07 enero 2018
«Fue un acto de
autogobierno. Por primera vez la violencia era un problema vasco»
Valora que «tuvimos
que construir desde la nada un consenso que parecía imposible», aunque lanza
también una crítica por el desarrollo del acuerdo
Kepa Aulestia (Ondarroa, 1956) fue el encargado de
representar a Euskadiko Ezkerra en la negociación. Sin quitar mérito al
consenso logrado, el ex secretario general de EE se muestra crítico con el
desarrollo del acuerdo. «ETA atentó durante más años después que antes del
pacto», subraya.
¿Los atentados de
Hipercor y Zaragoza hicieron ineludible un pacto unitario contra la violencia?
Esos atentados tan graves y sangrientos nos interpelaron de
una manera tan directa que no pudimos escurrir el bulto. Aun así, había un
contexto de división, porque las posiciones políticas respecto a la violencia
formaban parte del cuadro de identidades. El terrorismo era un factor de
división política y social enorme. Nadie creía que el pacto fuera posible, muy
pocos lo creíamos. Reinaba el escepticismo y el desarrollo de las propias
reuniones tampoco permitía augurar un acuerdo. Al final, el efecto que generó
estar reunidos durante horas y decirnos las cosas de manera franca hizo posible
el acuerdo.
¿Hubo mucha tensión
en aquellas negociaciones?
Hubo algo de vértigo, confusión, muchas consultas, pero no
hubo tensión. Sabíamos que una parte del país estaba fuera de aquella mesa (por
la izquierda abertzale). Si algún gesto de valentía mostró ese pacto fue la
capacidad de decir que aquello solo podía escribirse entre los que estábamos
allí sentados. Porque era como una carta a los que no estaban y seguían
apoyando la violencia. Fueron horas muy intensas porque tuvimos que construir
desde la nada un consenso que parecía imposible.
Cuando estaban
reunidos, ¿sentían la presión de que de ahí tenía que salir algún tipo de
acuerdo?
Sí, esa presión existía. Yo sí sentía que no podíamos
fallar, y tampoco podíamos salir del atolladero con un textito de mínimos;
tenía que suponer un paso adelante importante. En ese momento lo fue, aunque
con la perspectiva que da el tiempo también puedo hacer una lectura crítica.
Pero entonces tenía que notarse que se doblaba una esquina en la historia del
país, y eso estaba en el ánimo de todos.
El lehendakari
Ardanza considera clave la complicidad que encontró en EE para que todo llegara
a buen puerto. ¿Lo comparte?
Sí, fue fundamental la sintonía entre Ajuria Enea y
Euskadiko Ezkerra, a mi juicio fue la clave de bóveda para que se alcanzara un
acuerdo.
¿Fue el primer gran
pacto entre vascos contra la violencia?
Es de justicia recordar que un año antes había surgido
Gesto por la Paz ,
por lo que nosotros tampoco fuimos los fundadores de un movimiento de respuesta
cívica con ánimo unitario. Estos días he releído el texto que firmamos y, de
alguna manera, me he reconciliado con el ‘Pacto de Ajuria Enea’, porque en los
últimos años había tenido una visión más crítica. Fue importante y en ese
momento no podíamos hacer mucho más, pero señalaría tres críticas que cabría
hacerle: la primera es que el pacto prácticamente soslaya a las víctimas,
porque solo las menciona como sujetos de derecho a ayudas. El acuerdo tuvo una
carga ética fundamental, porque vino a decir que la violencia no podía erigirse
en expresión de reivindicaciones políticas, pero los partidos y la sociedad
tardamos muchísimo en aceptar el papel protagonista de las víctimas.
¿En qué más pudo
fallar?
Una segunda carencia es que caímos en un error de apreciación,
al pensar que el aislamiento político de ETA iba a propiciar el acercamiento de
aquellos que la apoyaban políticamente. Fue una lectura ingenua, porque el
tiempo demostró que no iba a ser así y la violencia se perpetuó hasta antes de
ayer. El pacto tuvo lugar ocho años después del Estatuto y luego hubo 23 años
de violencia posterior. No podemos encumbrar el pacto como si hubiera sido de
una importancia atronadora. Fue imprescindible, fue clave, pero también mostró
sus ineficacias.
¿Cuál es su tercera
crítica?
Que no dio lugar a una estrategia y una gestión unitarias.
De la misma manera que la firma final representó una certeza después de todo el
escepticismo que había rodeado al pacto, ese mismo acto supuso una rebaja
excesiva de la tensión que requería su puesta en marcha. Después no hubo un
esfuerzo para definir una estrategia duradera y eficaz. Sí, nos reuníamos y
respondíamos ante cada atentado, también celebramos la manifestación del 89 en
Bilbao, pero faltó una estrategia más decidida.
«Pudimos haber hecho
más»
En el lado positivo,
¿cuál sería la principal aportación del pacto?
Para mí fue sobre todo un acto de autogobierno. Fue la
primera vez en la que, de manera expresa, se dijo que se trataba de un problema
de vascos. Que no era un problema de los vascos con España o algo que debía
resolver otro. Se asumió que este problema teníamos que resolverlo nosotros. Y
que éramos corresponsables de la violencia. Ese fue el elemento más importante,
y también el que se desmoronó con el paso de los años, con la vuelta de los
partidos al uso de la violencia como elemento de confrontación.
¿Cuál es su balance
final?
Hay quien lo considera un Rubicón en la historia de ETA,
pero es que después siguió un cuarto de siglo de terrorismo. Debemos hacer autocrítica
y reconocer que pudimos haber hecho más. El pacto salió con mucha fuerza,
descolocó a ETA y a la izquierda abertzale, también los encabritó, y luego nos
dormimos en los laureles hasta que se malogró. Gran parte de la historia
política de la Euskadi
de los últimos 30 años se escribe por la incomodidad que generó el Pacto de
Ajuria Enea en algunos firmantes.
Opinión:
Leer “que el Pacto de Ajuria Enea fue todo un acto de
autogobierno” me parece difícil de entender, máxime reconociendo que fue tras
dos atentados salvajes fuera de territorio vasco cuando se dieron cuenta de que
algo debían hacer…
Pero lo que no puedo aprobar es que se diga que ”por
primera vez la violencia era un problema vasco” y parezca que no se ha dicho
nada… es patético leer que aquel terrorismo era un problema vasco cuando los
atentados con mayor número de víctimas “mortales y/o heridas” se perpetraron
fuera del tan estimado y amado y defendido (a través del terrorismo) territorio
vasco… es una declaración que me demuestra, una vez mas, que a muchos vascos
(políticos y no políticos) solo les importaba y les importa su propio ombligo…
Patética postura de alguien que se supone debía trabajar
por el bien del ciudadano, sin importar ni su origen ni su lugar de residencia.
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