09 diciembre 2020
Pacto antiterrorista, un acuerdo histórico de corta vida
Un pacto del pasado. Un pacto hoy “imposible” entre PP y PSOE. Es como lo define uno de los protagonistas de la foto del pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, de cuya firma se cumplieron ayer veinte años. Para alguno de los asistentes a aquel acto en la Moncloa, la escena política actual es como el cuadro de Goya Duelo a garrotazos , conocido también por La riña , una de las pinturas negras con las que el pintor decoró su casa, la Quinta del Sordo. En el año 2000, con el PP en el Gobierno, y un José María Aznar que estrenaba mayoría absoluta, la situación no era mucho mejor, pero los dos partidos supieron dejar a un lado sus diferencias para librar una batalla común.
La propuesta partió de un recién elegido secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien los veteranos del partido empezaban a llamar Bambi porque raro era el día en que no ofrecía un pacto de Estado. En noviembre de ese año, el que luego sería presidente del gobierno, ofreció, como líder de la oposición, que PSOE y PP firmaran un acuerdo que mostrara la unidad de los dos partidos en la lucha contra el terrorismo. Una propuesta que el gobierno, a través de quien entonces era su vicepresidente primero y portavoz del Gobierno, Mariano Rajoy, rechazó sin contemplaciones, por considerar que “no aporta absolutamente nada” y era una iniciativa “meramente publicitaria” . Aquel 18 de noviembre Rajoy pronunció una frase de la que después se arrepentiría: “”A veces tiene uno la sensación de que hay quien pretende sacarse conejos de las chisteras a efectos de decir estoy aquí, y se me ocurren cosas”.
¿Qué pasó para que 20 días después el acuerdo fuera posible? Uno de los protagonistas lo justifica: “La situación nos llevaba a juntarnos”. El diagnóstico era sencillo: “Nos estaban matando”, “estábamos en el corredor de la muerte”, “nos mataban por ser constitucionalistas” y en el 2001 había unas elecciones en Euskadi en las que el constitucionalismo debía mostrar unidad.
No se puede entender ese pacto si no se explica todo lo que había ocurrido en el último año. El 28 de noviembre de 1999, ETA anunciaba la ruptura de la tregua que había mantenido durante un año, tiempo en el que el gobierno de Aznar mantuvo conversaciones con la banda terrorista. Una tregua que había sido la respuesta de la banda terrorista al pacto de Lizarra que PNV, HB, EA, y EB habían firmado y ponía fin al pacto de Ajuria Enea. Tras la ruptura de la tregua, ETA se cebó con políticos del PSOE y del PP. Justo cuando Zapatero hizo la oferta, ETA mató al socialista catalán Ernest Lluch.
El gobierno de Aznar rectificó y se sentó con el PSOE a negociar. Los populares lo hicieron suyo y lo defendieron incluso más que el propio PSOE. Alguno de los firmantes socialistas han llegado a reconocer en privado que nunca se sintieron a gusto en ese pacto.
El artículo 1 del acuerdo fijaba unas reglas del juego que el PSOE admitió, pero que desde las filas socialistas están convencidos que el PP nunca habría aceptado estando en la oposición. “El terrorismo es un problema de Estado. Al gobierno de España corresponde dirigir la lucha antiterrorista, pero combatir el terrorismo es una tarea que corresponde a todos los partidos políticos democráticos, estén en el gobierno o en la oposición. Manifestamos nuestra voluntad de eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral entre nuestros dos partidos las políticas para acabar con el terrorismo”.
Los protagonistas aseguran hoy que lo más importante de aquel acuerdo fue la imagen de unidad, porque su recorrido fue corto. Corto pero intenso. Fruto del pacto fue la reforma de la ley de Partidos, en 2002, que llevó a la ilegalización de Batasuna. Modificación muy discutida pero que fue avalada por el Supremo, el Tribunal Constitucional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Una decisión que todos coinciden en que fue clave para el final de ETA, aunque todavía tendrían que pasar diez años.
Para entonces, aunque nadie había firmado el acta de defunción del pacto, languidecía desde hacía años. Saltó por los aires con los atentados yihadistas del 11-M, cuando el gobierno de Aznar antuvo contra viento y marea, en vísperas de las elecciones, que el autor del ataque era ETA, mientras acusaba al PSOE de azuzar las manifestaciones contra el PP que se produjeron en el día de reflexión en la calle Génova.
El problema venía de antes. Ya en la precampaña de esas elecciones, Rajoy y Zapatero se acusaban mutuamente de haber roto el pacto antiterrorista. Desde el PSOE se recriminaba al PP sacrificar la unidad contra ETA por intereses electorales y el PP le reprochaba mantener acuerdos de gobierno con ERC en Catalunya a pesar de que Josep Lluís Carod-Rovira se había reunido en enero, en Perpiñán, con la cúpula de ETA, y un mes después la banda terrorista anunciaba una tregua solo en Catalunya.
Tres días después de los atentados de Atocha del 2004, Zapatero ganaba las elecciones al PP, y nadie se acordó más del pacto. Zapatero dirigió desde el gobierno –como dice el pacto– la lucha antiterrorista. Y Rajoy salió a la calle a manifiestarse contra su política.
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