02 julio 2019
Vivir de ETA
Joseba Arregi, ex consejero del
Gobierno Vasco, es ensayista
Hace ya bastantes años que fue
necesario desarrollar por escrito la idea de que existe una verdad objetiva de
las víctimas asesinadas por ETA. Esta verdad no radica en lo que piensan las
distintas asociaciones y fundaciones de víctimas. Tampoco radica en lo que
pensaron en vida los propios asesinados, pues las diferencias ideológicas entre
ellos, incluso en lo que afectaba a la forma de enfrentarse a ETA, eran
importantes. La verdad objetiva de las víctimas asesinadas radicaba, y radica
aún hoy, en la intención de los asesinos, en lo que los propios asesinos, ETA,
afirmaban ser la razón por la que mataban: un proyecto político concreto basado
sobre todo en un nacionalismo radical que buscaba una sociedad vasca homogénea
en el sentimiento de pertenencia y en el que solo cabía una identidad, la
radical nacionalista. Lo que motivó la puesta por escrito de esta idea fue que,
para anular la influencia que las asociaciones y fundaciones de víctimas del
terrorismo pudieran tener en la política antiterrorista, voces de la izquierda
española recurrían al hecho indiscutible de la pluralidad de opiniones
existente entre las distintas asociaciones. El artículo que recogía la idea de
la verdad objetiva de las víctimas respondiendo a la esterilización de las
voces de las asociaciones de víctimas no pudo ver la luz en el medio nacional
al que fue enviado.
Hoy la idea de aquel escrito sigue
vigente gracias a un hecho también incontestable: ETA ha dejado entretanto de
matar y ha anunciado algunos años después su disolución. Pero los asesinados
por ETA siguen muertos. Es un hecho incontrovertible. Y el proyecto por el que
ETA mató sigue vivo y animando propuestas políticas para la definición del
futuro político de la sociedad vasca. La memoria digna debida a las víctimas
asesinadas u objeto de atentado mortal en intención sigue siendo objeto de
debate. La ley de víctimas del terrorismo aprobada por el Parlamento vasco no
se cumple en sus aspectos nucleares, en especial en la calificación que da de
los asesinatos de ETA –cometidos, dice la ley, al servicio de un proyecto
excluyente de una parte de la sociedad vasca, con la intención de imponer una
visión única y homogénea de la sociedad vasca, negando su pluralismo y por lo
tanto su libertad–, y cuando afirma que la memoria de las víctimas debe incluir
su significado político, es decir, que nada parecido al proyecto que sirvió
para motivar su asesinato, su liquidación como obstáculos para el proyecto
político del nacionalismo radical, debe ser posible para definir el proyecto
político futuro de la sociedad vasca.
Valga esta larga introducción para
tratar de entender la frase atribuida por este mismo medio al PSN –Partido
Socialista de Navarra–: «Ya está bien de vivir de ETA». Se puede entender como
la formulación de una prohibición: que nadie se atreva a recurrir a ETA y sus
asesinatos para condicionar los pactos que se puedan suscribir o no en Navarra
tras las últimas elecciones. En realidad, y sin circunscribirlo a Navarra, esta
frase ya ha sido dicha con anterioridad. La pronunció el entonces lehendakari
Ibarretxe para su segunda justificación del plan que llevaba su nombre –la
primera justificación decía que su plan era necesario para acabar con ETA, es
decir que era necesario pagar el precio político de aprobar su plan de nacionalismo
radical para acabar con ETA–: que era necesario hacer política en el País Vasco
como si ETA no existiera. Quizá la frase del PSN vaya algo más allá: no solo es
preciso hacer política como si ETA no existiera, sino como si ETA no hubiera
existido.
Si miráramos fuera de nuestras
fronteras uno trata de imaginarse a algún miembro de los partidos
indudablemente democráticos de algunos países europeos diciendo por ejemplo en
Alemania que «ya está bien de vivir del Holocausto» –y nunca he creído
necesario ni conveniente equiparar los crímenes de ETA con el Holocausto por
respeto a la profunda gravedad y al significado de esta negación incomprensible
de la humanidad–, algo que quizá no esté tan lejos de afirmaciones de la AfD ; o diciendo en Polonia que
tampoco se puede seguir viviendo del gueto de Varsovia, o de los crímenes
cometidos por los rusos en el bosque de Katyn. Llama la atención que algunos
socialistas navarros justifiquen su posición recordando que algún familiar suyo
fue fusilado por los requetés al comienzo de la Guerra Civil , o que a
alguna otra pariente le cortaron el pelo por socialista. Llama la atención que
la acusación de querer seguir viviendo de ETA provenga de un partido que se
está caracterizando por el recurso permanente a la Guerra Civil , al
dictador Franco y a la necesidad de sacarlo del Valle de los Caídos, al hecho
de no haber sacado a todos los que yacen aún en cunetas o paredones, al cambio
de nombres de los callejeros.
De la misma forma en que tiene su
justificación la crítica dirigida a todos los gobiernos que han existido desde
la transición por no haber tenido la diligencia debida para hacer justicia a
todos los que, víctimas de la
Guerra Civil , no habían tenido un entierro digno, de la misma
forma, digo, creemos algunos que es preciso seguir luchando para que asesinados
mucho más recientes, los de ETA, se mantengan en el recuerdo porque todavía no
han recibido el reconocimiento de una memoria compartida por parte de la
sociedad vasca, sino que han vuelto a ser enterrados en la cripta del olvido, o
mejor dicho, en el infierno de la memoria porque lo que nunca se ha sabido a
conciencia no puede ser olvidado sino que sigue siendo no visto, no tenido en
cuenta, no interiorizado de verdad y con todas sus consecuencias -–su
significado político–, objeto de la desmemoria más abyecta.
Porque aunque ETA haya desparecido
como organización terrorista, sigue viva en sus antes compañeros necesarios y
hoy herederos que hacen política gracias a lo conseguido por la historia de
terror de ETA, como lo afirman ellos mismos. Y seguirá siendo así mientras
estos herederos no tracen una línea divisoria radical con su historia, con su
identidad, con el proyecto que implicó necesariamente la violencia terrorista.
Porque los asesinados siguen estando asesinados por mucho que nos olvidemos de
ETA –si no hay memoria de ETA tampoco hay memoria de los asesinados por ella–.
Son los herederos de ETA los que viven de la historia de terror de ETA y es a
ellos a quienes es necesario exigir que corten de una vez por todas con dicha
historia de terror. Solo entonces podremos todos enterrarlos dignamente porque
los guardamos vivos en la memoria.
Los estudiosos del valor de una
memoria crítica de las víctimas de los terrorismos señalan, con razón, que su
valor radica en la búsqueda de una más profunda democracia. En el grito grabado
a sangre y fuego en las víctimas asesinadas se escucha que algo parecido no
vuelva a suceder: la exclusión violenta del otro, la negación de la libertad de
conciencia que reclama la liquidación de quienes la representan en su persona y
en sus actos, la negación de la libertad de identidad y de sentimiento de
pertenencia. Desde ese «nunca más» que surge de cada asesinado por ETA se debe
plantear el respeto del pluralismo y la transversalidad de las políticas
democráticas. No desde el olvido interesado de ese grito.
No es de recibo que el presidente
del PNV considere que Vox es antisistema mientras que Bildu no lo es. Que el
presidente de un partido que firmó el pacto de Estella-Lizarra para excluir del
futuro político de Euskadi a los no nacionalistas, que asumió el plan Ibarretxe
como suyo persiguiendo la misma finalidad, que ha pactado con HB-Bildu una
reforma confederal de la
Constitución española, que siempre ha leído la Constitución española
desde la adicional que garantiza los derechos históricos de los territorios
vascos, que siempre ha tenido a gala acatar la Constitución sin
comprometer su lealtad con ella sea el árbitro de conformidad o disconformidad
con el sistema constitucional español para incluir en el horizonte de pactos
políticos posibles a los herederos de ETA, no es aceptable.
Mientras no exista una condena
clara de la historia de terror de ETA, mientras no exista una actuación
política coherente con el significado político de las víctimas proclamada por
la ley vasca de víctimas (2008), significado que exige renunciar a los
proyectos políticos nacionalistas radicales que pretendan edificar el futuro
político de la sociedad vasca en la exclusión de los no nacionalistas, en la
negación del pluralismo y en la negación de la libertad de conciencia, de la
libertad de identidad y de la libertad de sentimiento de pertenencia, la
presencia de ETA en la sociedad y en la política vasca seguirá viva porque no
se habrá hecho justicia a la memoria debida a las víctimas asesinadas. Y la
frase «ya está bien de vivir de ETA» no deberá tener sitio en la política.
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