06 julio 2015 (04.07.15)
Excesos en la lucha
antiterrorista
La condena a la
'célula del Raval' se basó en un testigo que mintió
Una investigación periodística revela las mentiras del
hombre cuyo relato fue clave en la sentencia
Asim Iqbal dijo ser un terrorista arrepentido al delatar
un plan para atentar en el metro de BCN
La justicia le
dio el nombre en clave de F1. Bajo esa identidad estaba Asim Iqbal, el
paquistaní que una noche de enero del 2008 denunció a 11 personas (10
paquistanís y un indio) de preparar un atentado en el metro de Barcelona. Su
testimonio fue la base para su condena (a seis y ocho años). No obstante, dos
periodistas han descubierto todas las mentiras de su relato.
En enero de 2008, la Guardia Civil detuvo en el Raval a 14 inmigrantes acusados
de querer atentar en el metro de Barcelona. Habían
sido acusados por un
paquistaní que aseguraba ser, él mismo, un terrorista
suicida arrepentido en el último minuto y que obtuvo la condición de testigo
protegido y el nombre en código de F1. Durante el juicio en la Audiencia
Nacional, en noviembre del 2009, su testimonio sirvió para que los 11
inmigrantes finalmente acusados fueran condenados por terrorismo.
Sin
embargo, esta investigación periodística revela que el testigo protegido mintió a los jueces. F1 afirmó ser un terrorista
arrepentido pero era en realidad un confidente policial e inventó una gran red europea de
financiación terrorista de la que dijo formar parte y que nunca existió. Sin
contar que, además de los 11 acusados de Barcelona, existen evidencias de que
F1 acusó a otros 13 extracomunitarios en otras tramas terroristas, todas
inventadas.
En 2009, en
el juicio contra los llamados 11 del Raval, tampoco trascendió que F1, en cuyo
testimonio se basó la sentencia, era un delincuente en busca y captura en
Pakistán, donde se le perseguía como traficante de
personas. Desde entonces F1 nunca había dado la cara por sus mentiras. Hasta
ahora.
«En los
últimos años nadie vino y me mantuve callado -dice-. Soy feliz en mi vida,
sabéis, pero hoy vosotros habéis venido y sois como una piedra arrojada en un
estanque». En el suburbio residencial inglés en donde vive está lloviendo y anochece. F1
tiene hoy 42 años, 1,80 de altura, está calvo y tiene grandes orejas. Le
proponemos ir a una cafetería cercana y nos ofrece ir en su coche. En cambio,
se detiene en un parking solitario, detrás de un centro comercial y apaga las
luces.
“Cambio de casa cada
seis meses”
«Yo no vivo aquí, vivo en otro sitio, lejos. Cambio de casa
cada seis meses», comenta. Según él, la casa adosada de la que acaba de salir
es el domicilio de una familia amiga, pero el registro electoral inglés muestra
que es él quien vive allí, con su mujer y sus tres hijos. En el juicio contra
los 11 del Raval, tras una cortina, el hombre que acabamos de conocer declaró
que antes de llegar a Barcelona se llamaba a Asim Iqbal y que llevaba tres años
siendo miembro de Al Qaeda. Durante
el último año y medio, dijo, había entrenado en campos yihadistas del norte de
Pakistán.
No obstante, no hay evidencia del
paso de Iqbal (identificado como F1) por esos campos. Además, durante el juicio
se dio a entender que el testigo había llegado a Barcelona poco tiempo después
de abandonar su entrenamiento, pero el registro de entradas y salidas de
Pakistán muestra que había dejado el país siete meses antes, solo una semana
después de que la policía paquistaní redactase un primer informe contra él por
tráfico de inmigrantes. Dentro de su coche, Iqbal reconoce que está en el Libro
Rojo de los traficantes de personas más buscados de Pakistán, aunque tantea
una explicación: «Alguien pagó para que mi nombre salga ahí. No he vuelto a
Pakistán porque me pueden matar o secuestrar, o quizá me arresten. Quizá el
Gobierno o quizá Al Qaeda».
Varias denuncias
En realidad, Iqbal está en el Libro rojo por vender permisos de trabajo para
Italia. Los delitos de los que se le acusan ocurrieron en Islamabad durante la
primavera del 2007 y las tres denuncias contra él fueron presentadas por tres
paquistanís. En uno de los casos, la víctima pagó a Asim 5.500 euros a cambio
de un permiso de trabajo en Italia, que luego se demostró falso. La policía
paquistaní consultó a la Embajada italiana y la carta que obtuvo como respuesta
consta como prueba en el informe policial.
Iqbal juró
durante la investigación del Raval y el posterior juicio formar parte de una
gran red europea de
financiación terrorista, que
esta investigación periodística ha probado que no existía. Como
tesoreros, señaló a un imán del norte de Italia, de quien no supo dar el
nombre, y a su supuesto ayudante marroquí. Abdelwahab, como se llama el
supuesto ayudante marroquí, nunca ha sido acusado de terrorismo y tiene una discapacidad mental y
física reconocida por el Estado italiano.
Entrevistado en su casa de Turín, dice recordar a Iqbal «de la mezquita». La
fiscalía de Brescia, que tenía al imán bajo vigilancia, calificó las
acusaciones como «noticias de policía absolutamente inutilizables».
Cuando le
preguntamos por estas dos personas a las que señaló como cómplices en la
financiación del terrorismo, Iqbal dice primero que no las recuerda y luego
que no las conoce. Más sorprendente
aún es que ni siquiera recuerda el pueblo al que declaró llevar hasta 100.000
euros «unas 20 o 30 veces por año». «Ya os he dicho que no recuerdo nada… y por
esta razón será mejor que de esto hablemos mañana», comenta.
Lo mismo
responde cuando le preguntamos por Nadeem, otro de los supuestos miembros de la
red europea de financiación terrorista y que en realidad era un vecino de Iqbal
en París al que transportó por media Europa prometiéndole papeles. Nadeem
conserva todavía hoy el contrato de trabajo tramitado por la empresa de un
cuñado de F1 afincado en Lisboa, por el que pagó 1.500 euros y que fue
declarado falso por el Gobierno portugués.
El caso de
los 11 supuestos terroristas del Raval fue polémico desde el principio. Iqbal
se había presentado a los jueces como un terrorista arrepentido en el último
minuto y negó ser colaborador de los servicios secretos franceses, como dijeron
las defensas y varios medios de comunicación, citando fuentes de inteligencia.
«Mienten totalmente -sostiene-. No quiero hablar de esto porque lo hecho, hecho
está. Es agua pasada».
Según un
cable de Wikileaks del 2010, el fiscal del caso, Vicente González Mota, admitió
tras el juicio a funcionarios de la embajada norteamericana en Madrid que F1 no
era miembro de Al Qaeda sino «un agente encubierto de un tercer país». «¿Incluso
el fiscal miente?», le preguntamos. «¿Pues qué puedo decir? Si ellos lo dicen…
Yo todo lo que sabía ya lo conté en el juicio».
El agregado
de Interior de la embajada francesa en el 2008, Michel Zueras, reconoce ahora
que Iqbal trabajaba para su Gobierno. «Sí, sí, es lo que ocurrió- nos cuenta por
teléfono Zueras-. Hubo un problema bastante importante, Francia se enfadó
porque tuvieron que revelar su identidad». Pero Iqbal se defiende: «Si hubiese
sido un agente secreto, ¿estaría hoy trabajando en la construcción? ¡Debería
estar en el FBI!».
Preguntado
al respecto, el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez
Rubalcaba, dice que no puede decir ni sí ni no. «Si
lo sabía o no, no es el tema. Yo no puedo decir eso, ¿sabes? No te lo puedo
decir…», nos cuenta. Por su parte, el presidente del tribunal que condenó a los
11 del Raval, el juez Javier Gómez Bermúdez, ha negado saber que Iqbal fuese un agente encubierto. «Cuando yo sé que un testigo protegido
está mintiendo, lo escribo en la sentencia y tiene sus consecuencias legales»,
declaró a esta investigación el año pasado.
Más que de
agente secreto, el rol de Iqbal parece haber sido el de un simple confidente. En
sus historias de terrorismo, los protagonistas eran a menudo los inmigrantes a
los que timaba con papeles falsos. A Nadeem, por ejemplo, lo había acusado en
el 2005 en París y otra vez en el 2008, como miembro de la supuesta red de
financiación. Sin contar a los 11 del Raval, Iqbal acusó a otros 13 inmigrantes
en otras tres tramas terroristas, todas inventadas: los cuatro miembros de la
red de financiación en Italia, otros seis paquistanís en el aeropuerto de
Gatwick, y otros tres en París en el 2005. Ninguno fue acusado oficialmente de
nada.
Tras
denunciar a los vecinos del Raval, Iqbal vivió en España desde
el 2008 durante varios años, bajo un nuevo nombre y con DNI español.
Conduciendo un BMW rojo de segunda mano se saltó un semáforo en Lleida en el
2013 y faltó al pago del impuesto de circulación de cuatro años, deudas en fase
ejecutoria, aunque difícilmente le alcancen en su nueva casa inglesa. También
de París, donde residía antes de llegar a Barcelona, F1 huyó dejando deudas, cheques sin fondo, multas y recibos sin pagar, y
a inmigrantes buscándolo por estafas con papeles falsos.
Futuro en Canadá
«Yo, cuando
puedo hacer algo por el ser humano, lo hago», dice Iqbal en su coche. Y añade
que su concurso en la 'Operación Cantata' le ha pasado factura: «Tengo muchos
problemas familiares por lo que pasó en Barcelona. Cuando quieres hacer el
bien, a veces se vuelve en tu contra». Esos problemas, dice, son las amenazas a
su seguridad, y que por esto nunca explicó su historia:
«Sé cómo
usar esta información y sacar dinero, pero la gente que está ahí detrás es más
poderosa de lo que vosotros o yo podamos imaginar». Iqbal no quiere seguir
hablando ahora. Y propone por enésima vez recibirnos al día siguiente. «Necesito
un día para pensar en esto. Creo que, aunque quieran detenerme, podré
ayudaros». Pero al día siguiente, un sábado, no coge el teléfono.
El domingo
sigue lloviendo y Iqbal tampoco abre la puerta de su casa, delante de la cual
está su coche. Al tercer intento, el Renault Scénic ha desaparecido y su mujer
desliza un post-it con una dirección de e-mail de Iqbal. Seis meses después, no
ha respondido al mail que le enviamos. El día antes, en su coche, nos contó que
pensaba en una nueva mudanza en su vida: «He cambiado muchas veces de
sitio. Puede que pronto tenga que volver a irme. Quizá a Canadá».
Esta investigación se
publica conjuntamente con 'Infolibre'. En la información ha colaborado Andrés
Aguayo desde Madrid.
Opinión:
Prefiero no opinar porque me vienen a la
mente unos recuerdos de aquellos días de 2008 y 2009 que he intentado olvidar.
Lo había conseguido hasta el punto de no hacerme daño el recordarlos pero una
llamada me ha vuelto a despertar el subconsciente. Ahora empiezan a encajar muchas cosas vividas en aquel año.
Al menos el sentido común me hizo ver algo
que no encajaba, mientras otros buscaban ponerse unas medallas que el tiempo ha
demostrado serían de plástico, inservibles. Como ellos mismos.
El tiempo lo va poniendo todo en su sitio.
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