23 julio 2015 (22.07.15)
Terror
Emma Riverola
Hay hombres y
mujeres, incluso muchachas de 18 años, que de sentirse víctimas pasan a ser
verdugos
Probablemente serán más. 30 muertos. Los heridos ascienden a un centenar.
Eran jóvenes socialistas
turcos y kurdos que
ocupaban el patio de un centro cultural de Suruç. Se
preparaban para cruzar la frontera y llevar ayuda humanitaria y juguetes a la asolada ciudad siria de Kobani. Una muchacha de 18 años hizo estallar
su carga explosiva en medio del acto. La voluntad de una terrorista destruyó la
voluntad de tantos que ofrecían sus manos para la reconstrucción y la esperanza.
Bastó una sola persona para arrasar no solo a las que allí se encontraban, sino
a tantos otros que iban a beneficiarse de su ayuda.
El
editor de la revista Charlie Hebdo ha
confirmado lo que hace meses ya anunció su director: no volverán a publicar viñetas satíricas de
Mahoma. «Es extraño:
se espera que ejerzamos una libertad de expresión que nadie se atreve a
ejercer», afirmó. Y, de nuevo, la voluntad de un puñado de terroristas aniquila
no solo a los que asesina, sino también a la libertad y el valor del resto.
El
terror apunta a la democracia. El miedo, la sangre, la impunidad y la
vulnerabilidad es el mensaje. Hay hombres y mujeres, incluso muchachas de 18
años, que de sentirse víctimas pasan a ser verdugos. Ni el terrorismo puede
justificarse ni la guerra contra el
terrorismo librará a la tierra del mal. Algún día,
habrá que actuar contra las causas sobre las que se apuntala la injusticia.
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