17
agosto 2020
Memoria de los muertos
Sergi
Pámies
La
placa que recuerda el atentado del 17 de agosto del 2017 es de una sobriedad
que hoy que en la Rambla
pasea poca gente gana protagonismo. Una de las consecuencias de la
desertización del centro es que, sin sufrir las embestidas de borrachos o
carteristas, puedes entretenerte a leer las consignas pacifistas que contiene.
La apuesta por la sobriedad pacifista, políglota y solidaria funciona. En el
ámbito institucional, en cambio, no acaba de darse con una fórmula que no
parezca una plegaria de agenda. El acto oficial transmite cierta incomodidad,
compensada por la emoción que allí se respira. Es una contradicción
comprensible. De entrada, porque el dolor perdura y no hay protocolo infalible para
dar consistencia a lo que debería ser un homenaje espontáneo. Un homenaje que,
siguiendo la inercia del impacto inicial, también se intentó.
Las
semanas en las que la Rambla
se convirtió en un altar de peregrinación tampoco transmitieron un mensaje claro.
Todo acabó en una exposición de velas y peluches terapéuticos que, por
acumulación, devaluaban el sentido trágico y la denuncia contra la
arbitrariedad asesina de los fanáticos. Además, en pocos días la política y sus
esbirros expropiaron la dimensión transversal del dolor. Aquella manifestación
hizo que el terrorismo fuera un pretexto para amplificar reivindicaciones
antimonárquicas y antibelicistas y alteró el orden del día. Aquellos días
siguen generando los interrogantes necesarios para que la prioridad del dolor y
la persecución de los culpables pierdan protagonismo.
Y
quedan, por supuesto, las dudas policiales y jurídicas, que tanto envenenaron
la interpretación de tragedias como la del 11-M de Madrid. El pasado del actor
intelectual (¡qué expresión más desafortunada!) que, como el gato de
Schrödinger, a veces está muerto y simultáneamente vivo en función de intereses
y egos que son la consecuencia de las limitaciones de la investigación y de la
comunicación de los avances, que también los hay. El único ámbito que aún
podemos preservar es el particular, más resistente a la manipulación. Dónde
estábamos y cómo lo vivimos. Pero también prevalece un silencio tácito y, a
diferencia de lo que ha ocurrido en París y otras ciudades, no hay demasiados
testimonios de la matanza, quizá porque muchas víctimas eran turistas que
paseaban por la misma Rambla, que, con una impotencia imperfecta, ayer les
homenajeó.
Opinión:
Aparte de coincidir con gran parte de la presentación que realiza el
señor Sergi Pámies sobre las consecuencias de lo ocurrido, se advierte que le
faltan datos que, con el mayor de los honores, le podríamos proporcionar desde la UAVAT.
Aún y así, y desde el reconocimiento al señor Pámies (a quien sigo en
las tertulias donde participa) hay una frase con la que no puedo estar de
acuerdo. Dice que “no hay demasiados testimonios de la matanza”… bueno, sí
hablamos del atentado en Las Ramblas debo decirle que hay, para empezar, lo 125 heridos físicos que
constan en el Auto de Procesamiento de octubre de 2018. A ellos habría que
añadir varios heridos físicos más que, sin estar en esa lista por diversas
razones (la mayoría por solidaridad con los equipos médicos), también hemos
localizado desde UAVAT.
Y, evidentemente, hay cientos de testigos presenciales de todo lo
ocurrido. Aquellos que vieron como la furgoneta atropellaba a sus familiares o
amigos, aquellos que se vieron literalmente secuestrados en comercios o
vestíbulos de hoteles a causa del terror al correrse la voz de la probable
existencia de francotiradores o del ataque de nuevas furgonetas…
Sí, a muchos de ellos también les hemos asistido desde la UAVAT.
Y, ya puestos, decirle que “la placa que recuerda el atentado del 17 de
agosto del 2017" es precisamente la frase elegida, entre mas de 5000 propuestas,
por las víctimas que componen la UAVAT. El
Ajuntament de Barcelona, Ricard Vinyas al frente, propuso a nuestra entidad que
consultara en una encuesta a todas las víctimas que en noviembre de 2018
asistíamos. Asi pues, es cierto que es una placa sobria. Pero es “su” placa, la
que ahora es señal de respeto hasta que las próximas obras de reforma de
nuestro querido paseo universal se lleven a cabo. Lo que venga después, ya lo
explicaremos.
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