18 octubre 2024
Pavorosa
instrumentalización del terrorismo
Convertir
a las víctimas en vehículos para hacer oposición deshonra su memoria
Roberto
R. Aramayo
Miguel
Tellado exhibe en sede parlamentaria unas fotos de personas asesinadas por ETA,
que su compañera en el escaño señala riéndose, como si más bien compartieran
pupitre dentro de un parvulario y estuvieran presumiendo de cromos. Muestran
esas fotografías al presidente del Gobierno cual si le hubieran pillado en una
especie de renuncio y tuviera que tirar la toalla. Poco importa que se trate de
cumplir con una directriz europea, según la cual deben computarse los años pasados
en cárceles extranjeras, para evitar agravios comparativos. El caso es
desacreditar al Ejecutivo, aunque deban instrumentalizar a las víctimas de una
lacra terrorista lejana ya en el tiempo. Los familiares de quienes perdieron la
vida por esa barbarie ya no saben cómo expresar su malestar contra ese
abominable proceder. Hace años, Pilar Manjón preguntó entre lágrimas de qué se
reían los parlamentarios del PP en la comisión del 11-M, porque parecían estar
asistiendo a un espectáculo de chirigotas.
Aznar
sigue pensando que aquella descomunal e inusitada masacre tuvo lugar para
hacerle perder a él unas elecciones (hay que tener un narcisismo patológico
para que algo así se te pase por las mientes), cuando en realidad cabría
correlacionarlo indirectamente con su entusiasta colaboración en la guerra de
Irak y su foto en las Azores.
Convertir
a las víctimas del terrorismo en instrumentos para hacer oposición o fingir
explicaciones absurdas es perderles el respeto que se les debe y deshonrar
indignamente su memoria. Resucitar a ETA para desprestigiar al adversario
político, tal gusta de hacer Ayuso sin ir más lejos, toda vez que se disolvió
hace años, es una ruindad difícil de parangonar. Utilizar el terrorismo solo
muestra la falta de argumentario político. Al no tener ideas ni propuestas
constructivas, la oposición del Partido Popular se ciñe a un guion tan pueril
como indignante.
Resulta
escalofriante cómo revisan la historia. Por un lado, rescatan la figura del
caudillo, quien habría puesto las cosas en su sitio traicionando a la República
y ganando una cruenta Guerra Civil con ayuda del fascismo europeo. Y maldicen
la socialdemocracia, tal como se hizo en la República de Weimar, demonizando
cualquier parecer que no cuadre con su tónica reaccionaria y ultraconservadora.
Sería edificante que les preocupara más el terrorismo en activo. El 7 de
octubre del año pasado cientos de ciudadanos israelíes fueron muertos, vejados
y secuestrados por terroristas. Esto es algo execrable que no admite
paliativos.
Pero
responder a esa violencia con una masacre de proporciones bíblicas es algo
condenable, por mucho que se aduzca el derecho a la legítima defensa.
Bombardear hospitales y campos de refugiados que generan espectáculos dantescos
no tiene justificación alguna. La excusa es que las víctimas de tales actos
vandálicos están siendo utilizadas como escudos humanos por los terroristas.
Estas mujeres y niños quedan ahora homologadas con los cascos azules de la ONU,
que también servirían como escudo al enemigo. Por esta regla de tres, se
tendría que haber bombardeado al País Vasco en su integridad por servir de
refugio a los etarras.
Pero
la democracia tiene otras armas para combatir el terrorismo y justamente pierde
cuando quiere utilizar sus mismas técnicas indiscriminadas. La pugna entre
teocracias de diferente signo e intensidad es de una enorme peligrosidad. Un
portavoz del Gobierno israelí mantiene que las cifras de Gaza son exageradas y
que por cada civil asesinado ha muerto al menos un terrorista. Pero está
macabra contabilidad tiene como fin, aparte de la venganza, que los colonos del
norte tengan una mayor seguridad. Con ello se viene a distinguir entre personas
de primera categoría y otras de rango inferior, como hicieron los jerarcas
nazis con el pueblo judío al perpetrar su Holocausto. Para salvarla vida de
soldados estadounidenses, murieron muchos civiles nipones bajo las bombas
nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Siempre se han cotizado mucho más unos
pasaportes que otros, desdelas polis griegas y la ciudadanía romana. Italia
está pagando para encerrar a sus inmigrantes en campos de concentración
albaneses. Hay muchas clases de terrorismo, por mucho que tengamos al Holocausto
judío como un paradigma sin parangón. En el terreno político no deja de ser un
acto nada encomiable servirse del extinto terrorismo etarra como arma
dialéctica.
Salvando
las distancias que quieran salvarse, no deja de mostrarse así cierta
complicidad con los objetivos perseguidos en su día por ese terrorismo cuya
desaparición debemos celebrar cada día. Utilizar un ataque terrorista para
legitimar una guerra 'defensiva' sin límites ni objetivos claros tampoco es de
recibo.
Opinión:
Solo decirle a mi tocayo que, como muchas víctimas llevamos años
defendiendo, el concepto “LAS” víctimas no es correcto.
Sería más correcto decir “esas”, algunas”, “muchas”, “pocas”
o simplemente decir “convertir a víctimas en vehículos para hacer oposición
deshonra su memoria”.
Es obvio que “LAS” víctimas no compartimos las mismas
opiniones porque no somos un grupo “único” en cuanto a criterios ni ideas.
Aunque a algunos les encantaría que así fuera, va a ser que no.
Pero por todo lo demás, gran artículo.
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