27 junio 2015
La soledad del primer muerto de ETA
Begoña Urroz Ibarrola, de 22 meses, fue la primera víctima de ETA hace
55 años. Murió abrasada tras estallar una bomba incendiaria en la estación de
tren de Amara, en San Sebastián
Era lunes, y ya se estaba acabando el día. En la
consigna de la estación de tren de Amara, un populoso barrio de San Sebastián,
nadie advirtió el momento exacto en el que Jesusa se acercó a su tía y le dijo
algo al oído, luego se volvió a un pequeño moisés y comprobó que su hija seguía
dormida. “Vuelvo enseguida”, y miró de nuevo a su hija, dormida
pese al trasiego habitual en aquel pequeño cuchitril en el que los viajeros
guardaban por unas horas sus maletas. Salió de la estación de ferrocarril con
alguna prisa, porque quería comprarle unos
zapatitos nuevos a su hija antes
de volver a Navarra, y los comercios iban a cerrar.
Era lunes, y ya se estaba acabando el día. Una de
las maletas que alguien había dejado en depósito contenía una bomba incendiaria que explosionó a las siete y diez de
la tarde. En la confusión del momento, entre gritos de pánico, quizá nadie
recordó que una niña dormía en su moisés porque su madre había salido a
comprarle unos zapatitos nuevos. Se llamaba Begoña Urroz
Ibarrola. Tenía 22 meses.
Hoy, 27 de junio, se cumplen 55 años y todavía se lucha por esclarecer su
asesinato; el asesinato de la
primera víctima de ETA.
Cinco artefactos explosionaron ese
día en distintos puntos del norte de España, dos en San Sebastián, otro en
Madrid, en Barcelona y uno más en el tren correo Madrid-Barcelona, pero sólo el
que estalló en la consigna de Amara provocó la muerte de una persona. Pese a
ello, el régimen franquista
le puso sordina a la cadena de atentados y la publicación de lo sucedido se
limitó a una breve nota del Ministerio del Interior. Para colmo, en Amara celebraban
las fiestas de final de junio, que aún se siguen celebrando, con lo que la
escena posterior del atentado, entre el silencio oficial y la fiesta en la
calle, causa dolor y angustia con sólo imaginarla.
“Mi madre nos ha contado muchas veces que el día del
entierro de la niña salieron de casa con la cajita blanca mientras la gente cantaba y bailaba por
las calles”, recordaba hace unos años la hija de Jesusa, a la que su madre le
puso el mismo nombre que el de la niña que había perdido en el atentado. Fue en
un reportaje publicado en El País, en enero de 2010, con las únicas
declaraciones que se conocen de los familiares de Begoña Urroz, en especial de
su madre anciana, Jesusa Ibarrola: “Una tía mía, Soledad Arruti Etxegoyen,
trabajaba en la consigna de la estación de Amara, en San Sebastián. Yo solía ir
a ayudarla para ganarme unas pesetillas. Aquel día dejé a mi niña con ella
mientras yo iba a un comercio cercano a comprarle unos zapatitos para ir a
Navarra. Cuando volví, había un lío tremendo. ¡Había estallado una
bomba! Mi hija estaba abrasada y otras personas, entre ellas mi tía, heridas.
Fue horrible". La pequeña, con graves quemaduras en todo
el cuerpo, especialmente en piernas, brazos y cara, fue ingresada en el
hospital del Perpetuo Socorro de San Sebastián, donde falleció al día
siguiente.
De aquella muerte nada más se sabe hasta que muchos
años después, Ernest Lluch, exministro socialista, descubre la
miserable propaganda proetarra para esconder aquel asesinato; para que como
primera víctima de ETA no figure una niña de 22 meses, sino un guardia civil,
varios años más tarde. “¿Fue ETA? -se preguntaba Lluch, en
un artículo de prensa-. El Ministerio de la Gobernación lo
atribuyó a un genérico ‘separatistas y comunistas’ (…) No hemos encontrado ni
en Lazkao ni en publicaciones que ETA se atribuyera la colocación de bombas en
1960. El esperable
resultado de una muerte especialmente repugnante debió conducir a una
discreción absoluta”.
Lluch comenzó a investigar aquel atentado a raíz de
un libro, La ética para la paz. Los obispos del País Vasco 1968-1992,
escrito por José Antonio Pagola
Elorza, vicario
general de la diócesis de Guipúzcoa, en el que se reconocía a Begoña Urroz como
la primera víctima. Ernest Lluch terminaba su artículo diciendo: “A la madre de
Begoña, que vive, quisiera extenderle toda la ternura desde el 28 de junio de
1960 hasta el final. A sus asesinos, que
el remordimiento les devaste. Indigno inicio en el
pecado original de ETA”.
Lluch publicó ese artículo el 19 de septiembre de 2000; dos meses más tarde, el
21 de noviembre, ETA lo asesinó en el garaje de su casa en Barcelona de dos
tiros por la espalda, uno de ellos en la nuca.
Su investigación, sin embargo, no fue en balde. A
partir de la aprobación en 2011 de la Ley
de Reconocimiento y Protección Integral de las Víctimas del Terrorismo, Begoña Urroz comienza a figurar como
la primera víctima de ETA, y en abril de 2012, el
Consejo de Ministros le concedió como tal la Gran Cruz de la Orden de Reconocimiento
Civil de las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.
Quienes difieren de la tesis de ETA sostienen, en
base a algunos documentos policiales desclasificados recientemente, que los
autores del atentado militaban en el Directorio Ibérico de
Liberación. Pero lo
más curioso de todo es que donde se encuentran más artículos sobre la conexión
de ese Directorio con el atentado de Amara es en el diario Gara.
¿Qué inusitado interés tiene este periódico en esclarecer, precisamente, ese
primer atentado? Parece claro que lo único que se persigue es desligar a la banda terrorista
del salvajismo en su primera acción, ningún otro interés por
recuperar ni la verdad ni la memoria.
Así lo interpreta también Daniel Portero, presidente de la asociación Dignidad
y Justicia, en declaraciones a El Confidencial. “Para mí, no hay controversia
ninguna. En aquella época, ETA
se estaba formando y, hasta el año 71, la
banda terrorista la conformaban muchas organizaciones. Incluso el PNV, a través
de sus juventudes, tenía algo que ver con ETA. En suma, que en la década de los 60, ETA era
un conglomerado, pero en el fondo eran ETA; la esencia de ETA.
Lo único que pretende el entorno etarra es desacreditar la vinculación de ETA
con el atentado de Amara, que acabó con la vida de una niña de 22 meses, para
poder decir: ‘el primer asesinado de la banda terrorista fue un guardia civil, José Pardínes,
en 1968, y lo perpetró Txabi Etxebarrieta, uno de nuestros héroes nacionales’.
Pero no, a Begoña la mató ETA”.
La asociación Dignidad y Justicia ha elaborado unas
sencillas ‘fichas’ con los
datos fundamentales de los asesinatos sin resolver de 378 personas, a manos de
ETA, para que Naciones Unidas y el Defensor del Pueblo las reconozca y proclame
formalmente el sufrimiento padecido por sus familias. Con el reconocimiento de
esos asesinatos sin resolver, tanto la
ONU como el Defensor del Pueblo se dirigirían oficialmente a
los países implicados instándoles a que esclarezcan los crímenes.
De forma paralela, en la Audiencia Nacional
se sigue un procedimiento en la actualidad, a instancias de Dignidad y
Justicia, para que todos los asesinatos de ETA se declaren de “lesa humanidad”, con lo que de forma paralela se
decretaría el carácter imprescriptible de todos esos crímenes, siguiendo
también la doctrina de Naciones Unidas. El caso de Begoña Urroz, la
primera víctima de ETA, se redondea de mala suerte tantos años después porque
de todas las víctimas de la banda terrorista, será ella, precisamente ella, la única que no reciba la
consideración de “crimen de lesa humanidad” por
ser éste un concepto jurídico que se acuñó años después de estallar la bomba de
Amara. “Es triste, sí, pero
es así”, admite
Daniel Portero. “La
Convención de la
ONU sobre los crímenes de lesa humanidad son de 1968, y el
atentado de Amara se produjo en 1960. Es el único caso que se queda fuera”.
Era lunes, y ya se estaba acabando el día. En la
consigna de la estación de tren de Amara, Jesusa Ibarrola salió a comprarle
unos zapatitos a su hija, de 22 meses, antes de volver para Navarra. Han pasado
55 años y todavía debemos repetir muchas veces más aquella frase última que le
dedicó Ernest Lluch cuando supo de Begoña Urroz: “A la madre de Begoña, toda la
ternura desde el 28 de junio de 1960 hasta el final. A sus asesinos, que el
remordimiento les devaste. Indigno inicio en el pecado original de ETA”.
Opinión :
En lo referente a esta noticia, añadir una información que parece que algunos olvidan...
La investigación
que inicio Ernest Lluch tuvo como motivo un encuentro en el acto de homenaje
realizado el 19 de junio de 1999, cuando comentamos sobre el tema de Begoña. La
labor inmensa de Ernest y mi pequeña colaboración personal llevo a que alguien
se planteara recabar la máxima información sobre lo ocurrido.
Lo que se consiguió
posteriormente ya es conocido. Y si se desea mas información,
Y ya puestos, recordar que en mis
conversaciones con Begoña Urroz he descubierto a una familia ejemplar, sin
ningún tipo de deseo de ser protagonistas de nada, aunque sean las primeras víctimas
de la banda terrorista ETA (o del DRIL, que más da... esa no es la cuestión).
Muy al contrario que otras víctimas que van de protagonistas por la vida
habiendo sufrido una heridita curada a los tres días (literalmente hablando),
secuelas aparecidas “milagrosamente” mas de veinte años después del “atentado”
o que ni tan siquiera son víctimas de la banda asesina ETA.
Vivir para ver....
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