07 julio 2015
ante
las solicitudes recibidas para acceder a una mejor comprensión del texto en la
noticia, se presenta traducción al castellano
Mercadear con el dolor
No es culpa solamente, por una vez,
del ministro Jorge Fernández Díaz. El ministerio del Interior, que el dirige,
ha recibido una severa reconvención del Tribunal de Cuentas del Estado, que en
un informe de estos que se suelen llamar demoledores ha denunciado la política
absolutamente arbitraria y directamente ilegal que ha seguido este ministerio
en la hora de otorgar subvenciones a las asociaciones de víctimas del
terrorismo. No es un tema menor y no es de ahora.
Los hasta ahora dos grandes
partidos políticos españoles, PP y PSOE, se habían acostumbrado a hacer
política barata con asociaciones de personas que habían sufrido un golpe tan
duro en sus vidas como perder a una persona querida en un atentado terrorista.
No son pocas; entre los golpes de ETA, Al-Qaida e incluso los Grapo, suman
bastante mas de mil muertos en una cuarenten de años, los mismos que ha durado
la magnífica Transición. Un cadáver sobre otro, todos ellos inocentes, que a
los partidos antes mencionados les han servido básicamente para ponerlos sobre
una mesa y echarse la culpa unos contra otros durante décadas.
Después el PP descubrió que hacer
demagogia sobre estos cuerpos le podía abrir un vivero de votos y se lanzaron
con ganas. La labor llevada a cabo que este partido con la AVT y con personajes de
supuesto prestigio, como el filósofo de guardia (y a sueldo) Fernando Savater,
nos ha proporcionado seguramente los espectáculos de más degradación de la vida
pública española. Y sufragados con nuestros impuestos, para mas inri.
No tiene nada de sorprendente, por
tanto, que el ministro Fernández Díaz, entre salve y padrenuestro, encuentre
los momentos oportunos para dejar caer un saco de billetes a las entidades que
de una manera o de otra dicen que representan a las personas que ha padecido
esta fatalidad. Huérfanos, huérfanas, viudos, viudas, mutilados y mutiladas.
Son cientos de miles de euros los que se han invertido para intentar conseguir
no tan solo el favor en las urnas, sino también la caja de resonancia y la
proyección pública de las entidades.
Jorge Fernández Díaz ha demostrado
no tener ningún escrúpulo en ningún momento de su mandato. Debe ser muy eficaz,
pero lo ha estado solo en el momento de mentir y enredar sobre asuntos
extremadamente serios, como los supuestos informes que todavía esperamos sobre
las cuentas de Artur Mas, y también en el momento de fomentar la xenofobia en
la valla de Melilla y la extinción de las libertades ciudadanas con este
esperpento subdesarrollado que el ha nominado ley de seguridad ciudadana, pero
que pasará a la historia (en letra pequeña y minúscula) con el nombre de ley
mordaza.
Jorge Fernández Díaz, en resumen,
ejemplifica a la perfección que ha sido el gobierno de Mariano Rajoy: personas
que han asumido responsabilidades públicas que no solo les venían muy grandes,
sino que las han ejercido desde un partidismo tan radical que les ha llevado
directamente a la mala fe, la mentira y la distorsión malintencionada del
panorama social. Como que Fernández Díaz es tan devoto, que San Isidro Labrador
le perdone, porque hay muchos ciudadanos que no lo haremos.
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