23 julio 2024
Hanan Serroukh, mediadora sociocultural entre la comunidad marroquí y la española
“El
hiyab no es un signo religioso, es un instrumento político”
Nací
en Barcelona de padres marroquíes y crecí en Figueres. Soltera, una hija. Soy
traductora. Fundé la asociación Punt de Referència, que acompaña a niños sin
familia. Urge un servicio público honesto y resolutivo. En España avanza el
islamismo por la dejadez política. Creo en el amor al prójimo. (Foto: Xavi
Jurio)
Serroukh
ha desarrollado su actividad profesional y su activismo social vinculada con
los cuerpos y fuerzas de seguridad en la lucha contra el terrorismo yihadista y
el islamismo. Tuvo que huir, en Figueres, de un matrimonio concertado a los 13
años por su padrastro, un salafista. Fue repudiada por su madre y por su
comunidad. Cuenta su historia en El precio de la libertad (Sekotia); pero
también cuenta su visión de cómo el islamismo empezó a expandir sus
organizaciones y cómo sus líderes han conseguido penetrar en las estructuras de
la sociedad, aprovechando las fisuras de nuestro sistema sociopolítico. “La
política islámica utiliza el manto de la religión para dominar a la sociedad y
así es cómo entran en Europa, porque no se hace esa separación necesaria entre
prácticas religiosas y política”.
Cuénteme
su historia.
Soy
hija de la inmigración marroquí venida de las montañas. Mis padres eran
analfabetos, trabajaron duro y se integraron. No vinieron a buscar una
mezquita, vinieron a buscar una vida digna y la consiguieron. Pero mi padre
falleció.
¿Y
qué fue de usted y de su madre?
Mi
madre volvió a casarse, la comunidad le habló de un hombre culto que enseñaba
el Corán. Era un momento en el que en los países árabes perseguían a miembros
de los Hermanos Musulmanes que con este tipo de matrimonios se refugiaban en
Europa.
¿Cómo
era su nuevo padre?
Un
salafista, un radical, todos los yihadistas vienen de los salafistas. Mi madre
nunca se había puesto un velo, iba con tejanos. Le hizo dejar el trabajo,
corrigió su forma de vestir. Nos sometió y nos impuso separarnos de los
infieles hasta el punto de sacarme del colegio con 12 años.
¿Y
su madre, callada?
Te
inyectan su concepción de la moralidad, y es toda una comunidad. En Catalunya
en dos años se han evitado 22 casos de matrimonios forzosos, pero esos datos no
son reales.
Dice
usted que en Europa muchos miles de niñas son obligadas a casarse con hombres
que no conocen y que les doblan la edad.
Estas
cifras que manejan las administraciones son las que denuncian, no incluye a
todas las que están sometidas. Es un caldo de cultivo, toda una cultura
paralela en la que someterse es lo que se hace. Yo estoy considerada una
prostituta para la comunidad.
¿Qué
hizo?
Me
escapé del matrimonio concertado por mi padrastro, hui de la comunidad y tuve
que denunciar a mi madre para poder tener protección de la Administración.
Tenía 14 años.
Debió
de ser muy duro.
Ella
tuvo que repudiarme por infiel, y lo entiendo, porque yo hui, pero ella se
quedó, no tenía opción. Para ellos están ellos y los infieles, y así crecen los
niños.
¿También
aquí?
Decían
que los jóvenes de Ripoll que cometieron el atentado de la Rambla estaban
integrados, pero habían crecido con esa idea de los infieles o nosotros, basta
un empujón.
¿Para
convertirse en radicales?
Es
un caldo de cultivo, algo que va calando. Mi madre pasó de ir con traje de baño
a la playa a vestir con un hiyab con el que solo se le ve la cara. Pero dese un
paseo por Reus, la cuna del salafismo, y fíjese en cómo van vestidas las niñas
a la salida de una madrasa.
¿Y
cómo van vestidas?
De
negro. El informe europeo reconoce que la gestión del multiculturalismo ha sido
un fracaso. No es un logro que tengamos un hiyab en el Parlamento, responde a
alianzas.
¿Qué
fue de usted?
Estuve
en un centro de menores, y a los 18 volví a Barcelona, sobreviví limpiando
casas y luego traduciendo y haciendo labores de mediación sociocultural.
También trabajo con una institución que recibe encargos de la Administración
sobre amenazas islamistas.
¿Cómo
el fundamentalismo ha conseguido penetrar en nuestra sociedad?
Los
islamistas radicales que llegaron a Europa fueron capaces de estructurar una
red con la población migrante y tener acceso a la financiación europea
utilizando proyectos de multiculturalismo, creación de mezquitas…, eso les ha
permitido crear redes impresionantes.
¿Redes
de qué?
De
captación y de poder de influencia en la política. Han creado sus espacios de
educación paralela de niñas, niños y jóvenes.
¿Para
que no pierdan sus orígenes?
Las
niñas van a la escuela pública y luego a la madrasa para contrarrestar la
contaminación de lo occidental, y estas madrasas dirigidas por líderes
islamistas se financian con dinero público.
Pero
el colegio, los grados, la universidad.
Sí
las niñas no fueran a las madrasas, no les permitirían ir a las escuelas. Las
familias musulmanas que no llevan a sus niñas a las madrasas están consideradas
infieles, traidoras a la comunidad. Todo esto, con la complicidad y la falta de
honestidad política.
Explíquese.
El
hiyab no es un signo religioso, es un instrumento político. Cada mujer que
lleva un hiyab en Europa es una conquista social y política para los
islamistas. No son menos musulmanas las universitarias de Marruecos, Egipto o
Argelia por ser libres.
No
es usted políticamente correcta.
No,
porque eso nos impide ser honestos y saber lo que nos está pasando y qué
instrumentos necesitamos para gestionarlo. Yo trabajo con los cuerpos de
seguridad en la lucha contra el terrorismo yihadista.
Deme
una idea.
La
complejidad de la amenaza no es solamente armada, es sobre todo ideológica,
social y cultural, pero lo políticamente correcto nos impide debatir con
honestidad.
Opinión:
Solo voy a repetir el tuit que he hecho esta misma mañana
al leer la interesantísima entrevista de Ima Sanchis con Hanan Serroukh:
“La señora Hannan es marroquí. No estaría de más que
algunos leyeran esta entrevista. Desde los atentados de agosto2017 en Catalunya
y desde el ámbito “víctimas del terrorismo” llevamos advirtiendo sobre el mismo
tema”.
Solo se trata de poner sobre la mesa un problema creciente
y que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
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