15 diciembre 2017
“mi
angel de la guarda está vivo y se llama Robert”
Este es un cuento
–anticipado– de Navidad.
Josep
Maria Maycas pidió
a un colega (Robert Manrique, en la foto, difuminado) que le cambiara
el turno en la carnicería de Hipercor el 19 de junio de 1987. Era cinturón
negro de kárate y aquella tarde un reputado maestro de artes marciales daba una
clase que no quería perderse por nada del mundo. "No hay
problema", salió al quite el colega. A las 16.08 horas, ETA hizo estallar
30 kilos de amonal en el párking. Mató a 21 personas e hirió a otras 45, entre
las que podía haber estado él. Pero le tocó a Manrique. Ninguno de los dos
olvidará aquel cambio de turno.
–Acabé a las 14.15. Vino mi novia, hicimos unas compras en
el híper y salimos de allí a las 15.30. Fui a casa, en el Poble Sec, a
cambiarme. De repente llamaron a la puerta de manera escandalosa, abrí y mi vecina
me dijo: "¡Ay, Josep Maria, menos mal que estás aquí!". Así me
enteré.
¿Cómo reaccionó?
No recuerdo nada.
¿Nada de nada?
Solo que al día siguiente volví a Hipercor y, sobre el
mostrador, vi el trozo de lomo y las tres o cuatro lonchas que Robert había
cortado para hacer libritos. La segunda cosa que recuerdo es verle en la UCI de la unidad de quemados
del Vall d’Hebrón a través de un cristal. Excepto esas dos cosas, la mente se
me quedó en blanco. Hasta hoy.
Le hicieron limpiar la escena del atentado,
como al resto de trabajadores.
Me lo han contado, pero no recuerdo haber cogido una
escoba. Solo sé que desaparecí de allí. Poco después me mudé con mi novia a
Granollers. Al parecer, en 1996 fui testigo en un juicio de Robert contra
Hipercor, pero tampoco lo recuerdo.
¿No se buscaron más?
Yo le veía por la tele y en algún diario. Sabía que
estaba bien. Y 10 años después del atentado, nos cruzamos en el
aeropuerto.
¿Qué se dijeron?
Nos reconocimos al instante. "¿Cómo estás?", me
preguntó. "Hecho una mierda, tío", le respondí. Nos sentamos a hablar
y hasta hoy. En algún momento creo que le dije: "No sé si debo de pedirte
perdón".
Sabe que no tiene culpa.
Al principio la sentí. Más que nada por su mujer, que tenía
dos criaturas pequeñas. Cuando se publicó 'Pido la palabra' (2009), el libro de
Goyo Martínez sobre las víctimas de Hipercor, Robert me puso en la
dedicatoria: "Mai un favor entre amics
ha ajudat tanta gent".
Manrique ha ayudado a cientos de víctimas del
terrorismo, sí.
Yo no habría hecho lo que él. En todo caso, mi ángel de la
guarda está vivo y se llama Robert.
Manrique –uno de los protagonistas de la exposición 'La
herida de Hipercor' que se acaba de inaugurar en
la Fabra i Coats– está presente en la entrevista y quita
hierro al asunto. "¿Sabe cómo lo presento a un tercero? –interviene–. Como
el hijo de puta que me cambió el turno". Y ambos se ríen como lo
hacían hace 30 años detrás del mostrador.
¿Qué fue de su vida, señor Maycas?
Trabajé en Costa Angelet, un almacén frigorífico de carne
de Vilanova del Vallès. Pero me interesaba la música –los fines de semana
trabajaba de DJ– y entré de comercial en Warner Music.
Vaya cambio. ¿Conoció a muchos famosos?
Entablé relación con Alejandro Sanz cuando
sacó 'Pisando fuerte' (1991), y conocí a Lou Reed uno
de mis ídolos, AC/DC, los R.E.M, Bertín Osborne... Iba a conciertos y
tenía acceso a discos. Ahora estoy prejubilado.
Tiene delante a su ángel y es Navidad,
¿qué le dice?
Siempre le digo lo mismo: "Por ti, lo que haga
falta".
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