lunes, 18 de diciembre de 2017

18 septiembre 2017 (17.12.17) (2) El Periódico de Catalunya (opinión)

18 septiembre 2017 (17.12.17)



Las voces de Hipercor
Una exposición en la Fabra i Coats revive el atentado de ETA 30 años después y recoge en varias entrevistas los testimonios de abandono de los supervivientes por parte del Estado

El visitante entra en un laberinto negro cuando accede al Espai Zero de la Fabra i Coats. Le recibe una proyección  que le explica que estaba sucediendo en este país hace 30 años. Un tal Antonio Hernández Mancha presentaba una moción de censura. El 27 de marzo moría un guardia civil en un atentado de ETA en el puerto de Barcelona. Herri Batasuna obtenía 39.692 votos en Catalunya. El 2 de abril una explosión acababa con la vida de Juan Fructuoso  Gómez,  vecino de Barcelona. Margaret Tatcher ganaba sus terceras elecciones. "Hay mucha gente de menos de 30 años que asocia un atentado a lo que ha sucedido a partir del 11-S y es necesario explicar el contexto de la época", argumenta Francesc Valls, comisario de la exposición-memorial La ferida de Hipercor Barcelona 1987 organizada por el Museu d'Historia de Barcelona.

Después sigue la descripción del atentado. "Hemos huido de la truculencia", explica Valls. No hay quemados, hay bomberos, humo, el tremendo socavón que quedo en el aparcamiento. Y el recuerdo de las 21 victimas mortales (21 luces que cuelgan en un espacio cerrado, inquietante) y los 46 heridos. Tras salir de este laberinto negro , las reacciones: las concentraciones en Sant Andreu y en el Paseo dr Gracia, la misa celebrada de la Catedral, los pactos antiterroristas, el "error" reconocido con la boca pequeña por ETA...

El contenido de las sentencias, leídas en voz alta, escuchadas con auriculares, duelen más. La descripción  de la composición letal de la bomba. De las gravísimas lesiones. La inculpación del Estado como responsable civil subsidiario por no evacuar. ("no es que digamos que la policía no hizo correctamente lo que tenia que hacer, es que, sencillamente, no hizo nada", escribieron los jueces). Duelen pero no tanto como las voces de los verdaderos protagonistas de la exposición, las victimas supervivientes enfrentadas al silencio burocrático.

“El gran tema es, a pesar del discurso del reconocimiento de las víctimas, el divorcio entre el poder y ellas. Sistemáticamente, los abogados del Estado recurrieron las sentencias que les perjudicaban económicamente. No se puso en contacto a las víctimas, Robert Manrique y Álvaro Cabrerizo los tuvieron que buscar en el listín telefónico. Se negó la responsabilidad civil a las 33 víctimas a quienes se les pasó el plazo para recurrir…”, enumera Valls.

En una pantalla, negra, Milagros Rodríguez, Nuria Manzanares, Enric Vicente, Robert Manrique, Jordi Morales, Jessica López y Xavier Valls enumeran agravios. Uno tras otro, Jessica López: su calvario para que se reconociese que quedó sorda por la onda expansiva que sufrió estando en el útero de su madre. Nuria Manzanares y Enric Vicente, el reto de superar psicológicamente la muerte de una hermana y dos hijos sin el apoyo profesional que hoy recibe cualquier víctima. Jordi Morales, huérfano de padre y madre a quien no se le reconocía como beneficiario de indemnizaciones porque lo eran sus abuelos, mientras que a sus abuelos tampoco, porque había un hijo de las víctimas. El pasado junio, en el Parlament, aún lo sentaron en cuarta fila tras las autoridades. “Fue la metáfora de lo que siempre han hecho los políticos: darnos la espalda”. Xavier Valls, huérfano, cuya abuela, tras no haber “recibido ni in hola ni un adiós”, respondió enviando un telegrama de condolencia a Jordi Pujol y Pasqual Maragall.

“En 1989, las víctimas no sabían que había un juicio”, explica Robert Manrique, fundador de la Acvot. Al cabo de seis años, cuando llegó el juicio a Santiago Arróspide y Rafael Caride, añade, algunas víctimas seguían sin haber tenido noticia de las administraciones.

Opinión:

La información presentada por Ernest Alós aporta una gran cantidad de datos acerca de la exposición porque detalla de un modo muy amplio lo que el visitante podrá encontrar y despierta el interés por acudir, lo cual es de agradecer porque reconoce el esfuerzo y la dedicación de un amplio equipo para hacer una excelente labor.
Pero hay un par de pequeños datos que me gustaría aclarar. No fue la abuela de Xavier Valls quien, con una gran ironía, envió el telegrama de condolencia. Fue la madre de Xavier y de Jordi, Maria José Olivé. Quienes la conocimos y tuvimos el honor de trabajar en diversos proyectos con ella entendemos perfectamente la razón para que hiciera ese envío.
Por otro lado, no fue al cabo de seis años a partir de 1989 cuando tuvimos el juicio contra Arróspide y Caride, sino al cabo de catorce… de 1989 a 2003.
Y para ser justos me gustaría recordar que pese a ser el fundador de la Acvot en 2003, todo lo que conozco sobre el tema de las víctimas del terrorismo lo aprendí en mi tiempo como delegado en Catalunya de la antigua Asociación Víctimas del Terrorismo desde 1990 hasta 2002… como miembro del equipo que estaba bajo las dirección y coordinación de Juan Antonio Corredor. De no haber sido por el trabajo que desde la antigua AVT se llevó a cabo nada, absolutamente nada de lo que miles de víctimas del terrorismo podemos tener ahora habría sido posible.





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