30 enero 2016 (29.01.16)
No se enteran
Albert Sáez (Director Adjunto)
La clase política española no está preparada para gestionar la
complejidad de los resultados del 20-D porque no quiso enterarse de los
resultados. El presidente Rajoy ha vuelto a esconderse en el plasma. Pedro
Sánchez y Susana
Díaz han convertido las negociaciones de la investidura en
las primarias del congreso federal del PSOE. Pablo Iglesias no sabe vivir fuera de la
campaña permanente. Y Albert Rivera ha convertido a Ciudadanos en una
simple agencia de colocación de tertulianos que se limitan a comentar la
actualidad, ahora desde la sala de prensa del Congreso, a mejor precio que en
los platós. Lo viejo languidece y lo nuevo pierde frescura fuera del congelador
unívoco de las redes sociales. La desconexión de una parte de los catalanes
tiene costes para el conjunto de los españoles. Ahora ya no hay un corrupto que
llamar en la plaza de Sant Jaume para que actúe de catalán
responsable a cambio de taparle las vergüenzas andorranas.
Rídiculo
espectacular
Lo
peor no es hacer el ridículo sino convertirlo en un espectáculo
televisado. Tan irresponsable es utilizar las instituciones para el
propio beneficio (“Yo te quiero, Alfonso, coño” le dijo Rajoy a Rus) como
convertir la audiencia con el Rey en un sketch de La Tuerka. Cierto que lo primero es delito y lo
segundo puro fraude. Hicimos un relato tan autocomplaciente de “los pactos de la transición” que desde entonces no
se ha pactado nada más sin los muertos de los terroristas encima de la
mesa. En España hay democracia –que algunos siguen
pensando que la trajo una ley franquista- pero falta cultura
democrática, dentro
y fuera de la política.
A
la par que el tacticismo partidista deja a España en situación de
Gobierno sine die (tiempo
durante el cual Rajoy sigue dirigiendo a su antojo la fiscalía general del
Estado) la opinión publicada dentro y fuera de las redes sociales tampoco está
a la altura. Opinadores profesionales y comentaristas ocasionales nos
comportamos como auténticos hooligans más pendientes de silbar al contrario que
de animar a los propios. Aplaudimos la zafiedad de Rajoy ante el Rey,
el desparpajo suicida de Sánchez ante Díaz, la batalla de Iglesias por
las sillas (en el Congreso o en el Consejo) o la inconsistencia amable de Rivera.
No se enteran pero tampoco nos queremos enterar.
Opinión:
Reconozco que al leer el artículo
del amigo Albert Sáez me sorprendió hasta qué punto ha conseguido un retrato
exacto al 99 por ciento de la realidad que se vive a nivel político en este país.
Pero lo que sí me llamó la atención
de un modo inesperado fue su examen y su recuerdo a unos momentos en los que
hablando de la llamada “transición” dice “desde entonces no se ha pactado nada más
sin los muertos de los terroristas encima de la mesa”. Es la pura realidad. Cuando
(aparte de para las propias víctimas reconocidas) el terrorismo era un tema de
enorme calado electoralista fue cuando se hicieron pactos entre siglas que
ahora parecen irrealizables y poco menos que sacrílegos.
¿Qué ha cambiado para que aquellos pactos, otrora
correctos, sean ahora tabú? ¿En serio la banda terrorista ETA, especialmente,
pudo marcar tanto aquellas épocas?
Pues parece que sí. Una sensación que siempre he
reclamado desde mi humilde posicón.
Gracias Albert por hacerlo público.
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