09 junio 2015
La izquierda
abertzale, ante el reto de su propio reciclaje mental
El independentismo
radical tiene pendiente la liberación de los presos de ETA
¿Ha ganado ETA, como proclama el dirigente
Tasio Erkizia? “ETA ha perdido la batalla militar, pero está ganando la batalla
política”, sostiene el sociólogo nacionalista Javier Elzo. Aunque la izquierda
abertzale ha
salido bien librada: sin desdibujarse ni romperse, del comprometido 6trance del
fin de la violencia, tiene pendiente la liberación de los presos de ETA,
problema que trata de trasladar a la sociedad vasca, y su propio reciclaje
mental.
El profesor Martín Alonso Zarza considera que el
tratamiento de la memoria no puede obviar la presencia de sectores inciviles
que practican las estrategias de exoneración del terrorismo, la relativización
de la verdad de la víctima, la negación de la maldad radical, la oclusión a la
justicia y la retórica de la confusión a partir de una nivelación de
responsabilidades. En su libro El lugar de la memoria. La huella del mal como
pedagogía democrática recoge
la siguiente reflexión del filósofo constitucionalista alemán Karl Loewenstein:
“Aplicar los criterios de admisión democrática a quienes no creen en la
tolerancia pluralista es una actitud contraproducente y suicida”. No fue esa la
decisión del Tribunal Constitucional que validó las listas electorales del
antiguo brazo político de ETA sin exigirles arrepentimiento y sin que la
organización terrorista desapareciera ni entregara las armas.
La soledad de las
víctimas
Joseba Arregui piensa que la
legalización en estas circunstancias de la izquierda abertzale ha hecho que “el proyecto político que
causó los asesinatos de ETA aparezca legitimado institucionalmente” y que se
reafirme la soledad de los asesinados y la desnudez de los perseguidos. “ETA
deja de matar y la gran preocupación del PNV son los presos de ETA. El PNV y
Bildu acuerdan convocar un referendo de autodeterminación. Como si ETA no
hubiera matado precisamente por eso”, se escandaliza el antiguo consejero del
Gobierno vasco. Hay una batalla abierta por el relato porque lo que está en
juego es la hegemonía cultural y política futura, pero quienes parecen pesar
menos en la disputa no son los propagandistas, sino los historiadores que han
investigado la materia a conciencia. De hecho, el secretario general para la
Paz y la Convivencia, Jonan Fernández, adscrito a la Lehendakaritza
(Presidencia), ha arrinconado el informe encargado a los académicos del
Instituto Foronda, Raúl López, Antonio Rivera, Luis Castells y José Antonio
Pérez porque juzga que “estigmatiza de forma genérica” a la sociedad vasca
cuando refleja el escaso apoyo a las víctimas.
En su capítulo de conclusiones, estos profesores de
Historia Contemporánea señalan que en Euskadi “ha existido una cultura que
celebraba, justificaba o comprendía el asesinato del ‘otro’ y saludaba al
perpetrador como un héroe o un mártir”. Sostienen que “cualquier política
pública debe descalificar a los perpetradores” de estos crímenes políticos
dirigidos a imponer un determinado proyecto de poder y “evitar su
rehabilitación ante la opinión pública”. Niegan también que estas acciones
violentas puedan relativizarse invocando a violaciones de ley —hay una veintena
de sentencias condenatorias por torturas—, cometidas por algunos funcionarios
del Estado. El secretario general para la Paz y la Convivencia afirma que la
sociedad vasca se ha movilizado como ninguna otra a favor de los derechos
humanos. Cabe preguntarse qué hacer, entonces, con las hemerotecas que dan
cuenta de la soledad infinita que
envolvió a las víctimas del terrorismo al menos hasta entrados los
90 y aún después; dónde clasificar los innumerables casos de crueldad y
perversión llevados a cabo en el ejercicio de la banalización del mal ante la
inhibición y la pasividad social.
El antiguo alcalde de Etxarri-Aranaz
(Navarra), Jesús Ulayar, fue asesinado
junto a la pared de su casa en 1979 en presencia de uno de sus
hijos, que contaba 13 años. Esa pared está cubierta habitualmente de pintadas a
favor de ETA, pintadas intocables para el Ayuntamiento y la población que se
reponen en cuanto la familia las borra. Los autores del crimen, que arrojaron
sobre la tumba de su víctima el comunicado de reivindicación de ETA, fueron
nombrados hijos predilectos del pueblo y homenajeados a su salida de la cárcel.
Según el catedrático de Filosofía Moral y Política, Aurelio Arteta, el “mal
consentido” es un “rasgo distintivo del legado criminal en Euskadi”.
El poeta Robert Browning, la
filósofa Susan Neiman y el propio Alexandr Solzhenitsin ya alertaron sobre la
fragilidad de los humanos corrientes, de su capacidad de cometer las mayores
atrocidades si el contexto social es propicio. ¿Hay que recordar las encuestas
que mostraban que tener un vecino de ETA o un amenazado por ETA despertaban
similar rechazo? El mal consentido estuvo particularmente presente en las
poblaciones pequeñas donde se recreó una atmósfera ominosa de aparente
unanimidad que hizo de la disidencia una tentación prohibitiva.
Concluir que la sociedad vasca se ha caracterizado por su
defensa de los derechos humanos y atribuirle el desistimiento de ETA implica
sumar a las, por lo general, testimoniales, escasas y silenciosas
movilizaciones por las víctimas, las constantes, abigarradas, tronantes,
belicosas o multitudinarias por los presos de ETA, pantalla movilizadora
permanente de la organización terrorista. ¿Se ha decidido que la memoria del
terror es mala para la salud social de Euskadi? “Hay una inexplicable renuncia
del Gobierno Vasco e incluso del PSE-PSOE a hacer pedagogía en este asunto,
teniendo, además, como tienen el proyecto de Instituto de la Memoria que
consensuaron en su día. Me resulta incomprensible esta renuncia a gestionar y
liderar la cuestión. Echo en falta una actitud más agresiva ideológicamente
hacia las tesis de la izquierda abertzale”, afirma Txema Urkijo,
miembro, en su día, de la coordinadora pacifista Gesto por la Paz. Asesor del
Ejecutivo autonómico, Urkijo fue defenestrado hace un mes por incompatibilidad
con el secretario general para la Paz y la Convivencia.
Ahorrarse la
autocrítica
Admitido que la diversidad de
memorias y relatos responde a la lógica de la situación y resulta
enriquecedora, el problema es que la historia no puede ser el resultado de un
consenso moral imposible de pactar con quienes niegan la amoralidad básica de
su comportamiento y tratan de ahorrarse la autocrítica y reconsideración de sus
postulados. ¿El nacionalismo institucional prefiere un relato poco denso que
reparta las culpas? Salvo los cuatro años del Gobierno socialista de Patxi
López, el PNV ha gobernado ininterrumpidamente Euskadi desde la Transición
política. En su último informe, el Gobierno vasco invita a una autocrítica
general aunque pone el acento en el universo de ETA. Según la filósofa judía
Hannah Arendt, el reparto general de la culpa contribuye en estos casos a la
exoneración de los responsables: el todos culpables se convierte en nadie es
culpable.
Metidos en la autocrítica, ¿no debería el nacionalismo
acabar con la recurrente interpretación de que la Guerra Civil fue una agresión
de los españoles a los vascos, no tendría que cuestionarse su actitud de
deslegi-timación sistemática de la democracia española, sus tesis sobre la
naturaleza del “conflicto” y del “empate infinito” que empujaban a negociar
políticamente con la organización terrorista, su abandono de las víctimas, su
tardía reacción frente a la estrategia de ETA, el pacto de Lizarra?
A juicio del historiador Gaizka Fernández Soldevilla, hay
cuatro salidas a la disyuntiva vasca de qué hacer con su pasado. “La primera es
establecer que el terrorismo etarra es consecuencia directa del nacionalismo
vasco; la segunda es ceder a la tentación de pasar la página cuanto antes sin
haberla leído; la tercera es asumir la narrativa de que los invasores
(españoles) y los invadidos (vascos) llevan siglos sosteniendo una interminable
guerra étnica de la que ETA sería la última manifestación. La cuarta alternativa”,
subraya este historiador, “es hacer un
eventualmente doloroso, pero cauterizador examen crítico de nuestro
pasado reciente”. Eso les permitiría a los vascos comprender qué les ha pasado
y vacunarles contra la reedición de la violencia sectaria.
Ya se sabe que quien no recuerda el pasado se condena a
repetirlo.
Opinión:
Excelente artículo en el fondo de la cuestión, pero habría
sido mucho mas completo si se hubiera escrito, por ejemplo, antes de octubre de
2011.
Es lo que tiene el momento actual, que ETA ya ha renunciado
definitivamente a su actividad terrorista. Pero otros llevamos media vida
diciendo lo mismo, con la diferencia que no tenemos alguna carrera
universitaria que “avale” nuestras opiniones.
Quien quiera comprobarlo, que venga el día 24 al juicio en
Madrid.
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