domingo, 28 de junio de 2015

27 junio 2015 (2) elconfidencial.com (opinión)

27 junio 2015



La soledad del primer muerto de ETA

Begoña Urroz Ibarrola, de 22 meses, fue la primera víctima de ETA hace 55 años. Murió abrasada tras estallar una bomba incendiaria en la estación de tren de Amara, en San Sebastián






Era lunes, y ya se estaba acabando el día. En la consigna de la estación de tren de Amara, un populoso barrio de San Sebastián, nadie advirtió el momento exacto en el que Jesusa se acercó a su tía y le dijo algo al oído, luego se volvió a un pequeño moisés y comprobó que su hija seguía dormida. “Vuelvo enseguida”, y miró de nuevo a su hija, dormida pese al trasiego habitual en aquel pequeño cuchitril en el que los viajeros guardaban por unas horas sus maletas. Salió de la estación de ferrocarril con alguna prisa, porque quería comprarle unos zapatitos nuevos a su hija antes de volver a Navarra, y los comercios iban a cerrar.

Era lunes, y ya se estaba acabando el día. Una de las maletas que alguien había dejado en depósito contenía una bomba incendiaria que explosionó a las siete y diez de la tarde. En la confusión del momento, entre gritos de pánico, quizá nadie recordó que una niña dormía en su moisés porque su madre había salido a comprarle unos zapatitos nuevos. Se llamaba Begoña Urroz Ibarrola. Tenía 22 meses. Hoy, 27 de junio, se cumplen 55 años y todavía se lucha por esclarecer su asesinato; el asesinato de la primera víctima de ETA.

Cinco artefactos explosionaron ese día en distintos puntos del norte de España, dos en San Sebastián, otro en Madrid, en Barcelona y uno más en el tren correo Madrid-Barcelona, pero sólo el que estalló en la consigna de Amara provocó la muerte de una persona. Pese a ello, el régimen franquista le puso sordina a la cadena de atentados y la publicación de lo sucedido se limitó a una breve nota del Ministerio del Interior. Para colmo, en Amara celebraban las fiestas de final de junio, que aún se siguen celebrando, con lo que la escena posterior del atentado, entre el silencio oficial y la fiesta en la calle, causa dolor y angustia con sólo imaginarla.

“Mi madre nos ha contado muchas veces que el día del entierro de la niña salieron de casa con la cajita blanca mientras la gente cantaba y bailaba por las calles”, recordaba hace unos años la hija de Jesusa, a la que su madre le puso el mismo nombre que el de la niña que había perdido en el atentado. Fue en un reportaje publicado en El País, en enero de 2010, con las únicas declaraciones que se conocen de los familiares de Begoña Urroz, en especial de su madre anciana, Jesusa Ibarrola: “Una tía mía, Soledad Arruti Etxegoyen, trabajaba en la consigna de la estación de Amara, en San Sebastián. Yo solía ir a ayudarla para ganarme unas pesetillas. Aquel día dejé a mi niña con ella mientras yo iba a un comercio cercano a comprarle unos zapatitos para ir a Navarra. Cuando volví, había un lío tremendo. ¡Había estallado una bomba! Mi hija estaba abrasada y otras personas, entre ellas mi tía, heridas. Fue horrible". La pequeña, con graves quemaduras en todo el cuerpo, especialmente en piernas, brazos y cara, fue ingresada en el hospital del Perpetuo Socorro de San Sebastián, donde falleció al día siguiente.

De aquella muerte nada más se sabe hasta que muchos años después, Ernest Lluch, exministro socialista, descubre la miserable propaganda proetarra para esconder aquel asesinato; para que como primera víctima de ETA no figure una niña de 22 meses, sino un guardia civil, varios años más tarde. “¿Fue ETA? -se preguntaba Lluch, en un artículo de prensa-. El Ministerio de la Gobernación lo atribuyó a un genérico ‘separatistas y comunistas’ (…) No hemos encontrado ni en Lazkao ni en publicaciones que ETA se atribuyera la colocación de bombas en 1960. El esperable resultado de una muerte especialmente repugnante debió conducir a una discreción absoluta”.

Lluch comenzó a investigar aquel atentado a raíz de un libro, La ética para la paz. Los obispos del País Vasco 1968-1992, escrito por José Antonio Pagola Elorza, vicario general de la diócesis de Guipúzcoa, en el que se reconocía a Begoña Urroz como la primera víctima. Ernest Lluch terminaba su artículo diciendo: “A la madre de Begoña, que vive, quisiera extenderle toda la ternura desde el 28 de junio de 1960 hasta el final. A sus asesinos, que el remordimiento les devaste. Indigno inicio en el pecado original de ETA”. Lluch publicó ese artículo el 19 de septiembre de 2000; dos meses más tarde, el 21 de noviembre, ETA lo asesinó en el garaje de su casa en Barcelona de dos tiros por la espalda, uno de ellos en la nuca.

Su investigación, sin embargo, no fue en balde. A partir de la aprobación en 2011 de la Ley de Reconocimiento y Protección Integral de las Víctimas del Terrorismo, Begoña Urroz comienza a figurar como la primera víctima de ETA, y en abril de 2012, el Consejo de Ministros le concedió como tal la Gran Cruz de la Orden de Reconocimiento Civil de las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.

Quienes difieren de la tesis de ETA sostienen, en base a algunos documentos policiales desclasificados recientemente, que los autores del atentado militaban en el Directorio Ibérico de Liberación. Pero lo más curioso de todo es que donde se encuentran más artículos sobre la conexión de ese Directorio con el atentado de Amara es en el diario Gara. ¿Qué inusitado interés tiene este periódico en esclarecer, precisamente, ese primer atentado? Parece claro que lo único que se persigue es desligar a la banda terrorista del salvajismo en su primera acción, ningún otro interés por recuperar ni la verdad ni la memoria.

Así lo interpreta también Daniel Portero, presidente de la asociación Dignidad y Justicia, en declaraciones a El Confidencial. “Para mí, no hay controversia ninguna. En aquella época, ETA se estaba formando y, hasta el año 71, la banda terrorista la conformaban muchas organizaciones. Incluso el PNV, a través de sus juventudes, tenía algo que ver con ETA. En suma, que en la década de los 60, ETA era un conglomerado, pero en el fondo eran ETA; la esencia de ETA. Lo único que pretende el entorno etarra es desacreditar la vinculación de ETA con el atentado de Amara, que acabó con la vida de una niña de 22 meses, para poder decir: ‘el primer asesinado de la banda terrorista fue un guardia civil, José Pardínes, en 1968, y lo perpetró Txabi Etxebarrieta, uno de nuestros héroes nacionales’. Pero no, a Begoña la mató ETA”.

La asociación Dignidad y Justicia ha elaborado unas sencillas ‘fichas’ con los datos fundamentales de los asesinatos sin resolver de 378 personas, a manos de ETA, para que Naciones Unidas y el Defensor del Pueblo las reconozca y proclame formalmente el sufrimiento padecido por sus familias. Con el reconocimiento de esos asesinatos sin resolver, tanto la ONU como el Defensor del Pueblo se dirigirían oficialmente a los países implicados instándoles a que esclarezcan los crímenes.

De forma paralela, en la Audiencia Nacional se sigue un procedimiento en la actualidad, a instancias de Dignidad y Justicia, para que todos los asesinatos de ETA se declaren de “lesa humanidad”, con lo que de forma paralela se decretaría el carácter imprescriptible de todos esos crímenes, siguiendo también la doctrina de Naciones Unidas. El caso de Begoña Urroz, la primera víctima de ETA, se redondea de mala suerte tantos años después porque de todas las víctimas de la banda terrorista, será ella, precisamente ella, la única que no reciba la consideración de “crimen de lesa humanidad” por ser éste un concepto jurídico que se acuñó años después de estallar la bomba de Amara. “Es triste, sí, pero es así”, admite Daniel Portero. “La Convención de la ONU sobre los crímenes de lesa humanidad son de 1968, y el atentado de Amara se produjo en 1960. Es el único caso que se queda fuera”.

Era lunes, y ya se estaba acabando el día. En la consigna de la estación de tren de Amara, Jesusa Ibarrola salió a comprarle unos zapatitos a su hija, de 22 meses, antes de volver para Navarra. Han pasado 55 años y todavía debemos repetir muchas veces más aquella frase última que le dedicó Ernest Lluch cuando supo de Begoña Urroz: “A la madre de Begoña, toda la ternura desde el 28 de junio de 1960 hasta el final. A sus asesinos, que el remordimiento les devaste. Indigno inicio en el pecado original de ETA”.


Opinión :

En lo referente a esta noticia, añadir una información que parece que algunos olvidan...
La investigación que inicio Ernest Lluch tuvo como motivo un encuentro en el acto de homenaje realizado el 19 de junio de 1999, cuando comentamos sobre el tema de Begoña. La labor inmensa de Ernest y mi pequeña colaboración personal llevo a que alguien se planteara recabar la máxima información sobre lo ocurrido. 
Lo que se consiguió posteriormente ya es conocido. Y si se desea mas información, 

Y ya puestos, recordar que en mis conversaciones con Begoña Urroz he descubierto a una familia ejemplar, sin ningún tipo de deseo de ser protagonistas de nada, aunque sean las primeras víctimas de la banda terrorista ETA (o del DRIL, que más da... esa no es la cuestión). Muy al contrario que otras víctimas que van de protagonistas por la vida habiendo sufrido una heridita curada a los tres días (literalmente hablando), secuelas aparecidas “milagrosamente” mas de veinte años después del “atentado” o que ni tan siquiera son víctimas de la banda asesina ETA.

Vivir para ver....

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