17 diciembre 2017 (16.12.17)
Lo de ETA
Escrito en la pared
Esta semana se ha conmemorado el trigésimo aniversario de
la matanza que perpetró ETA en el atentado contra la casa-cuartel de la Guardia Civil de
Zaragoza. Pasan los años y la memoria de los hechos pervive. Aquel ataque llevó
la firma de Henri Parot, un tipo sanguinario que, paradójicamente, llegó
llorando ante el juez de la Audiencia Nacional , quejándose de que sólo le
habían dado un bocadillo para comer, según me contó en cierta ocasión el
magistrado Carlos Dívar, fallecido hace apenas un mes.
El tiempo pasa, la memoria perdura, pero la justicia parece
que se desvanece. El ministro Zoido, en un acto celebrado en el lugar del
atentado, ha hablado de la derrota del terrorismo y del papel que, en ella,
juega «la unión sin fisuras»; y el presidente de Aragón, Javier Lambán, ha
señalado en el mismo lugar que la democracia no puede permitirse «el lujo de la
amnesia». Ambos están en lo cierto y es pertinente reconocerlo, pero por mucho
que la retórica nos consuele, no por ello podemos eludir lo obvio: la ETA vencida aún no se ha
disuelto, buena parte de sus crímenes –unos trescientos– continúan sin
resolverse y su legado político, a través de Sortu y la coalición EH Bildu,
ocupa un lugar en las instituciones vascas.
Lo de ETA ahí sigue sin que el Gobierno sepa muy bien qué
hacer con ello. Es verdad que en nada ha favorecido a esa organización
terrorista, pero también es cierto que ha carecido de iniciativa política para
propiciar su definitiva desaparición. Entretanto, el tiempo pasa y buena parte
de los etarras presos van cumpliendo sus condenas y quedan en libertad. Otros
fallecen en prisión, como le ocurrió hace también pocos días a Belén González
Peñalva, otra terrorista cruel a la que, por cierto, le ofrecieron después de
morir un acto de reconocimiento en su pueblo, con asistencia de los principales
gerifaltes del abertzalismo independentista. Esto, más allá de que pueda ser o
no un delito, resulta desasosegante para muchas personas, entre ellas buena
parte de las víctimas del terrorismo que no entienden muy bien cómo en un país
democrático se tolera la exaltación de quienes hicieron de la violencia su modo
de participación política.
Lo de ETA, se quiera o no, sigue siendo un problema que el
Gobierno tiene que resolver y para el que no vale la paciente espera porque las
legislaturas transcurren a una velocidad mucho mayor que la que se observa en
los procesos decisorios de esa organización terrorista. Es verdad que, media
docena de años después del cese de las acciones armadas, puede no tratarse de
un asunto apremiante, pero ello no quita para que haya dejado de ser
completamente peligroso. Y desde el punto de vista político constituye un fiasco
que se anota entre las deudas que, al final, se van dejando de pagar y que los
electores evocan de vez en cuando, como ahora, en esta semana en la que vuelve
el recuerdo de los que perecieron.
Opinión:
Puedo estar de acuerdo en mucha de la información que
publica Mikel Buesa pero hay una frase que me muestra que todavía se siguen
presentando datos desde una perspectiva partidista. Cuando hablando del Gobierno
español dice que “es verdad que en nada ha favorecido a esa organización
terrorista” debería recordarse que cuando otro gobierno anterior hizo exactamente
lo mismo que el actual, es decir, cumplir la legislación que los diferentes Códigos
Penales marcaban, las manifestaciones organizadas por el actual Gobierno contra
el que había entonces fueron constantes y continuas. Manifestaciones que según
algunas fuentes fueron convocadas con recursos públicos (¿Gurte?) y en las que
casi no se insultaba a la banda terrorista ETA sino al entonces Presidente del
Gobierno…
Señor Buesa, lo pido públicamente, deje de utilizar a “las”
víctimas del terrorismo para lanzar mensajes que no se ajustan a la realidad.
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