05 enero 2014 (01.10.06)
http://www.diariovasco.com/prensa/20061001/politica/curacion-irlandesa-glencree-quiere_20061001.html
GLENCREE. DV. Cuando alguien
llega a Glencree -un antiguo cuartel militar construido en el final del siglo
XVIII por el poder británico en las montañas de Wicklow, al sur de Dublín, para
contener la sublevación de 1798; después, orfanato administrado por la Iglesia Católica ;
finalmente, convertido en Centro para la
Paz y la
Reconciliación- la palabra que más escucha es healing,
curación.
En la recepción del centro, hay
dos fotos de Bertie Ahern, y de Tony Blair, que ilustran sendos mensajes de los
primeros ministros que firmaron el Acuerdo de Viernes Santo en los que elogian
la labor de Glencree. En un libro que narra la historia del centro, hay un
mensaje muy personal y elogioso del Príncipe de Gales. Y, entre los donantes
que permiten su supervivencia hay embajadas o empresas privadas importantes.
Glencree ha sembrado a lo largo
de dos décadas, pero especialmente a partir de 1994, la semilla de un proceso
más hondo, más individualizado, que el del proceso político de negociación y
fin de la violencia.
Allí se cree, según la jefe
ejecutiva del centro, Máirín Colleary, que «el proceso es lo que importa», que
«el proceso es el producto». Ian White, que fue el alma mater de Glencree en el
principio de la nueva fase, en los años noventa, dice que ese proceso seguirá
durante dos o tres décadas y que «la aspiración no es resolverlo, sino
gestionarlo de tal modo que no sea violento».
El centro ha tenido un papel muy
importante en facilitar el encuentro político. En los primeros tiempos,
organizó viajes conjuntos a Sudáfrica de políticos que serían los futuros
protagonistas del proceso de paz y que no se conocían ni compartían espacios
físicos en la sociedad norirlandesa dividida en guetos.
Ahora, cuando el problema en la
política es la desconfianza de los unionistas del DUP, que no quieren
entrevistarse con el Sinn Fein, en Glencree promueven encuentros entre miembros
del DUP y políticos de la Irlanda
republicana del sur. Con frecuencia en el nivel de subliderazgo, abonando el
entendimiento futuro.
Las técnicas del encuentro son
calculadas con esmero. Los protagonistas del encuentro deciden su agenda, que
luego se pone en común. El desarrollo de la estancia, normalmente de un fin de
semana, y de las deliberaciones es controlado por los responsables de Glencree,
con ayuda de voluntarios internacionales que residen en el centro, que funciona
también como albergue. Y el requisito es que el personal de Glencree no
revelará nunca el contenido de las conversaciones y que los protagonistas no
podrán atribuir a ninguna persona concreta lo que han oído allí.
Ese trabajo con políticos ha
permitido a Glencree convertirse en un lugar de referencia internacional, en
una ONG, que según Colleary, sigue el modelo noruego de complementar al
Gobierno irlandés, en hacer aquello a lo que los gobiernos no llegan. Están
presentes con programas en Colombia, en Haití o en Sri Lanka.
Este periódico asistió a una cena
compartida por un ex ministro de la Autoridad Palestina
y un representante de los 'kibutzin' del norte de Israel, en la que los
miembros de Glencree y políticos irlandeses se afanaban en explicar las
concepciones protestante o católica sobre castigo o perdón para compararlas con
las ideas mahometana o judaísta.
Perdón o castigo
Si la mediación con políticos
intenta proyectarse en el futuro, la que Glencree desarrolla entre víctimas y
perpetradores de crímenes se inicia inevitablemente con una mirada hacia el
pasado.
Jacinta de Paor es coordinadora
del programa de víctimas en Glencree. Uno de sus programas puede tener una
duración de entre seis meses y un año. Y cada año acogen a unas 200 o 300
personas.
Es esa experiencia la que da
sentido a la palabra curación, en un mundo en el que el léxico está cargado de
connotaciones que pueden causar irritación. El vocabulario de Glencree llama
'ex combatientes' a los soldados, policías o ex terroristas que acuden al
centro, con el afán simple de evitar que el uso de una palabra determinada impida
el comienzo de su trabajo.
¿Buscan la escenificación del
perdón, como ocurrió en un reciente programa de la BBC , en el que el arzobispo
anglicano Desmond Tutu ejerció como mediador? La respuesta es no.
Paor cita el ejemplo de Colin
Parry, cuyo hijo, Tim, murió en 1993,
a los 12 años, víctima de una bomba del IRA en la ciudad
inglesa de Warrington. Cuando han preguntado a Parry si perdona a quienes
asesinaron a su hijo, él siempre ha respondido que nunca lo hará. Pero al mismo
tiempo ha creado un centro -Children for Peace, niños por la paz- con el
objetivo de avanzar desde su condición de víctima.
La experiencia del Centro para la Paz y la Reconciliación
muestra que quienes han perpetrado crímenes en Irlanda del Norte no están
dispuestos a pedir perdón, aunque sí lo están a manifestar su lamento por la
pérdida de seres queridos por quienes tienen frente a sí.
Otra conclusión de esa
experiencia es que son muy pocas las víctimas que quieren encontrarse con las
personas que perpetraron el crimen concreto que les dañó. Lo que buscan, según
De Paor, es entender.
Entender por qué razón alguien
entró en un grupo terrorista o cómo llegó a la convicción de matar. Es en ese
proceso de entendimiento -en comprender la mutua humanidad de víctima y
verdugo- en donde se abre el camino, según De Paor, para abandonar la
paralizante condición de víctima y curar. La jefe Ejecutiva del Centro para la Paz y la Reconciliación ,
Máirín Colleary, sabe perfectamente que no hay dos conflictos iguales en el
mundo, pero al mismo tiempo es explícita en su deseo de que las instituciones
españolas o vascas aprovechen su experiencia.
«Hemos desarrollado un programa
con el nombre 'Compartir el aprendizaje', que tiene precisamente como objetivo
el de ofrecer las técnicas que aquí hemos desarrollado a aprender de otras
experiencias».
El objetivo del programa no es
dar conferencias sobre el proceso irlandés de paz sino compartir experiencias.
Por ejemplo, las modificaciones en el trabajo de Jacinta dePaor en el programa
de víctimas.
En el trabajo de mediación con ex
miembros de grupos violentos, por ejemplo, hubo la constatación temprana de que
se les invitaba a reunirse con víctimas y se les facilitaba el regreso
inmediato a su casa. Habían sido sometidos a preguntas que les resultaban muy
difíciles y quedaban relativamente abandonados. Se decidió incorporarlos al
programa de residencias.
Las enseñanzas de la experiencia
también han aconsejado una mayor parsimonia en la organización de encuentros
mixtos. Ahora, los grupos de víctimas que acuden a Glencree pasan dos o tres
fines de semana en el albergue, reuniéndose con otras víctimas, antes de que se
promueva el encuentro.
Glencree no ofrece terapia.
Aunque sus responsables reconocen que su actividad puede tener efecto
terapéutico, formas específicas de terapia, asistencia o formación, quedan en
manos de los grupos de víctima que existen en Irlanda del Norte. El centro de
montaña se especializa, en contacto con esas asociaciones, en desarrollar la
mediación con personas que lo desean.
Otra peculiaridad de Glencree ha
sido incorporar en sus encuentros a personas que entran en la categoría de los
que afirman que no tuvieron nada que ver con el conflicto.
Del Grupo de Negocios, que ha
sido crucial en la financiación y promoción de Glencree, han reclutado por
ejemplo a directivos empresariales, que han participado en viajes conjuntos de
supervivencia con ex miembros de organizaciones terroristas a la sabana
sudafricana.
Wilhem Verwoerd, sudafricano y
marido de la ex embajadora de ese país en Irlanda, es el responsable del
trabajo con 'ex combatientes'. Desarrolló esa idea y ese tipo de viaje como
método de aprendizaje colectivo sobre las relaciones entre hombre y naturaleza.
Opinión:
Me ha llegado via redes sociales el artículo que
presento, de fecha 2006. Jamás he entendido a quienes ven similitudes entre el
llamado “conflicto vasco” y el tema de Irlanda. Mientras el primero me parece
un problema de marcado cariz territorial, el segundo siempre lo he visto como
un asunto de confrontación religiosa.
Dicho lo cual, me gustaría que alguien se dedicara a
revisar cuales de los participantes en el tema “Glencree” han disparado contra
la sentencia del Tribunal de DDHH de Estrasburgo, incluso como miembros de
asociaciones totalmente contrarias a tal sentencia (al menos, segun las
opiniones de sus “representantes”). Algunos echaron pestes al enterarse hace
siete años de tal iniciativa y mas tarde se adhirieron a la misma. Es lo que
tiene querer jugar en dos equipos al mismo tiempo...
Y siento discrepar con aquellos que me dicen que
aunque no se puedan equiparar los conflictos hay que aprovechar los métodos.
Eso sería adecuado si quienes participan continuaran siendo coherentes, pero si
se cambian las reglas de juego a mitad del partido, algo no encaja.
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