23 enero 2018
Hipercor: memoria y resiliencia
Los hechos traumáticos de nuestra
historia no pueden quedar en un armario ni olvidar a las víctimas
Hace unos días fui con mi pareja a ver la exposició “La
ferida d’Hipercor. Barcelona. 1987” ,
comisariada por Francesc Valls.
Estábamos solos en el Espai Zero de la
Fabra i Coats. Fuera, una fila cuasi infinita de gente
esperaba para entrar en la
Fábrica de los Reyes Magos. ¡Qué contraste! Afuera: risas,
ilusión, pura vida… Dentro: el recuerdo del atentado más
mortífero de la historia de ETA y la negligencia de las
instituciones prolongada durante tres décadas.
Yo solo tenía 3 años cuando sucedió el atentado, pero esta
herida siempre ha estado presente en el barrio. Mi madre perdió en Hipercor a
una compañera de trabajo, Matilde Martínez Domínguez. Aquel día habían estado
juntas y, al salir de la empresa de artes gráficas en la que trabajan, Matilde
dijo que se iba a comprar un chándal. Era la capitana del F.F. Cataluña y una
gran promotora del fútbol femenino en nuestro país.
19
de junio de 1987.
Cora, una amiga de la infancia, cumplió 3 años aquel día. Por aquel entonces
vivía muy cerca de Hipercor. No recuerdo haber hablado nunca con ella ni con
sus padres sobre el tema, pero sí recuerdo que en el colegio Arrels, donde
estudié desde los 5 a
los 16 años, había familiares
de víctimas y alguna profe nos contó que aquel día los
alumnos mayores tenían pensado ir por la tarde a comprar comida y bebida a ese
centro comercial para su fiesta de fin de curso. Era viernes. Decidieron ir por la mañana. La bomba
explotó a las 16.08.
Primera manifestación
El
atentado de Hipercor no se olvida. Mi padre cuenta que me llevaron a la manifestación del 21
de junio: "Había muchísima gente en la Meridiana. Te
llevaba a caballito. Fue tu primera manifestación". Incluso aunque no
tengamos recuerdos conscientes de ello, Hipercor permanece en
el imaginario colectivo de esta ciudad 'ferida i
eixalada' que describió Pere Quart,
y esa memoria inserta nos hace reaccionar ante cada acto de violencia que la
golpea como el del pasado 17 de agosto.
Treinta años después, igual que aquel mes de junio del 87,
nos apropiamos del espacio público y volvimos a escribir en el suelo de la Rambla nuestro
pésame y nuestro luto. De forma certera, E.
Néstor Suárez Ojeda describiría esta acción como una
muestra de resiliencia comunitaria y Edith Grotberg la
definiría como "la capacidad del ser humano para hacer frente a las
adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por
ellas".
Pero la resiliencia no se puede
materializar si escondemos los hechos traumáticos de nuestra historia en un
armario, si se ignora y se olvida a las
víctimas. Ahí radica precisamente la importancia de
exposiciones como 'La ferida d'Hipercor', que se puede visitar hasta el próximo
11 de marzo: nos ayudan a resignificar la
memoria, a reconstruir y a repensar las experiencias del
pasado, a bebernos las palabras tanto tiempo silenciadas y así, parafraseando
el verso de Alejandra Pizarnik,
'volver a la memoria del cuerpo, volver a los huesos en duelo y comprender lo
que dice su voz'.
Opinión:
Para empezar, decir que es un honor haber leído el
artículo de Sonia Herrera. Es una muestra más del interés que muchos ciudadanos
están mostrando en la exposición que tras meses de trabajo está presentada en
el Espai Zero de Fabra i Coats. Lo cierto res que es un honor poder compartir
con diversas personas visitas personalizadas para explicar y aclarar cualquier
consulta que presentan y aparte de los grupos también son numerosas las visitas
individuales o en pareja… visitas que, por extraño que pueda parecer, no han
realizado ninguno de esos personajes que dicen “trabajar” por las víctimas pese
a haber sido invitados. Algunos incluso se han negado a hacer llegar a sus
“representados” la información.
Para terminar, un mensaje positivo para Sonia: intuyo
poder adivinar lo que escribiste en el libro de recuerdo. Gracias.
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