27 diciembre 2020
¿Qué hacemos con Bildu?
Gorka Landaburu, Director de Cambio 16
Con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), Pedro Sánchez ha vuelto a salirse con la suya. El presidente del Gobierno, que apostó por una política de geometría variable para poder sacar las cuentas del Estado, primordiales para abordar la profunda crisis económica que nos hostiga, ha optado finalmente por los socios que le permitieron ganar la moción de censura.
El papel de Unidas Podemos y Pablo Iglesias ha sido determinante para atraer a ERC y EH Bildu a la política nacional. Esta opción nunca fue descartada por el presidente al entender que estaba enjuego la estabilidad de su Gobierno en lo que queda de legislatura.
Pedro Sánchez ha vuelto a sorprender a todos demostrando, una vez más, su habilidad como estratega político, superviviente de todos los envites a los que se ha enfrentado. Desde que su propio partido le guillotinó y le obligó a dejar la Secretaría General del PSOE, hace cuatro años, hasta reiniciar la remontada con el apoyo de la militancia, y ganar cuatro elecciones seguidas el año pasado.
El Gobierno de coalición que preside, a pesar de las tensiones existentes, como las de cualquier Gobierno de coalición, ha sabido surfear la pandemia y mantener una cierta cohesión que de nuevo se verá puesta a prueba en los próximos meses.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias saben que están condenados a entenderse, con o sin las escaramuzas que provienen del partido morado, que intentará en todo momento marcar territorio y sus diferencias con los socialistas. Sánchez e Iglesias son conscientes de que, por ahora, no hay alternativa, y de que los conservadores no representan ningún peligro, por lo menos hasta la convocatoria de las próximas elecciones generales, previstas para 2023.
La inclusión en el acuerdo de los PGE de los independentistas catalanes de ERC y de los separatistas vascos de EH Bildu ha levantado una tormenta política que ha hecho resurgir los fantasmas del pasado, y la eterna argumentación de la bancada conservadora: al nacionalismo radical, ni el pan ni la sal.
Se puede, y cómo no, por motivos morales y éticos, desaprobar y condenar todo acercamiento con los nacionalistas radicales y hasta culparles de ser los herederos del terrorismo de ETA. Como los hay del franquismo.
Sin embargo, el Partido Popular y VOX se equivocan al utilizar ese desagravio personal como interés político y partidista solo para desgastar al Ejecutivo y, además, no hacen ningún favor para avanzar hacia la normalización y la convivencia.
PP y VOX no son los únicos que han sufrido los zarpazos del terrorismo etarra. No pueden hablar constantemente en nombre de las víctimas y utilizarlas en su propio beneficio. Las víctimas somos tan plurales como la propia sociedad. Es hora de que nos dejen en paz...
Nos guste o no, Bildu es un partido legal. Así lo dicen sus estatutos, que además condenan la violencia y expresamente a ETA. Hemos estado toda la vida exigiendo, a pesar de las amenazas de ETA y de su brazo político, que abandonaran las bombas y pistolas para que se integraran en la política. En democracia, con la palabra, se pueden defender todas las ideas, inclusive la independencia dentro de las reglas de juego de las que nos hemos dotado. ¿Qué hacemos entonces? ¿Les integramos o les expulsamos de nuestras instituciones? Es evidente que les tenemos que exigir una sincera y verdadera autocrítica de todo su pasado. Que reconozcan que matar estuvo mal y fue muy injusto.
Podemos recordarles, como lo hacia Sophie Scholl, una estudiante de Múnich de 22 años decapitada por los nazis, que antes de ser ejecutada dijo: "Yo no puedo comprender que haya hombres que estén continuamente en peligro por culpa de otros hombres. No puedo comprenderlo y me parece horrible. No digas que es por la patria".
Nadie se puede rasgar las vestiduras ni jugar a los ofendidos de cara a la galería cuando todos los gobiernos, tanto los del PSOE como los del PP, dialogaron y negociaron con ETA. Todos sin excepción...
En España hemos tenido la desgracia de vivir dos dictaduras, la de Franco y la de ETA. Con el franquismo, que no fue derrotado, logramos una transición política que se basó en la reconciliación y la democracia. Con el terrorismo, que sí fue vencido, hemos apostado polla convivencia y el futuro. No se trata de olvidar, sino de tenerlos bien presentes en la memoria para que jamás se vuelvan a repetir los hechos y una historia trágica que ha dejado muchas cicatrices abiertas en este país.
No obstante, queda un largo camino por recorrer. Un camino en el que hay que desarmar la palabra. Una senda en la que hay que recordar a los nostálgicos de ambos bandos que la memoria sigue siendo la mejor vacuna para seguir avanzando. También hay que afirmar que la democracia siempre sabe ser generosa cuando se acepta pasar página, no sin antes haberla leído detenidamente. Sanemos de una vez para siempre nuestras heridas por nuestro bien y el de las futuras generaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario