23 enero 2018 (16.01.18)
Caso
“Scala”: las claves
Xavier Casals
Hace 40 años, el 15 de enero de 1978, un grupo
de jóvenes arrojó cócteles molotov en la entrada de la sala de fiestas
Scala, provocando un incendio que destruyó el, edificio y mató
a cuatro trabajadores. El caso conmovió a la sociedad catalana y la filiación
ácrata de los autores del atentado marcó el declive de un
vigoroso movimiento anarquista. Este último denunció el
atentado como una maniobra policial. ¿Lo fue verdaderamente? La respuesta, como
veremos a continuación, es compleja.
En 1976 se reconstituyó la Confederación
Nacional del Trabajo (CNT) y en su entorno confluyeron
sindicalistas pragmáticos, figuras del exilio, jóvenes que exaltaban valores como
la espontaneidad o la autogestión, grupos autónomos dispuestos a la acción
directa y también 'faístas' (partidarios de reconstruir la Federación Anarquista Ibérica (FAI)). El
universo ácrata repuntó entonces con gran poder de convocatoria: en 1977 un
mitin de la CNT
reunió a 100.000 personas en Montjuïc y unas Jornadas Libertarias
Internacionales celebradas ese año en el parque Güell habrían atraído a 600.000.
Comando de la FAI
En este marco, la mañana del 15 de enero de
1978 la CNT
celebró una manifestación contra los Pactos de la Moncloa y
las elecciones sindicales. Poco después se produjo el mencionado atentado
contra la sala Scala. La madrugada del 16 la policía detuvo a sus
presuntos autores y el 17 emitió un comunicado que los presentó como un comando
de la FAI
integrado en la CNT
y asoció el sindicato al episodio al afirmar que la FAI era su "brazo
armado". En 1980 se celebró el juicio por los
hechos y tres de los acusados fueron condenados a 17 años de cárcel y
otro, menor de edad, a un año y medio.
Más allá de supuestos 'hechos oscuros' del
caso que denunció el movimiento libertario (como la detención de los presuntos
culpables en menos de 12 horas), fue muy controvertido el papel que habría
desempeñado un confidente policial: Joaquín Gambín.
Según uno de los condenados, Xavier Cañadas,
este infiltrado se ganó su confianza al presentarse como un anarquista bregado
y les emplazó a lanzar las botellas incendiarias: "¿Qué mierda de
revolución vamos a hacer con unos niñatos cagados como vosotros?", les
increpó. Luego desapareció sin ser detenido. No podemos contrastar este
testimonio, pero cabe pensar que si Gambín incitó realmente a arrojar los
cócteles su meta era erosionar al mundo
ácrata o facilitar la represión del sector 'faísta', sin
prever las trágicas consecuencias.
Avala tal hipótesis el hecho de que en abril
contribuyó a desarticular un grupo armado, el Ejército
Revolucionario de Ayuda a los Trabajadores (ERAT). Detenido en 1981 por un atraco, Gambín
fue juzgado en 1983 y entonces manifestó su condición de confidente, así
como su delación de los autores del atentado del Scala. Condenado a 7 años, en
1986 obtuvo la libertad provisional. Ante lo expuesto, no sorprende que ámbitos
anarquistas denunciaran el 'caso Scala' como una manipulación del
ministerio de Gobernación, dirigido por Rodolfo Martín Villa.
Culto a la violencia
Desde nuestra óptica el episodio fue más
complejo, al ser consecuencia de varias dinámicas del movimiento libertario que
permitieron la acción de Gambín, notablemente el culto a la violencia que
se había extendido en el mismo, su porosidad ante infiltrados o la existencia
de los citados grupos autónomos. Por otra parte, el caso dividió a la CNT entre
partidarios de implicarse en el juicio o mantenerse al margen, a la par que
divergieron también las posiciones a seguir en la defensa: una sostenía que
debía basarse en la inocencia o culpabilidad de los procesados y otra que se debía
hacer del juicio un proceso al Estado.
De forma paralela, la CNT perdió peso en el
mundo laboral al
no concurrir a las elecciones sindicales y en 1979 surgieron tensiones de raíz
diversa, especialmente entre defensores y detractores de acudir a los comicios
sindicales. El resultado fue la escisión de los primeros, que originó la
futura Confederación General del Trabajo
(CGT). En este marco la militancia de la CNT cayó y los ateneos libertarios conocieron un
declive.
El 'caso Scala', en suma, no
provocó la crisis del mundo libertario porque hubiera estallado igualmente por
sus tiranteces internas, pero la aceleró al intensificarlas y criminalizar a la CNT. Hoy el atentado, con
la inquietante figura de Gambín por medio y su triste balance, testimonia
que la Transición no fue tan modélica como
se afirma y menos aún pacífica: las víctimas del Scala fueron parte de las 504
muertes que la violencia política causó entre 1975 y 1982, un
legado que conviene no olvidar.
Opinión:
Tal y como ya he explicado en
varios medios los últimos días, el hecho de conseguir el reconocimiento como
víctimas del terrorismo de las cuatro señoras viudas y de los seis huérfanos
fue uno de los numerosos éxitos que la antigua AVT uy su delegación en
Catalunya consiguió en aquellos años en los que casi nadie apoyaba nuestra
causa.
Por ello, no deja de tener su
ironía que ahora se premie, el mismo día del 40 aniversario del atentado, al
Rey Felipe VI por su “apoyo a las víctimas del terrorismo”… no consta que tanto
los que ofrecen el premio como quien lo recibe hayan contactado jamás con estas
cuatro familias afectadas, que para mi son ejemplo de dignidad.
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