11 junio 2015
Carta abierta
de un abogado de las víctimas del terrorismo
Pedro Cerracín, abogado
(Pedro Cerracín Cañas fue
durante muchos años abogado de la
Asociación de Víctimas del Terrorismo)
Desde que De Juana Chaos e Inés del Río se cruzaron
en su camino, Paco Marañón cambió el volante del coche que conducía como chófer
del Parque Móvil Ministerios por la silla de ruedas. "Ya en aquel juicio
me di cuenta de que las víctimas eran molestas para el sistema", reconoce
ahora el abogado
"En Julio de 1.989 defendí por primera vez en la Audiencia Nacional
a una víctima del terrorismo a quien ETA había dejado parapléjica para el resto
de su vida. Paco
Marañón, un
conductor del PMM (Parque Móvil Ministerios) quien, desde que De Juana Chaos,
Belén González, Inés del Río, y Esteban Nieto se cruzaron en su camino, cambió
para siempre el volante del coche por la silla de ruedas. Ya en aquel juicio me
di cuenta de que las víctimas eran molestas para el sistema. Es curioso pero a
quien le toca la china de sufrir un atentado siempre sufre, además del primer
ataque violento del terrorista, la victimización secundaria que produce el
abandono a su suerte. Para los jueces la mirada de la víctima es
incomoda.
En aquel primer juicio me
negaron la posibilidad de defender individualizadamente a la AVT (Asociación de Víctimas
del Terrorismo) como acusación popular y al propio Francisco Marañón como
acusación particular. El Tribunal pretendía que lo hiciéramos conjuntamente,
violándose el derecho del justiciable a elegir su propio abogado. El Tribunal
Constitucional me acabó dando la razón mediante sentencia, pero antes tuve que
sufrir hasta una denuncia de la fiscalía de la Audiencia Nacional
por desacato. Declaré como imputado ante un Juzgado de Instrucción en Plaza de
Castilla y, lógicamente, archivaron el procedimiento penal en mi
contra. Esa sensación de defender al débil, al modesto, todavía hoy la
tengo cuando salen los terroristas en libertad, y sin muestras de
arrepentimiento se jactan de sus hazañas, mientas que la Justicia sigue teniendo
miedo a poner las cosas en su sitio. Es claro que la víctima a la fecha de hoy
no interesa; el reproche moral que su simple presencia supone, molesta incluso
a la clase política.
Y en este panorama surgen
instituciones como la
Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco, para
reivindicar, según ellos, la convivencia. Y convocan actos, como el de la
última semana de mayo, mezclando a víctimas de ETA y del GAL para propugnar la
reconciliación y el entendimiento.
Cuando veo estas cosas,
tras 25 años defendiendo a las víctimas, habiendo presenciado en directo
insomnios, depresiones, hospitales, sufrimientos sin fin, y los sótanos de la
psique humana para soportar el dolor, tengo que reaccionar ante estos magnos
actos, en los que juntan a la hija de un fundador del EGIN con Amedo y con
víctimas de ETA. Tengo que decirle a Jonan Fernández, al parecer Secretario
General de este ente organizador, como anteriormente lo fue de Elkarri, que
nadie puede dar lecciones de ética ni de valores democráticos a las víctimas de
ETA. Yo como abogado suyo he sentido mil tentaciones de ejercer la venganza,
pero siempre recibí lecciones magistrales de ellos, que nunca agradeceré lo
suficiente. La tibieza del sistema, incluso de la Iglesia , ante tanto dolor
sufrido por las víctimas de ETA, ha sido y sigue siendo insoportable. Son los
políticos como Jonan Fernández, estos “negociantes humanitarios” quienes tienen
que pedir perdón, entre otros, a las víctimas. Decía Nicolae Steinhardt que el
perdón pertenece a la esfera íntima de la propia víctima, quien lo concederá o
no en el fondo de su corazón, aunque curiosamente ningún etarra se lo haya
pedido. Pero quien no tiene derecho a perdonar en nombre de otros es el
Ministerio del Interior, ni el Estado. Este tiene que aplicar la Ley , sin más. Está bien que Urkullu haga autocrítica ante las víctimas, siempre y cuando no sea para seguir
beneficiando a los presos, es decir, los asesinos, en paralelo.
Intentar dar lecciones
de convivencia a las víctimas de ETA las victimiza más, y no es más que
una burda manipulación de finalidad política, que además les impide salir del
circulo vicioso donde las meten. Las víctimas no son quienes han ejercido violencia,
es como si quisieran enseñar a rezar a Santa Teresa de Jesús. Si quieren
enseñar a convivir deberían dirigirse a los terroristas y a sus cachorros de la
lucha callejera. Estos son los que tienen que aprender a convivir e
interiorizar los valores de la tolerancia. Mientras tanto, mientras no pidan
perdón los etarras, que siguen sin entregar las armas, estaremos aquí muchos,
sin odio pero con firmeza y determinación, para llamar asesinos a los que no
son otra cosa, y cuando pidan perdón, ya veremos".
Opinión:
Siempre es un placer leer los
escritos de aquellos abogados que tanto hicieron por el colectivo de víctimas
del terrorismo, especialmente en aquellos años en los que sufrir un atentado o
ser un acérrimo defensor de los derechos de la víctima era un deporte de
riesgo, como bien decía no hace mucho Marisol.
Pedro, José, Armando, José María,
David, Juan Carlos, Montserrat, Carlos, Roser, Anabel, Fernando, Vicente…
grandes personas y grandes amigos con los que, aunque a veces no coincidiera
con algunos a nivel ideológico, siempre me unió y me sigue uniendo la amistad…
porque nuestro objetivo era defender los derechos de cualquier víctima, sin
importar profesión o planteamientos personales.
Explico todo esto porque
comprendo perfectamente el enojo (Pedro le llamaría hipercabreo) que demuestra
en su escrito. Hemos compartido y aún compartimos muchas situaciones que
demuestran cómo ese bienestar que algunos venden no es tan paradisíaco, aunque
también es de recibo reconocer que aquellos años 80 y 90 del siglo pasado casi
no volverán, salvo algunas excepciones.
Dicho lo cual, seguro que Pedro
Cerracín, el mejor delantero centro que tuvo el equipo de la antigua AVT-Madrid,
coincidirá conmigo en que si hace cinco años nos hubieran dicho que estaríamos
sin una banda terrorista ETA activa, nos hubiéramos tomado el gintonic y la
cocacola cero de rigor y habríamos acabado recordando las anécdotas que refiere
al principio de su escrito. Pero sin creernos esta realidad que ahora disfrutamos.
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