01 diciembre 2020
Es Satty, las dos caras de un impostor con chilaba
El imán de los atentados del 17-A lanzaba discursos moderados en las mezquitas mientras, fuera, reclutaba a jóvenes para atentar
Las dos caras de Abdelbaki Es Satty, cerebro de los atentados de Barcelona y Cambrils, han salido a relucir este lunes en el juicio por los atentados de Barcelona y Cambrils del 17 de agosto de 2017 de la mano de personas que, de un modo u otro, le trataron.
La cara pública la mostraba cuando dirigía el rezo en la mezquita: sus sermones eran moderados y nada hacía pensar que tras su chilaba negra se escondía un yihadista. La cara privada la exhibía su domicilio, donde enseñaba a jóvenes musulmanes vídeos de Estado Islámico y les instruía en el odio a Occidente. Es Satty captó a los jóvenes marroquíes de Ripoll que acabarían protagonizando el 17-A, y lo intentó antes, sin éxito, con dos españoles conversos al islam de Castellón.
Cristian Ruiz vio la cara oculta de Es Satty demasiado tarde. Le conoció en el Ramadán de 2014: Es Satty acababa de cumplir cuatro años de cárcel por tráfico de drogas y logró dirigir el rezo nocturno en la mezquita de la Caridad de Castellón. La excusa para acercársele fue que “le fallaba el ordenador”. Nació así una relación de “profesor-alumno” que se pervirtió cuando el imán empezó a mostrarle niños entrenando para Daesh, torturas en Siria e Irak...
Es Satty le propuso participar en un atentado en suelo español. “Me llegó a decir de entrar en un Mercadona y arrasar con todo lo que pillara”. Cristian comprendió que estaba ante una persona “paranoica”, pero no pensó que sus extraños planes —que incluían construir una base logística en la montaña— pudieran hacerse realidad. Por eso, ha dicho, no le denunció. Se limitó a seguir a lo suyo (la recogida de la naranja) y se distanció del imán.
Todo lo contrario que Adrián Fernández, el otro converso, que siguió en contacto con él y con los principales líderes de la célula hasta fechas cercanas al 17 de agosto de 2017. Adrián, que fue investigado por los Mossos, ha mantenido una actitud vacilante, a la defensiva. Ha admitido que estuvo en la casa de Alcanar (Tarragona) donde la célula almacenaba explosivos, pero no recordaba haber visto vídeos de Daesh o haber hablado de la Yihad con el imán. Ha negado que Es Satty le intentara adoctrinar, pero ha eludido las preguntas comprometedoras con un socorrido “no recuerdo”.
A la defensiva se ha mostrado también el presidente de la mezquita Annour de Ripoll, Ali Yassine, y los otros miembros de la comunidad islámica que han declarado. Sus relatos evidencian el velo de silencio que cubre aún los acontecimientos en torno a Es Satty. Y los dos rostros del imán. “Nos daba dos caras, hostia, una dentro y otra fuera”, ha dicho al ser preguntado por si conocía la relación entre Es Satty y los jóvenes de la célula. Nunca les vio juntos, ha añadido, y los discursos del imán ante los fieles eran “normales y corrientes”.
Annour fichó a Es Satty sin más señas que su conocimiento del Corán y su paso previo por la otra mezquita de la localidad, de 11.000 habitantes. “Le conocíamos del pueblo. Cuesta mucho encontrar un imán, y encima hay que buscarle piso. Él estaba ahí, no tenía trabajo… Le dijimos de hacer de imán y contestó que sí”. Su relato fue corroborado por otros miembros de la junta, que visitaban esporádicamente la casa del imán: para ayudarle a pintar el techo, para llevarle carne por la fiesta del cordero… El secretario, Mijah Hammou, ha reconocido que no le pidieron ningún certificado de buena conducta o de antecedentes penales. “Solo el DNI”. “¿Y por qué no?”, ha preguntado el abogado José Antonio Bitos.
Su pregunta la ha declarado impertinente el presidente del tribunal, Félix Alfonso Guevara. Pero ha resonado aún con más fuerza cuando la sala ha escuchado la declaración de Soliman Kaychouh, responsable de la mezquita Yousseff de Diegem, en Bélgica. Hasta allí se desplazó Es Satty, en enero de 2016, para trabajar. “Estaba en periodo de prueba. Le pedíamos certificado de penales y siempre decía que no los tenía”. Kaychouh ha coincidido en que sus discursos no eran radicales y que solo le llamó la atención un sermón por San Valentín.
La actitud de Es Satty le resultaba sospechosa por otros detalles. Una vez, le dijo que acababa de hablar por teléfono con los servicios secretos españoles. La relación de Es Satty con el CNI (que le visitó mientras estaba en prisión) es otra faceta oscura de un hombre que se llevó su misterio consigo: murió en la explosión de Alcanar, la víspera del 17-A.
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