lunes, 28 de noviembre de 2011

30 octubre 2011 El Mundo del Siglo XXI


30 octubre 2011


Quan els efectes mes mediàtics del comunicat de la banda terrorista ETA ja havien passat, en Robert ha tornat a ser noticia. I ha tornat a ser noticia perquè ha estat la primera víctima del terrorisme que ha rebut una carta de l’autor del seu atemptat.
En Robert sempre ha estat un personatge molt mediàtic per tota la feina que ha realitzat i per l’enorme coneixement que posseeix, però mai ha estat un personatge “estrella” perquè no ha fet ni dit mai res buscant ser noticia. Quan ho ha estat ha sigut perquè nosaltres (periodistes, advocats, metges, historiadors....) hem anat a buscar-lo. I ell sempre se ha deixat trobar, qualitat que sempre li agrairem.

Però el diumenge 30 d’octubre tothom ens vàrem assabentar de una noticia que l’AMIC Robert havia tingut amagada des de molts mesos abans, en una nova demostració de que mai ha volgut ser portada de cap medi. Aquell 30 d’octubre es publicava en la separata “Crónica” del diari “El Mundo”, per part de la companya Ana Maria Ortiz, la següent informació:

Primera misiva etarra a una víctima.
Sin la palabra perdón

“Reconozco el daño y sufrimiento que causaron en personas como usted las acciones llevadas a cabo durante nuestra militancia en ETA. No soy insensible al dolor y sufrimiento que las mismas generaron; de ahí mi compromiso sincero en tratar de ayudar a cerrar esas heridas”

La carta trampa del asesino de Hipercor

“Esta carta no me vale. Tiene que pedirme perdón de verdad para  encontrarme con él”, dice la víctima.

No soy insensible al dolor que las acciones llevadas a cabo durante nuestra militancia en ETA generaron; de ahí mi compromiso sincero en tratar de ayudar a cerrar esas heridas y en que nadie mas sufra lo que ustedes han sufrido. Agradecerle la oportunidad que me ha dado de tener este primer contacto...”.

La carta a la que pertenece este fragmento está escrita a ordenador pero la firma de su puño y letra Rafael caride Simón, alias Lutxo. Caride Simón, de 66 años, pasará a la historia como el jefe del comando terrorista que llevó a cabo la mayor matanza de ETA. El fue quien ideó y planificó el atentado de Hipercor, en Barcelona. Y él fue quien lo ejecutó físicamente, puesto que condujo el coche cargado de explosivos hasta el segundo sótano del parking del supermercado, donde lo dejó listo para que estallara. La bomba se cobró 21 víctimas mortales –15 mujeres, amas de casa sobre todo, y seis hombres,- cuatro de ellas menores de edad. “No soy insensible al dolor...” dice ahora Caride Simón, quien fue condenado a 790 años de cárcel solo por lo de Hipercor, y quien hoy está preso en Nanclares, Langraiz en euskara.




El destinatario de la carta, el hombre que la ha recibido en el buzón de su casa en Barcelona, es Roberto Manrique Ripoll, de 49 años. El 19 de junio de 1987 Roberto Trabajaba en la carnicería de Hipercor, ubicada en el primer sótano del centro comercial, justo encima del lugar donde Caride Simón colocó el coche bomba. La explosión lo hizo volar literalmente –“reboté como una bola de billar”-, su  cuerpo estuvo expuesto a cientos de grados de temperatura y sufrió heridas que precisaron 11 operaciones de las que aún quedan secuelas, como en las manos, zurcidas de injertos. Es el rostro más conocido de las víctimas catalanas, por su beligerancia y porque en 1989 fundó la asociación de afectados por el terrorismo de su comunidad, que presidió hasta 2002.

Recién anunciado por parte de ETA el “cese definitivo de su actividad armada”, la misiva es histórica. Se trata de la primera carta –al menos de la que se tenga trascendencia pública- en la que un terrorista se dirige por escrito a una de sus víctimas directas para reconocer, con tibieza, el daño que le ha causado. Caride Simón data el documento el 27 de enero de 2011, pero la carta no es enviada a Correos hasta el 20 de abril, según figura en el matasellos. El sobre que la contiene tiene estampado el membrete de Lokarri, el movimiento pacifista y de orientación nacionalista que ha organizado la Conferencia de Paz de San Sebastián previa al comunicado de ETA.

-¿Está Lokarri tutelando o auspiciando algún tipo de contactos entre terroristas y víctimas?, preguntaba el jueves ‘Crónica’ a Paul Rios, su coordinador.

-No, para nada. No tenemos los medios que requeriría una labor de esta envergadura... Pero yo sí, a título personal, he intermediado en un caso concreto, -responde sin revelar la identidad de los protagonistas-. Un condenado de Nanclares me debió ver en una foto en el periódico hablando con una víctima y a través de otra persona me preguntó si yo podría entregarle a esa víctima una carta suya.

Paul Rios marcó el teléfono de Roberto Manrique el pasado 28 de marzo para tantear su postura.

-¿Si te envía una carta, le preguntó, la llerías o la romperías directamente?

-Que me la envíe –respondió Manrique sin mas.

Cuando la carta llegó, Roberto la leyó concienzudamente, midió las palabras de Caride Simón y consultó a los suyos. A su mujer, esperanza, quien lleva 22 años en tratamiento psiquiátrico; a su hijo mayor, Joel, que tenía tres años cuando el atentado, y al pequeño, Nacor, de 10 meses entonces. Los tres, dice Roberto, son víctimas de las que no cuentan en ninguna estadística, “porque sus heridas no sangran”, pero han padecido el terrorismo como el que mas.

Roberto Manrique respondió a Caride Simón telefónicamente, en julio, siempre a través de Paul Rios: “A mi y a mi familia nos falta que nos pida perdón expresamente, por escrito para que quede constancia. Luego, ya veremos”.

Y en este ‘impasse’ se encuentra, a la espera de una segunda misiva en la que Caride Simón les pida perdón sin medias tintas y se arrepienta sin rodeos. Que su primera carta no sea una carta trampa.

-¿Y cree que llegará esa segunda comunicación, Roberto?

-Sí, estoy convencido de ello...

Tras el atentado, y durante muchos años, Roberto Manrique tuvo la cocina más limpia que una patena. No podía dormir por las noches y se las pasaba sacando brillo a los azulejos y la campana extractora, revisando las medicinas, por si había alguna caducada, y repitiéndose enfermizamente: “Tengo que ir a la cárcel a que me expliquen por qué han hecho esto, tengo que ver a estos cabrones...”.

Ahora tiene ante sí la oportunidad de preguntárselo directamente a Caride Simón. Porque, al margen de la carta y de la intermediación de Paul Rios, Roberto Manrique ha recibido el ofrecimiento –proveniente del Gobierno vasco, es todo cuanto desvela- para que este primer acercamiento acabe materializándose en un  cara a cara con el hombre que lo dejó marcado de por vida. “Agradecerle la oportunidad que me ha dado de tener este primer contacto...” dice Caride Simón en su carta, anunciando su predisposición a que la comunicación con la víctima continúe.

Si la segunda misiva, la de “pido perdón”, aparece una mañana en su buzón, Manrique irá a la cita.

-No creo que verme con él sea demasiado duro para mí, dice. Ya lo vi en el juicio, en 2003, en la actitud borde y repugnante de la mayoría de los etarras;
: “No reconozco la autoridad de este tribunal, déjenme ir, me quiero marchar..”.

Y no sólo en el juicio. Ambos estuvieron muy muy cerca aquel viernes 19 de junio de 1987. A Manrique no le tocaba trabajar esa tarde, pero le cambió el turno a un compañero, José María, que tenía un campeonato de taekwondo. Tampoco era habitual que Roberto accediera al centro por la rampa del parking, pero así lo hizo esa tarde, justo, además, en el momento en que Caride Simón entraba con el coche bomba. “Era un Ford Sierra”, recuerda Roberto. “Me fijé en él porque estaba como tuneado, parecía un deportivo, e iba tocando suelo. Lo vi bajar y dije ‘Qué carro más guapo’”.

Cómo iba él a sospechar que el sobrepeso del vehículo de debía a los 200 kilos que los etarras cargaron en el maletero entre amonal, gasolina y una masa de pegamento y escamas de jabón, muy común en los artefactos etarras porque consiguen que las llamasc desencadenadas por la explosión se adhieran a los cuerpos de las víctimas y les provoquen más daños.

¿Arrepentido?

“¿Está realmente arrepentido?” se pregunta ahora Manrique. “No lo sé, pero de momento ha dado el paso. Si por pedir perdón o contactar con las víctimas hubiera algún tipo de beneficio para ellos, un años menos de cárcel, por decir algo, no lo haría, no accedería a un encuentro, diría tajantemente que no. Pero como no hay ningún tipo de contraprestación...”-.
No está tan claro que a Rafael Caride Simón este tipo de gestos no le reporten ningún beneficio. Cuando fue detenido, en febrero de 1993, en un bar de Toulouse, en Francia, llevaba un pasaporte español falso y una Browning 9 mm. Hasta 200 no fue extraditado a España, donde ha sido juzgado como jefe del ‘comando Barcelona’ en su etapa más sangrienta. Fue condenado a 102 años en 2001 por el atentado contra el cuartel de la Policía Nacional de Belchite (1986), donde murieron un agente y un civil; a 95 años en 2002 por atentado contra dos guardias civiles –heridos graves- en el que murió otro civil, y a 790 años por la bomba de Hipercor, por la que también fueron condenados sus compañeros de comando, Josefa Mercedes Ernaga Esnoz y Domingo Troitiño, además de Santiago Arrospide Sarasola, ‘Santi Potros’, quien dio la orden. El atentado costó la vida a 21 civiles. Un total de 1.005 años de prisión por 24 vidas.

Juzgado por el antiguo Código Penal, por el cual todas las condenas de más de 30 años s erefunden en una sola de 30, a la que se restan los beneficios penitenciarios, Caride Simón podría estar libre en 2020, tras 20 años en prisión –menos de uno por asesinato-, si no se le aplicara la doctrina Parot –en vigor desde febrero de 2006- que favorece el cumplimiento íntegro de los 30 años de cárcel, el máximo que permite la ley.

La cárcel de arrepentidos

En febrero de 2010, Rafael Caride Simón fue acercado al País Vasco, en concreto a Nanclares de Oca (Alava). Allí ha concentrado el Gobierno a una veintena de etarras, que disfrutan de un trato especial a cambio de expresar su arrepentimiento, desmarcarse de las posturas de ETA –que lo expulsó por ello- y comprometerse a pagar las responsabilidades civiles y penales derivadas de sus acciones.

Caride Simón, que ha hecho méritos para estar en Nanclares, reside así ahora mas cerca de casa y está ingresado, como el resto de arrepentidos, en el denominado módulo de respeto, donde las celdas están abiertas y los presos prácticamente se autogestionan. Además, a los de Nanclares se les suele aplicar el artículo 100.2 del Régimen Penitenciario, que permite a las autoridades ser flexibles con las condenas, lo que se ha traducido en que presos de la envergadura de ‘Txelis’, quien fuera jefe político de ETA, salga a la calle varias horas, todos los días, de lunes a viernes.

A la entrevista con Roberto Manrique asisten sus dos hijos: Nacor, de 25 años y Joel, de 27. A Joel, recién casado, aún se le saltan las lágrimas cuando habla del atentado que sufrió su padre.

-Joel ¿qué le diría a Caride Simón si lo tuviera delante?

- Uf, no me lo he planteado. Se me hace un nudo en la garganta sólo de pensarlo. Que me explique a mí por qué he sufrido lo que sufrido, porqué mi padre estuvo minutos ardiendo, dos meses ingresado en el hospital y 20 años y pico luchando contra ellos.

Roberto Manrique no es la única víctima de Hipercor a la que se le ha planteado un cara a cara con Caride Simón. A Rafael Güell, de 69 años, viudo de Milagros Amez, quien cargaba las compras en su coche cuando encontró la muerte, a los 43 años, también le ofrecieron, hace dos meses, desde la Dirección de Asistencia a las Víctimas del Gobierno Vasco, un encuentro con el terrorista en Vitoria, a 20 kilómetros de la cárcel de Nanclares. Según ha trascendido, ya se han materializado seis de estas citas con damnificados, aunque sólo en un caso la víctima tuvo enfrente al terrorista que le quitó a su ser querido. Rafael Güell lo pensó. Y dijo que no: “¿A qué voy a ir yo allí? ¿A esperar que esa persona me diga ‘Lo siento, perdóneme, no lo hice con mala intención...’?. ¿Y qué tengo que decir yo? ¿qué lo perdono? Pues no. Yo no voy a perdonar porque no se puede perdonar eso. Yo tenía dos críos muy pequeños y me costó mucho salir adelante”.




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