18 julio 2019
Las preguntas del diablo
Pilar Rahola
Se acumulan a bocajarro, tropezando unas con las otras,
saliendo de la negrura. Son las preguntas que rodean el atentado que sufrió
Barcelona el 17 de agosto del 2017. Un atropello masivo, trece personas
asesinadas y un país en shock, y dos años después, demasiadas incógnitas, y
ninguna respuesta a las informaciones que llegan y asustan.
Es evidente que un tema de esta delicadeza no puede
tratarse con la frivolidad propia del populismo soez o la demagogia política,
porque hablamos de vidas rotas, de heridas que sangran, de memoria quebrada.
Pero justo por ello, el secretismo es el enemigo más letal,
porque sólo puede alimentar las peores conjeturas. Por supuesto, esta columna
no tiene ni una sola de las respuestas, y no quiere jugar a las especulaciones irresponsables.
Y nadie exige conocer secretos de Estado. Pero entre el lógico secreto y el
abrumador desconcierto de algunas informaciones, hay un largo trecho que debe
explicarse.
Estas serían algunas de las preguntas: Abdelbaki es Satty,
el líder de la célula, convivió con Belgacem Bellil, que se inmoló en Irak
matando a 19 soldados italianos, ¿por qué nunca se le tomó declaración?;
teniendo una orden de expulsión contra el imán en el 2015, ¿por qué no se
ejecutó?; si en el 2016 no le permiten ejercer de imán en la ciudad flamenca de
Vilvoorde, por no presentar los penales y el permiso de residencia, ¿por qué se
le permite aquí?; ¿por qué, una vez informados por los flamencos, los Mossos no
encuentran información de Es Satty cuando la buscan en el banco de datos?; ¿no
les compartían la información, no eran una policía integral?; ¿cuando la
policía nacional visitó, por tres veces, el oratorio de Ripoll, compartió la
información con los Mossos?; ¿conocido que los agentes de inteligencia
siguieron los movimientos de los terroristas, a través de cuatro países, y que
estos ya preparaban un atentado, no consideraron detenerlos?; ¿es cierto que el
cerebro de la masacre fue confidente del CNI hasta el día del atentado?; ¿es
verdad que el mismo CNI utilizaba el clásico sistema del “buzón muerto”
(habitual entre los yihadistas) para comunicarse con el imán?; ¿es cierto que
dicho buzón estuvo activo hasta dos meses antes del atentado?; ¿es verdad que
el CNI seguía vigilando y controlando a los terroristas hasta el mismo día del
atentado, “puesto que no fue hasta la mañana siguiente de la masacre cuando se
borró del registro central de fuentes del CNI la ficha del mismísimo Es Satty”,
según asegura Público?; ¿por qué PP, PSOE y Cs vetaron en el Congreso la
comisión de investigación sobre el CNI y el imán?
Quizás sólo se trató de inoperancia, de
errores de bulto, de poco personal, demasiado entretenidos los agentes en
perseguir a los líderes independentistas y en preparar pruebas contra Podemos.
Quizás no es nada, y es la falta de respuesta la que nos lleva a caminos
tortuosos, pero las preguntas están ahí y no sólo deben formularse por clamor
ético, deben responderse por exigencia democrática.
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