que ocupan el Elíseo) apoyó las llamadas «primaveras árabes» acaudilladas por islamistas de la peor calaña.
Las palabras proféticas de Al Assad se hacen realidad hoy. En estos días luctuosos no debemos olvidar que, al igual que otras colonias del pudridero europeo, Francia (o, dicho más exactamente, los capataces al servicio del Nuevo Orden Mundial que ocupan el Elíseo) apoyó las llamadas «primaveras árabes» acaudilladas por islamistas de la peor calaña.
No debemos olvidar que Francia se
ha empleado con denuedo en la erradicación de todo régimen nacionalista árabe
que supusiera un dique contra la expansión del islamismo, llegando a intervenir
de forma especialmente repugnante en Libia.
No debemos olvidar tampoco que
Francia ha enviado su aviación a Siria con la excusa del combatir a Estado
Islámico, pero con el secreto propósito de destruir la infraestructura
petrolera del país, sus centros de comunicaciones y, en general, todo objetivo
que contribuyese a la defensa patriótica de la nación siria.
No debemos olvidar que Francia
(según ha reconocido el propio Hollande) se ha dedicado a armar, entrenar y
financiar a los llamados «rebeldes» sirios, que es el nombre fino con que se
designa a las alimañas yihadistas venidas desde los más diversos rincones del
atlas para derrocar a Al Assad y vaciar Siria, obedeciendo las consignas del
Nuevo Orden Mundial, que desea reconfigurar el mapa de la región.
No debemos olvidar, en fin, que
cuando Rusia, la única nación europea que combate el terrorismo yihadista,
lanzó su campaña en Siria, Francia escenificó con mucho aspaviento su
oposición.
Dicho lo cual, no podemos dejar de
deplorar que el pueblo francés haya sido elegido como víctima del terrorismo
que apoyan sus gobernantes traidores. Nos duele en el alma que la nación
católica que en otro tiempo fue denominada «primogénita de la Iglesia » se haya
convertido, tras dos siglos de destructiva exaltación de los deletéreos ideales
revolucionarios, en el principal centro irradiador del veneno que está
destruyendo Europa, que no es otro sino la renuncia a los principios que
fundaron su civilización, la insensata exaltación del laicismo, la negación de
las leyes naturales y divinas que nos ha convertido en una papilla de gentes
amorfas, aferradas a sus placeres embrutecedores y a su esterilizante bienestar
material.
Nos duele terriblemente pensar en
las almas de esos 129 inocentes ametrallados por las alimañas yihadistas, que
mientras fueron masacrados ni siquiera pudieron rezar una oración a Dios,
porque ya no creen en Él, o porque ya no saben rezarle, pues las oraciones con
que sus antepasados se encomendaban a Dios no se pueden enseñar en las escuelas
ni rezar en público, por razones de «higiene pública» y «progreso social».
Nos duele terriblemente ver a un
pueblo otrora fuerte y aguerrido convertido en un pueblo apóstata al que sus
gobernantes han dejado inerme y sin fibra moral. Pero en esto los franceses no
se distinguen de los demás pueblos que integran el pudridero europeo, víctimas
del terrorismo que apoyan sus gobernantes traidores. ¡Nos vemos en el matadero!
Opinión:
Desde luego hay quien quiere
superar a Mariñas o a Sala i Martín. Me gustaría saber qué información divina a
debido recibir el señor de Prada para decir lo que dice, porque no creo que
estuviera en el interior de los lugares atacados para conocer la creencia
religiosa de cada víctima, si era o no creyente o incluso practicante.
Voy a decirle algo al señor de
Prada. Cuando en Hipercor, mientras ejercía mi agradable labor como carnicero
en el supermercado, vi la muerte muy de cerca. Mucho. Demasiado. Hay bomberos
que no entienden cómo pude salir de aquel infierno. Y mientras escapaba de
aquel agujero sobre el coche bomba, gritaba con todas mis fuerzas el nombre de
mi mujer y de mis hijos. De mi madre y de mi hermana, y de mi Dios, un dios que
evidentemente no es el mismo en el que Usted cree. Fue una reacción humana al
enfrentarme a un final. Con el tiempo he sabido que otras víctimas llamaban a
su propio dios, algunas solo gritaban y alguna parece que llamó a un ángel (si
es que estaba allí...).
Pensaba que mezclar religión y
fanatismo político era propio de mentes fanáticas y destructivas. Ahora
descubro que también hay quien lo hace desde su propia creencia.
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