10 diciembre 2017
Los hospitales de
Barcelona actualizan sus planes para afrontar un atentado
El protocolo para
atender múltiples víctimas incorpora la experiencia del ataque terrorista de la Rambla
Los servicios de
urgencias asumieron con notoria profesionalidad la imprevisible llegada de 130
heridos
El atentado contra la sala Bataclan de París, ocurrido en noviembre del 2015,
fue el último aviso que aceleró en los cuatro grandes hospitales que cubren el perímetro de Barcelona la preparación coordinada de un plan con el
que afrontar un eventual ataque que pueda producir múltiples víctimas. El acto
terrorista ocurrido en la Rambla el pasado 17 de agosto, en el
que hubo 14 muertes y 130 heridos, puso a prueba, con un resultado de
reconocida eficacia, la teoría protocolaria. En estos momentos, el plan está actualizado y
las instituciones implicadas -los hospitales Clínic, Mar,
Sant Pau y Vall d'Hebron,
más los servicios de emergencia y los cuerpos policiales- mantienen encuentros
periódicos.
Su referencia es la elogiada respuesta con que afrontaron el 17-A, pero no ocultan
que las incógnitas persisten. "De alguna manera, tuvimos suerte. Podía
haber sido mucho peor", afirma la doctora Isabel Cirera, responsable del área de urgencias en el Hospital
del Mar, la persona que a las 17.15 horas del 17 de agosto recibió el
primer aviso telefónico que anunció la inminente llegada de un impredecible
número de heridos, de una gravedad aún más difícil de predecir.
"Influyó el hecho de que era agosto, las urgencias
estaban tranquilas, los heridos sufrían politraumatismos pero no lesiones por
arma de fuego o metralla, que requieren cirugía, y hubo una cifra de
víctimas asumible para la red sanitaria de Barcelona -enumera Cirera-. Ninguna ciudad está preparada para
afrontar unas Torres Gemelas". Allí hubo 2.600 muertos y 6.000 heridos.
Los primeros trazos del plan se empezaron a dibujar,
precisamente, en el 2001, tras los ataques terroristas de Nueva York, pero
la masacre de París había despejado las dudas que pudieran quedar en la
mente de quienes organizan la atención de las emergencias en la capital catalana.
Asumieron como verosímil un temor que finalmente fue realidad:
"Barcelona iba a ser tarde o temprano objetivo de un atentado
terrorista", sintetiza Cirera.
Reparto de
ambulancias
El protocolo para incidentes con numerosos heridos se
diseñó en el Consorci Sanitari de Barcelona, que enlaza los citados
hospitales, más otros cinco de menor envergadura, con el Servei
d’Emergències Mèdiques (SEM),
el organismo que distribuye las ambulancias hacia los servicios
de urgencias hospitalarios.La misión del SEM, importantísima en momentos críticos,
consiste en graduar el reparto de heridos hacia los centros sanitarios, con
el objetivo de que este sea equitativo y equilibrado.
Que ningún hospital quede en pocos minutos con todos los quirófanos y
las unidades de cuidados intensivos ocupados. "Si llegan, de golpe, 20
heridos graves necesitados de quirófano, nos colapsan el hospital",
advierte Cirera.
La intervención
sanitaria fue supervisada por el Centre de Coordinació Operativa de
Catalunya (CECAT), que tuvo en el SEM su enlace con hospitales y centros de
urgencia de asistencia primaria (CUAP). Las ambulancias de emergencias, a su
vez, quedaron supeditadas a las modificaciones de tráfico que decidió la Guardia Urbana.
Todos permanecieron conectados con Mossos d’Esquadra, Bomberos y Policía
Nacional.
Dentro de los hospitales, explican, funcionó un especial
automatismo humano que aún emociona a quienes lo recuerdan. "La sensación
de supuesto caos, no existió",
explican los sanitarios del Hospital del Mar. "Pactamos con la Guardia Urbana la
llegada de ambulancias y nos preparamos", describe la responsable de
urgencias.
Un silencio de
impacto
El primer paso fue vaciar los boxes del servicio de
urgencias. "Es lo primero que hemos de hacer en esos casos", prosigue
Cirera. Los enfermos que estaban en condiciones de resistir, se fueron a
casa. Diez minutos después de iniciado el operativo, 15 camillas con pacientes
que estaban en observación flanqueaban el pasillo central del servicio. Nadie
se quejó. "La urgencia convencional -el tipo de enfermos que acuden al
hospital una tarde de verano- dejó de venir", prosigue la especialista.
Parte del servicio, no obstante, permaneció siempre libre.
"Teníamos que estar preparados por si venía un infarto".
En pocos minutos, profesionales adscritos a los servicios
que deben atender un código cuatro, esto es más de 50
heridos –cirujanos, traumatólogos, anestesiólogos, pediatras,
intensivistas y radiólogos-, la mayoría en periodo de descanso o de
vacaciones, habían llegado al hospital. "Venían espontáneamente. Se
enteraban a través de las redes sociales. No hubimos de llamar a nadie",
afirma Joan Ramon Masclans,
responsable de unidades de cuidados intensivos (UCI) en el Mar.
El primer herido llego a las 17.30 horas y 30 minutos
después se había estabilizado a las seis personas que sufrían las heridas de máxima
gravedad. "Lo que más me
impresionó en aquel momento fue el silencio que se
creó en el servicio de urgencias", un silencio que aún emociona a la
doctora Cirera.
Horas de altruismo
"No hubo nerviosismo –relata-. No hubo gritos, como
suele ocurrir en situaciones críticas. Quien no estaba atendiendo a
alguien se colocaba en una esquina, y acudía rápidamente adonde se le
necesitaba. Se actuó con profesionalidad y eficacia. Fueron unas
horas de altruismo puro".
Mientras todo eso sucedía -y fue así en el resto de
hospitales-, algunos sanitarios se ocuparon de identificar a los
heridos. Un punto fundamental. Atendieron a personas de más de 30
nacionalidades. Personas desorientadas, conmocionadas, algunas inconscientes.
Horrorizadas. "Había macedonios, filipinos, irlandeses, alemanes… nuestro
objetivo era reunir familias, a una madre con su hija... -explica
Cirera-. A las ocho de la tarde, los teníamos a todos identificados y las
familias reagrupadas". Alguien recuerda los cuatro días que
transcurrieron antes de que Ignacio Echevarría fuera identificado
tras el atentado ocurrido el pasado junio en Londres.
La actuación de los
hospitales de Barcelona en la tarde del 17-A y días posteriores se ha
convertido en una referencia, ahora estudiada en los centros del resto de España, que sustituyó de
un plumazo a cualquier simulacro que se hubiera podido imaginar. La
experiencia puso de manifiesto algo en lo que coinciden quienes atendieron los
servicios aquella tarde: "Todos, médicos, enfermeras, señoras de la
limpieza o asistentes sociales, sacaron lo mejor de sí mismos",
destaca el doctor Masclans. Pero se muestran prudentes. "No quiero ni
pensar qué habría ocurrido si, en lugar de ser un atentado improvisado,
hubieran explotado aquellas furgonetas junto a la Sagrada Família ",
murmura la doctora de urgencias.
Opinión:
Excelente labor la realizada a nivel de asistencia médica,
reconocimiento que debe hacer cualquier persona con un mínimo de sentido común.
Si acaso, otro día ya hablamos de la asistencia a los
testigos presenciales o aquellos ciudadanos ingresados en diversos centros
hospitalarios con episodios de ataques de pánico, ataques de ansiedad o incluso
con mas que probables flashbacks…
Por mi parte y después de casi treinta años en los que he
tenido que acudir (junto a Sara Bosch) a numerosos hospitales tras un atentado
terrorista, solo puedo decir que la experiencia de los equipos médicos
acumulada en todo este tiempo ha sido increíble con lo que la gran mayoría de
errores cometidos en ocasiones anteriores se han ido solucionando y minimizando…
pero todavía quedan algunas lagunas por cubrir…
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