06 marzo 2019
La izquierda
abertzale mantiene su resistencia a reconocer que el terror de ETA nunca debió
existir
Después de tres meses de parón y sin apenas acercamientos
de posturas desde su nacimiento en marzo de 2017, la reanudación de los
trabajos de la ponencia de Memoria y Convivencia constituida en el Parlamento
vasco confirmó ayer las frontales discrepancias entre los partidos que la han
situado al borde del fracaso. La búsqueda de un consenso básico sobre ambas
materias, extensible tanto al reconocimiento y la dignificación de las víctimas
como a la política penitenciaria, es un loable objetivo que no puede obviar la
realidad del fanatismo terrorista que ha intentado imponer por la fuerza un
proyecto totalitario que niega la pluralidad de Euskadi. Parece obligado que
las conclusiones de la ponencia, si aspiran a representar algún avance hacia un
relato ajustado a la verdad, incluyan una expresa deslegitimación ética, social
y política del terrorismo de ETA y el explícito reconocimiento de que ninguna
razón lo justificó. No basta con que la izquierda abertzale reconozca por fin,
tras el cese de la violencia y la disolución de la banda, que nunca más debe
producirse la aniquilación física de quien piensa diferente.
Su gran asignatura pendiente, y la que impide un acuerdo en
ese foro del que se ha autoexcluido el PP, es la asunción de que asesinar a más
de 800 personas y haber colocado en la diana a decenas de miles más por su
adscripción política, por haberse resistido al chantaje o por la profesión que
desempeñan fue un macabro error. Ese es el recorrido ético que aún falta por completar
a quienes en su día jalearon, encubrieron o justificaron el coche bomba o el
tiro en la nuca que destrozaron vidas inocentes. El respeto a las víctimas y la
reparación del daño causado hacen necesario un acuerdo que vaya en esa
dirección, sin pretendidas excusas en forma de un inexistente 'conflicto' o del
ejercicio de otras violencias - 'guerra sucia, torturas...- que, aunque
reprobables, en modo alguno pueden blanquear la historia de ETA. Se hace
difícil de entender que esa exigencia moral de condena del terrorismo sea
motivo de disputa entre el PNV y el PSE. Las «disculpas» que los familiares de
presos de la banda han pedido a las víctimas por la falta de empatía hacia su
dolor representa un paso respecto al desprecio con el que las han tratado hasta
ahora. Pero está muy lejos de reconocer la injusticia de los asesinatos
perpetrados en nombre de un «pueblo vasco» al que jamás representaron por
quienes cumplen condenas de cárcel por tan abominables delitos.
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